10 Dic 2020
J diciembre, 2020

La información y la vacuna

Baltasar Rodero

La información nos facilita el conocimiento, el almacenamiento de noticias de diverso tipo, que nos permitan participar e implicarnos en la vida, es una fuente del saber, de adquirir capacidades y habilidades, nos enseña en definitiva a ser con los otros, a estar con los demás, a ser uno más, incluso en ocasiones a profundizar en las entrañas de un área de la vida, que nos acerque más a su verdad profunda.

Después de vigorosos esfuerzos intelectuales, de sacrificios y renuncias, de persistencias sin tregua, de días largos de insomnio, un grupo numeroso de investigadores ha conseguido lo que todos esperábamos, nuestra salvación definitiva  frente a la pandemia, la vacuna frente al virus, que con el tiempo nos liberará de su sufrimiento, de sus penurias, de sus precariedades, incluso de sus muertes, porque todos somos sabedores de su capacidad de destrucción a todos los niveles.

Fallecimientos a miles, enfermedades graves a millones, secuelas incontables, como lo son sus consecuencias, pobreza en algunos casos extrema, precariedad en general, ruinas por cientos, marginaciones, segregaciones sociales, hambre, y de forma especial problemas graves de conducta, que van desde el suicidio, pasando por las separaciones de pareja, los problemas emocionales como estados de ánimos tristes, ansiosos, obsesivos, retraídos por el miedo, en definitiva, pérdidas de salud emocional, que limitan nuestras formas de vida cotidiana.

Pero ocurre que, ante esta situación en principio tan clara y expresiva, tan desgraciada como penosa, de la que todos nos hemos sentido rehenes desesperados, esperando un cambio, llegado este, se dan individuos, grupos de personas, o colectivos organizados, que la discuten bajo el paraguas de la duda de la existencia del virus, dicen  que es todo una patraña, y que la vacuna puede provocar un mal, que supera al mal del virus, porque al introducirle en el individuo, ésta puede ocasionar un cuadro más grave y de peor pronóstico, del que queremos evitar.

También se dan los que niegan todo, la existencia del virus, incluso manifestando que es artificial, y ha sido creado por la voluntad de las personas, y que en consecuencia su fin es espúreo, porque el objetivo es finalizar con la vida de un número determinado de personas, en un tiempo determinado, estando en la mano del hombre la capacidad de pararlo cuando lo crea oportuno, que es tanto como decir cuando consiga sus objetivos.

Los argumentos de los negacionistas, contestatarios, marginales, paranoicos o narcisistas, pueden tener todos los colores del arco iris, no obstante, la realidad la podemos vivir cada día, o cada minuto en cualquier centro sanitario, sea un centro de salud, o un hospital, podemos si lo deseamos acudir a  los servicios de urgencia o a las U.C.I.S, y observar en directo la expresión de un tsunami de grandes magnitudes, sanitarios y parasanitarios, corriendo, sudando, dando todo lo mejor de su saber, sin descanso, sin tiempo para respirar, los segundos son vitales, en segundos una persona se puede ir para siempre.

Francis Bacon, filósofo ingles padre del empirismo, siglo  XVI, decía, “la valoración sesgada de la evidencias, conduce a todas la supersticiones inimaginables”. Esta realidad es más contundente en estos momentos de tanta información, a través de las redes sociales, por otra parte tan predispuestas a cualquier voluntad, pues además de poder vehicular todo aquello que deseamos, sin tipo de censura alguna, se da otra circunstancia, cada individuo, poseedor de una determinada “verdad”, se va a dirigir al medio que le demuestre que ésta, es más verdad, autoafirmándole en su error, jamás buscará la posibilidad de abrirse a una discusión, porque es tanto como poner en duda su verdad. “Una opinión puede fácilmente inclinarse hacia el lado equivocado, y después las emociones atan y restringen la mente”, Tomas de Aquino.

Esto lo vemos cada día más claro en política, nos hemos impermeabilizado frente a la crítica, nuestro pensamiento crítico ha desaparecido, reprimiéndole con la verdad absoluta en la que nos instalamos, y que alimentamos buscando siempre el medio que nos subraya lo que nosotros deseamos, separándonos cada día más de los otros, llegando a mutar, lo que en realidad deberían ser compañeros en busca de la verdad, en enemigos enfrentados, y situados cada día más alejados los unos de los otros, y en consecuencia de la verdad.

Esta situación que hoy se vive en política, de forma casi generalizada, y digo casi siempre, porque se dan excepciones, se ha trasladado, cada día con mayor vibración a la población en general, llegando incluso al comportamiento de verdaderos hooligans, de cada uno de los partidos, perdiendo con ello la riqueza del pensamiento libre y crítico.

Nuestra actitud ha de huir de dogmatismos, acercándose con humildad al diálogo, tratando siempre de enriquecerse con el apunte del otro, toda la aportación, va a  permitir la observación de otros puntos de vista, y con ello el enriquecimiento de ideas, aunque hemos de recordar que, la evidencia científica no es opinable, es una evidencia, no es una opinión.

Autor: Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander, Diciembre 2020.