13 Sep 2018
J septiembre, 2018

La naturaleza

Baltasar Rodero

La naturaleza se concibe, como la percepción armoniosa y bella del mundo que nos rodea, del que formamos parte esencial, por ser los actores de la misma más influyentes.

Seres orgánicos e inorgánicos en orden perfecto se ensamblan, y ofrecen una estampa real de belleza que nos viene dada, que carece de todo tipo de influencias, y con la que mantendremos un vínculo eterno, y no siempre equilibrado.

Se mueve, camina, los continentes se desplazan, el relieve se transforma, nuestros ojos visionan estampas diferentes, pero la armonía, el ritmo, los tiempos globales se repiten como los tonos de un reloj, todo es majestuosamente bello.

Naturaleza y filosofía

Se le llama nuestra madre, nuestra madre naturaleza, con órganos y sistemas de los que nosotros formamos parte esencial. Para los estoicos, corriente filosófica cuyo referente más significativo fue Platón, es como un inmenso gigante vivo, del que los individuos son los órganos.

Su interés siempre ha sido esencial, pues los primeros filósofos tuvieron como objetivo la búsqueda del primer elemento generador de la vida, manejando según los criterios: el agua, el fuego, la tierra, etc., y además dada su cadencia rítmica, aspiraron a vivir de acuerdo con sus ritmos. Ser feliz decían, es vivir de acuerdo con la naturaleza.

Como seres producto de la misma, y vinculados a ella, nos ofrece desde el nacimiento las sustancias esenciales, o vitales, para mantener y desarrollar nuestra existencia. ¿Qué sería de nosotros sin el oxígeno, el agua, el calor, etc.?

Con el tiempo, la inteligencia del hombre se ha ido aprovechando de sus innumerables beneficios, es nuestra despensa, tanto orgánica como emocional, ella produce los alimentos necesarios cuantitativa y cualitativamente, acogiéndonos además emocionalmente como una buena madre, ofreciéndose como colchón perpetuo donde solazarnos.

Ensamblaje perfecto

Lo podemos observar en estos momentos, donde los individuos se dirigen, unos a las playas donde tomar, además de placenteros baños, haces de rayos de luz y calor, otros  a las montañas, donde oler sus diversos perfumes, y visualizar su riqueza variada de fauna, colores y formas, y otros a lugares singulares, como ríos, lagos, gargantas geográficas, cascadas, marismas, manantiales, etc.

Pero todo ello, esa conjunción armoniosa entre naturaleza e individuo, ese ensamblaje perfecto, donde puedes recolectar trigo, hacer pan, y consumirle, etc., se ha ido contaminando especialmente desde siglo XIX, época de la industrialización, haciendo que la avaricia del hombre penetre en múltiples espacios con escaso control, además de con pérdida de respeto, maltratándola, lesionándola por intereses espúreos, parece que concibiéndola en el fondo como algo inmenso e inagotable, que por sí sola, y pese a su desprecio, tienda a la regeneración espontánea.

Se da un pensamiento consciente y común, que comenta, incluso grita, a propósito de su esencialidad para nuestras vidas, pero la codicia ilimitada, el deseo de dominio, la satisfacción de controlar, la esperanza de conseguir más bienes en definitiva, se apodera de nuestra fantasía, con la pérdida de control correspondiente, y con el latrocinio  como consecuencia.

Cambio climático

Es evidente el cambio climático, al que venimos asistiendo con total inacción, lo han demostrado primero, y corroborado después diferentes estudios científicos. Se ha provocado un desplazamiento claro de las lluvias de primavera a otoño, con todo lo que conlleva para el nacimiento y producción de alimentos.

La temperatura global ha aumentado, y lo que es peor sigue aumentando, y como consecuencia el deshielo del Ártico es un hecho, como el aumento del nivel del mar, que en pocos años aumentará 60 metros alrededor de la zona geográfica del ecuador.

La gota fría, fruto del choque entre la excesiva evaporación de los mares sobrecalentados, con la llegada de corrientes de aire frío, cada día son más frecuentes, y sus efectos más devastadores.

También se viene observando más liberación de metano desde el fondo de los océanos, así como una cantidad mayor de CO2, fruto de sus bacterias.

Situándome en el terreno práctico o cotidiano, hace unos meses visité mi pueblo natal, situado al lado del río Duero, al que llevaba de niño, las mulas a beber al atardecer, al regreso de su labor diaria, hoy el río casi no lleva agua, y el escaso caudal que mantiene está contaminado. Algo tienen que ver las perforaciones sin límite que agotan los acuíferos, y el abuso de los insecticidas.

Cambios impensables

Era por entonces, en mi niñez, cuando comenzaron la construcción de las granjas de aves, se producían industrialmente huevos y pollos, jamás pensé cuando llegué a vivir a Santander en 1973, que los peces se podrían producir en “granjas”, era impensable hace 50 años este tipo de industria, “con lo grande que son los mares y océanos”.

Esto significa, que los seres llamados inteligentes, iniciaron hace más de un siglo el maltrato de su madre, obviamente no se disponía del conocimiento, de los efectos de determinadas sustancias liberadas en diferentes procesos industriales. Hoy se sabe, hoy se entiende, que el respeto al medio es vital, y cada día más, de aquí, que la sostenibilidad, la ecología, el medio ambiente, la biodiversidad, la climatología, etc., deban de ser asignaturas esenciales, que formen parte de nuestro currículum, es básico estar en disposición de ciertos conocimientos, con el fin, no solo de no enfrentarnos a nuestra madre naturaleza, sino de amarla, respetarla, cuidarla, mimarla y protegerla, entre otras cosas, limitando nuestras intervenciones, para acomodarla a nuestros caprichos.

El paso de niño a adulto, se diferencia esencialmente porque aquel, en su comportamiento, siempre hará “lo que le guste”, el adulto ha de hacer lo que le convenga, a él, y a su descendencia, de la que es administrador o gestor.

Fuente: Baltasar Rodero. Psiquiatra. Septiembre 2018