27 Oct 2022
J octubre, 2022

La prepotencia del ignorante

Baltasar Rodero

Como todos los años, he pasado un fin de semana junto a unos compañeros amigos, tiempo que calificamos de “recuerdos”, en el que comentamos, además de lo cotidiano del momento en términos generales, todos los aspectos que hagan referencia a aquellos días de nuestra convivencia en la facultad, repasando la lista cada día más larga, de cuantos compañeros han sufrido algún percance, junto a la que recoge a todos aquellos que nos han dejado, de forma definitiva, que obviamente va creciendo con el tiempo.

Este año, un compañero y amigo, se ha presentado con un cuñado colega, pero desconocido para todos, parece que tuvo noticia de nuestros anuales encuentros, y se apuntó, haciendo su presencia en todo su esplendor, quizás por ser desconocido, y tratarse de un encuentro ya clásico, ni su presencia, ni su indumentaria, incluso ni su vocabulario, se podrían calificar de adecuados.

Con la caída del sol, todos hicimos acto de presencia, y después de los correspondientes saludos llenos de afecto y cariño, pues ya estamos en una edad delicada y puede ser el último encuentro, nos dirigimos al lugar que habíamos reservado, surgiendo de inmediato las preguntas de rigor, ¿cómo estás?, ¿y la familia y los hijos donde andan?, ¿recuérdame los nietos que tienes? ¿y tu mujer, como siempre?, …pasamos a comentar nuestro quehacer diario, analizando el paso del tiempo, y subrayando puntualmente nuestros respectivos encuentros familiares, “yo compré un apartamento junto a mi hija dice uno, el otro comenta que ha cambiado de domicilio, otro dice, yo paso días en Madrid con mis hijos, yo me dedico a la rehabilitación, he tenido un pequeño ictus”…. y de esta forma cada uno va apuntando las novedades más significativas en su vida y en la de los suyos.

En medio de estos comentarios, de forma espontánea, el cuñado del compañero tomó la palabra para no dejarla, y sin intimidarse al estar entre desconocidos, y con toda naturalidad, fue de forma firme y resuelta, haciendo un repaso de lo que según él, cada uno de nosotros necesitaba para mejorar su salud, y ser más feliz, “es muy importante la actividad física, afirmó, especialmente andar, yo particularmente ando diariamente doce Km al día, ¡ojo con lo que coméis!, este ágape no os conviene, no se puede comer tanto antes de la cena, además el azúcar está prohibido, ¿no os dais cuenta que yo no tengo tripa?, hay que dormir poco y tener actividad, no sentarse tanto, de esta forma no enfermareis y tendréis mi salud, yo soy un ejemplo para las personas que me conocen, todos me preguntan qué es lo que hago para encontrarme así de bien.

Ni que decir tiene, que los siete amigos que nos reunimos, hemos disfrutado del ejercicio de sendas jefaturas de servicio hospitalario, y dos son catedráticos eméritos, algo que el extraño sabía, porque se lo había comentado su familiar, pero el atrevimiento fue tan apasionado y rotundo, que hubo momentos en los que pusimos nuestros conocimientos en duda.

Tan elocuente como inapropiada disertación, me recordó al concepto de, “sesgo cognitivo”, descrito por los psicólogos Duming y Kinger, de la universidad de Cornell. Estos observaron que las personas incompetentes e ignorantes, tienden a sobrevalorar sus propias capacidades, lo contrario que ocurre con las personas sobrecapacitadas, cuya tendencia es la de aminorar sus conocimientos, “la ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”.

Este efecto tan singular, fue ratificado mediante un simple experimento. Mostraron ambos profesores una serie de cuestiones, para ser resueltas por un grupo de alumnos, dándoles un tiempo posterior para su propia evaluación, ocurriendo que el grupo de los competentes, en base a su prudencia, mesura y objetividad, se pusieron peor nota que el grupo de los más ignorantes e incompetentes, algo derivado de la autoconfianza y el desprecio a lo racional.

Este principio esconde una actitud, de presunción y soberbia e incluso arrojo, por parte del ignorante e incompetente, que contrasta con la de prudencia, objetividad y mesura del competente, tal contraste puede en ocasiones provocar cierto sesgo, por el que prepotente e incompetente, pero atrevido y desinhibido, puede despertar cierta admiración, por la aportación de fáciles soluciones para problemas complejos e incluso crónicos, movilizando la masa silenciosa, además de ansiosa de respuestas, siendo esta ecuación la base del populismo, alimentado por un discurso sórdido e indocto “son los valientes, los que son capaces de todo, los que no saben de límites, los que necesita nuestro pueblo en este momento, los sin miedo”.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022