10 Jun 2024
J junio, 2024

La insatisfacción

Baltasar Rodero

En estos días de principio de año, vacacionales, de descanso para bastantes personas, de liberación de actividades laborales y de cultivo de todo tipo de ocios, me llegó vía WhatsApp una imagen llamativa, en estos tiempos de tantas y tantas desgraciadas migraciones. Un enorme barco de lujo, con muchos metros de eslora, llamativo por su envergadura y lujo externo, y en la proa dos sujetos y uno le dice al otro, “sería ideal que nos tocara la lotería”, en el momento en que un cayuco, casi era literalmente engullido por el volumen del Yate en cuestión, desde donde sale una voz potente que dice, “a ti te tocó al nacer”. La verdad es que se trata de un montaje, pero bien pudiera responder a la realidad en la que vivimos, en la que las desigualdades son en ocasiones alarmantes.

El ocupante del cayuco, hemos de suponer que se trata de un individuo desgraciado, que en el mejor de los casos, en su medio natural no ha sido acogido, en condiciones para realizar una vida con cierto grado de dignidad, o ha sido un componente más del detritus, que el mundo en sus luchas intestinas ha provocado. Casa destruida, familia disgregada, perseguida o directamente expulsada, y sin nada en las manos, ha tenido que soportar meses o años de largas caminatas, hasta encontrar una desgraciada cáscara de madera, enormemente peligrosa, y adentrarse en el mar, y con ello todos sus impulsos naturales para llegar a tierras mejores, donde no se sabe si podrá llegar, ni tampoco como será recibido. El individuo del barco de lujo, suponemos en principio, que es una persona acomodada, favorecido por la vida, con bienes más que suficientes, para disfrutar de una vida más que cómoda, y que podría impresionar de insatisfecho al invocar a la lotería.

La insatisfacción es un estado de la persona, presidido por la usencia de placer o bienestar, e invadido por la inquietud, desazón, irritación fácil, molesto con todo. Al insatisfecho nada la agrada, nada le satisface, está y jamás está, porque esta oteando otros horizontes, se siente distinto, diferente, en ocasiones raro, incluso culpable, aunque en la mayoría de los casos, la culpa, la responsabilidad de su desazón interna, está en la vida, en los demás, en los otros. Jamás descansa, siempre se siente hurgando en el amplio campo del horizonte, o en su inmenso contenedor de emociones internas, busca permanentemente, pero tampoco tiene un objetivo, por lo que las direcciones de estas miradas son alternantes, busca, sin saber que, en el fondo su malestar interior, su desasosiego le zarandea, y así vive, agitado interiormente. Para el insatisfecho la vida jamás le complace, nunca se cumplen sus expectativas, de aquí que sus emociones siempre sean negativas, representando la tristeza y la ansiedad como búsqueda, como deseo, los estados de ánimo fundamentales.

El estado de insatisfacción, está conectado directamente con el rodar de la vida, en nuestro camino, nuestro objetivo es el de conseguir bienes para emanciparnos, y conseguir al final una vida agradable, sosegada y sana, puede que en este camino ocurra que determinados hechos u objetivos, que por las circunstancias que sean, no hayamos sido capaces de conseguir, o los hemos conseguido, y sin saber cómo los hemos perdido, la insatisfacción aquí es normal, ocasional y transitoria, aunque se exprese en ocasiones como un malestar, que bruscamente nos invade, pero que el tiempo va ordenando nuestro perfil de personalidad, y al final desaparece.

La insatisfacción puede ser crónica, estar presente en nosotros de forma permanente, exacerbada por circunstancias externas, o por sentimientos íntimos, pero que no nos abandona, ocurre generalmente en algunos cuadros emocionales crónicos, temples de tristeza, que nos hacen ver las cosas, o el mundo, de forma muy negativa. También se da en individuos que entienden que no han conseguido aquello que deseaban, que buscaban y querían, su fracaso a sus ojos es patente, y la insatisfacción es la moneda con la que pagan su incompetencia, aquí la tristeza y retraimiento siempre están presentes. En otras ocasiones la culpa la tiene los otros, los demás, no le han permitido luchar, participar, implicarse, le han abandonado en el vacío, y entienden que la causa de su fracaso, y por lo tanto de su insatisfacción, está en el mundo, en la singularidad de la vida, son todos aquellos para los que vivir es una desgracia, donde el mundo no nos trae más que catástrofes. Junto a éste se sitúa el individuo ávido de sensaciones, donde la posesión de algo le suscita el deseo de otra cosa, es un problema de inmadurez, al no saber definir y concretar nuestros deseos.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024