15 Nov 2018
J noviembre, 2018

La justicia y los jueces

Baltasar Rodero

La justicia y los jueces. Es normal, cotidiano y socialmente aceptado, la expresión permanente de quejas, está incrustada en nuestra conciencia, tanto, que la generalidad de diálogos se inician normalmente con alguna.  Te das cuenta la faena que fulanito……Has oído algo sobre…parece que fue todo un bulo. Es increíble el comentario que escuche esta mañana, me parece mentira que Don… a estas alturas haya…Nadie tomas la riendas y cada uno hace lo que quiere, figúrate ahora lo que ha ocurrido…

No se trata de exageración alguna, es una constatación que cualquiera puede evidenciar, participemos en la vida. Seamos con los demás, salgamos y ejerzamos alguna actividad social, y de inmediato hará presencia entre nosotros cualquier queja, referida a cualquier cosa.

Una de las quejas que quizás se repiten más comúnmente, y que ocupa un protagonismo abusivo, son las referidas a la justicia, eso de que jamás llueve a gusto de todos es cierto, además de normal en mi criterio, y es que  cada individua dispone de un código propio de comportamiento, que en muy poco se parece al que le corresponde al de al lado, de aquí que a pesar de leer  las mismas líneas, y conocer los mismos conceptos, la interpretación, o la operatividad de los mismos, en ocasiones carezcan incluso de afinidad.

Otro grupo de quejas se refieren al campo de la economía, en el que de forma especial desde lo público, se dispara con pólvora ajena. Se proyectan grandes y sofisticadas obras, cuyos presupuestos se revisan al alza en varias ocasiones, llegando a un coste final, que nada tiene que ver con el de partida. O se revisan sueldos en la toma de posesión, o aprovechando cualquier efeméride, que en nada guarda relación con el que tienen los compañeros de donde él es originario, ni incluso con el estado financiero o solvencia de la empresa, fabrica caja de ahorros etc.

Es un clamor la presencia de privilegios, pensiones conseguidas singularmente, gratificaciones por asistencia en ocasiones a más de un acto a la vez, El disfrute de ciertas prebendas o beneficios sociales, viajes con dietas, asistencia a eventos, etc., el que dispongan de juzgados especiales como individuos especiales o singulares, más inteligentes porque disponen de dilatados curriculum, hacen dos o más cursos, en un curso académico, además de un máster. Yo participé y superé dos oposiciones de carácter nacional, y se del dolor y de las lagrimas que cuesta superarlas.

Dando un enorme salto sobre otras muchas quejas que se podrían enumerar, quizás las que en el día de hoy tengan más eco social, sean las referidas a la interpretación, que de los hechos objetos de juicio, tienen en ocasiones  sus señorías, los jueces. Nos referimos, al tratamiento del atropello de una joven, por unos individuos de en estado salvaje, o con muy escaso control, así como los comentarios desinhibidos, que muestran los posos del inconsciente, en un juzgado al final de una vista.

Los jueces vienen señalados como figuras sociales clave en la convivencia, desde el antiguo Egipto, llámense pretores como en tiempos romanos o alcaldes posteriormente, han sido y lo seguirán siendo la conciencia social del grupo social al que pertenecen. Son como dioses o sacerdotes para la conciencia colectiva, porque representan la verdad, la justicia, virtudes buscadas en la historia de la filosofía, como armazón de la felicidad.

Su ausencia o falta de reconocimiento, tendría como respuesta el desorden, la anarquía, el alboroto, los enfrentamientos, el vandalismo, etc., circunstancias que no solo dificultarían la convivencia, sino que la harían imposible. El  tiempo  ha ido lentamente reconociendo su importancia, así como su esencialidad el arbitraje del poder, estableciéndose de una forma expresa como fundamento de la armonía social, al ordenar la relación que los tres poderes de un estada han de poseer para disfrutar de un democracia, sus artífices fueron fundamentalmente, Thomas Hobbec, Locke, y Rouseau en su contrato social.

La división de poderes es el corazón de una sociedad equilibrada, armoniosa o democrática, al velar permanentemente porque todos los ciudadanos sean iguales ante la ley, o norma, nadie puede hacer nada que no daba, sin tener el castigo que le corresponda, todos somos iguales, todos disponemos de los mismos derechos y obligaciones, con las excepciones que correspondan y se definan, mediante un justo razonamiento.

Su labor de sacerdocio, de purificación social, de autoridad moral, de detentadores de un valor supremo, exige de determinados comportamientos, tanto en el ejerció de su labor, como en otros ámbitos. Nadie entendería un comportamiento inadecuado, en la persona que juzga comportamientos, también se les exige que vivan, palpen, entiendan, escuchen, se empapen de la sociedad a la que sirven, todos sabemos que ciertos actos, repudiados o prohibidos en una sociedad, son algo que se considera normal en otras.

Con estas premisas, p.e. un médico frente a una paciente de costumbres licenciosas, ha de ver exclusivamente a una paciente, que va al médico porque sufre, y ha de luchar por neutralizar ese dolor, como único, y especifico objetivo.

Otro tipo de comportamiento que no sea este, sería inadecuado, y si además es humillante o vejatorio mas inadecuado aún. Quizás haya que hacer una reflexión sana, a propósito de si estamos donde debemos estar, o nos hemos equivocado de lugar

Ni que decir tiene que si la sociedad en general, si todas las personas incluidas las tituladas en el tema, definen unos hechos, y le ponen una denominación argumentada, su ilustrísima ha de estar atento, a las inquietudes, aspiraciones, cultura, deseos, necesidades, capacidades, etc. de la sociedad a la que sirve. Simplemente no es permisible que se hable de jolgorio, cuando estamos frente a un sacrificio violento incluso sangriento.     

Fuente: Baltasar Rodero. Psiquiatra. Noviembre 2018