La muerte. Es evidente, para cualquier individuo, que la muerte supone el objetivo final de nuestro tránsito en la vida. Nacemos, crecemos, nos desarrollamos, participamos en la vida y al final, la homeostasis o equilibrio del que venimos disfrutando, se quiebra, se extingue, se acaba. La vida viene marcada por dos grandes acontecimientos inmutables y perennes, el nacimiento y la muerte.
Obviamente, se puede llegar al final de la vida, mediante un proceso natural, presidido por una enfermedad o la vejez, existe una expectativa de vida que nos recuerda el final. También, podemos llegar al final, mediante un proceso singular o inducido, como el suicidio, el homicidio, la eutanasia, un accidente, etc. De todas formas, la muerte es una parte esencial o vital de la propia existencia, son procesos inseparables, no se entendería el uno sin el otro.
El concepto de muerte como desconexión de la vida ha evolucionado. En principio se pensó que respondía al cese del latido cardiaco, de la respiración y de los actos reflejos, así se aceptó durante todo el siglo XIX. Los avances tecnológicos exigieron dar un paso más, al evidenciar vida después de la presentación de la triada citada, con esta premisa la muerte se empezó a definir, como la ausencia de la actividad eléctrica cerebral, surgiendo así el electroencefalograma, E.E.G, que lo evidenciaba.
No obstante, se observó, que en algunos individuos, especialmente en los ahogados al borde de la congelación, no se cumplía la evidencia de un electroencefalograma plano, por lo que se dio inicio al estudio de un protocolo, cuyo objetivo era el de definir la muerte cerebral.
Ésta implica una pérdida de conciencia, de forma irreversible, y se caracteriza por una desaparición completa de la función cerebral en su totalidad, con el mantenimiento de la actividad cardiaca, Los avances tecnológicos, permiten mantener actividad cerebral y respiratoria, en personas cuyo corazón no late, lo que demuestra que no ha fallecido, se habla entonces de muerte cerebral.
En el pasado, se pensaba que el cese de la actividad cerebral equivalía a estar muerto, hoy se considera difunta una persona, tras el cese vital de todo su cerebro, incluido el tallo cerebral, y diagnosticado con pruebas específicas.
De aquí que la definición de la muerte, pueda ser en ocasiones dificultosa, dado que el E.E.G, que es la prueba más utilizada para detectar la actividad cerebral, pueda en ocasiones detectar señales débiles, o ser interpretadas de forma errónea, al ser ocasionadas fuera del cerebro, de aquí que se hayan desarrollado pruebas más específicas, como la tomografía por emisión de fotón, o el ultrasonido transcraneal.
Es indudable, que el acto más importante para cualquier individuo, es su muerte, es su separación eterna de todo lo que le rodea, es su fin como individuo, es la ausencia eterna del lado de los suyos, es el alejamiento sine die, de todo lo que significó, fue y ejerció en el mundo, pasa a la nada mas absoluta, sin posibilidades de retorno, sin alternativa, es algo destructor, que quiebra o rompe nuestro estatus, limpiamente, sin peros, sin artefactos, sin nada a lo que acogernos, por eso su enfrentamiento pasa, desde una racionalización casi patológica, en la que uno ve, observa y siente todo, y lo ordena, a la vez que se ordena así mismo frente al hecho en sí, a un estado de ansiedad, fruto de un mundo nuevo que se apodera de nosotros, robándonos todo cuanto somos y poseemos, o a la tristeza más profunda, o dolor moral que nos retrotrae a un estado fetal, desde donde nos vamos entregando, refugiados en el reposo de dónde venimos.
La muerte también puede ser buscada, cuando la vida supone un esfuerzo insalvable, una reválida diaria que tenemos que superar, un examen que cada día se hace más difícil, suponiendo la puerta hacia la liberación, al espíritu abierto sin limitaciones, al espacio vacío, al fin de la fricción permanente.
Como concepción general la muerte no se desea, se teme, la vivimos con miedo, con temor, con misterio, de aquí que, incluso haya personas que se nieguen a hablar de ella, la quieren conscientemente verla lejos, o incluso no verla, no obstante, habita en nosotros, dentro de cada uno, por lo que la actitud más positiva es la de compartirla, comentarla, dialogarla hasta sentirla nuestra y normal, algo que esta conviviendo con nosotros como compañera. Situarla en nuestros sótanos existenciales, y no traerla al presente, en nada significa que esté más lejos, por ésto no nos engañemos, y si tenemos habilidades, hagámonos amigos, es una compañera inseparable, que jamás nos abandonará, respetémosla.
Los conceptos de inmortalidad y del más allá, o trascendencia, han estado y están presentes entre nosotros, son conceptos que nacen del arbitrio de la voluntad de las personas, que pueden creer o no creer, pero ello determina un tipo de vida u otro, de acuerdo con los sentimientos profundos de cada uno.
Para la religión cristiana, el concepto de muerte, implica el fin del estado carnal en el mundo, y el abandono del alma de éste dirigiéndose a Dios donde espera la resurrección, mensaje que se ha observado por muchos antropólogos, como un viaje hacia una vida más allá de la muerte, es una constante histórica, vestida con diferentes matices, pero con esencias equivalentes, desde el principio del mundo.
Se habla de la experiencia cercana a la muerte, o de la situación emocional del individuo, que estando situado en el límite de la separación, entre ésta y la vida, por el discurso que alguno ha manifestado, que hablan de pérdida del miedo a la muerte, de la alegría incontenible de la vida nueva, de los cambios de carácter, de la presencia de una luz infinita después de un túnel, de un nuevo estado de percepción, de telepatía, etc.
Parece que la experiencia cercana a la muerte, puede ocasionar algún efecto en el carácter, por la normal impresión, conllevando a un nuevo estado en el que pueden surgir alucinaciones, en el cerebro del moribundo, en base al estrés cerebral, fruto de lo cual son los diferentes discursos mediante los cuales tratan de explicar los hechos.
Fuente: Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Mayo 2019
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