Se trata de un valor esencial para la convivencia de los individuos, que cada día se valora menos en nuestro diario quehacer, y que implica el cumplimiento de un compromiso adquirido, de forma absolutamente libre.
De forma unilateral, libre y voluntariamente, una persona se compromete a, estar, visitar, entrevistarse, asistir, conversar, acudir a debatir etc., con otra, a una hora determinada, y en un lugar concreto, estando ésta, debidamente informada y de acuerdo.
Históricamente, esta cualidad ha sido casi vital entre los ciudadanos, familiares, vecinos, e individuos en general, el reloj mediante sus campanadas hacía pública la hora de cada acto familiar importante, o nos avisaba del cumplimiento de un compromiso adquirido previamente, a una hora determinada, de forma rigurosa y puntual.
En el momento actual, con excepción de los trasportes públicos o actividades públicas, así como los horarios del cumplimiento de un trabajo, por los que cobramos una renta, y de no cumplirlos nos pueden despedir, generalmente todo ha ido relajándose. Se fija normalmente una hora para el encuentro en un lugar público, generalmente cerrado, y como el que espera está relativamente cómodo, pues en ocasiones nos descuidamos, dilatamos el tiempo, y no acudimos a la hora. Otros encuentros pueden discurrir en otras circunstancias, sin que, para el protagonista del acto alcancen cierto significado, por lo que al carecer de un ente significativo, o no acude, o lo hace perezosamente.
Algo parecido ocurre a nivel de la convivencia familiar, cada uno de sus miembros pueden comenzar a comer a solas, y en tiempos distintos. Uno come a una hora singular, el otro quizás a otra hora, puede que en ocasiones lleguen dos a la vez al domicilio, y no es raro observar que, uno come en el comedor, y el otro en una bandeja frente a la T.V, y lo mismo ocurre a la hora del desayuno o la cena, actos que normalmente se tienden a realizar en familia, siempre que las circunstancias lo permitan.
Si nos trasladamos a la comunidad de vecinos, a la hora de la reunión, se acude como los objetos flotantes en el mar, cada uno lleva una velocidad específica, sólo unos pocos, son los verdaderos responsables al cumplir con el horario de la citación.
¿Por qué de este cambio en el concepto de puntualidad? ¿Por qué el valor del encuentro, de la cita, del compromiso, ha adquirido un valor diferente? Disponemos de medios de comunicación instantáneos, sin demora alguna, no hay distancias en el tiempo, y esto quizás nos haga ver una diferente medida de éste, perdiendo así vigencia el concepto de puntualidad, éste ya no tiene el valor que históricamente se dio, ha perdido su valor, carece de relieve, de importancia, incluso del valor social, de orden, de organización, de respeto, de deferencia, que siempre tuvo.
Vivimos más ensimismados, más mirándonos a nosotros mismos, cumpliendo un perfil prototipo de hedonistas, con lo cual pensamos mucho menos en los demás, a no ser que los necesitemos, hemos adquirido un sentido utilitarista, y en consecuencia el tiempo no le consideramos ni respetamos, no tiene para nosotros el valor que realmente debe de tener.
De todas formas, junto al escaso valor de la puntualidad, que se viene dando desde la familia, incluso desde el colegio, donde se recuerda por escrito en las puertas de las diferentes aulas, “pasado cinco minutos de la hora de entrada, se cierra la puerta”, podemos situar como contrapunto, el concepto que del mismo tienen algunos individuos, y de forma especial los que responden a un perfil de personalidad perfeccionista, para los que lo importante es, la exigencia, el control, y la laboriosidad, son pues esclavos del orden, del rigor y de la seriedad, por lo que ejercen la hiperpuntualidad, adelantándose siempre a la hora prevista o acordada.
Junto a estos, están los que disponen de unas coordenadas difusas, no saben si van o si vienen, están como sueltos, sin referentes concretos, sin ataduras, sin dirección, sin percepción alguna de la existencia de límites, siendo por ello pieza fácil de cazar, por el primero que se le ocurra. Son personas que sin referentes y sin rumbo, no saben medir el tiempo, carecen de objetivos concretos, de tal forma que viven dispersos, de aquí que los compromisos no les aten, no les indican nada dentro del desorden en el que viven, incluso éste puede en ocasiones ser tan exagerado, que pueden poner en peligro, algún aspecto o situación familiar o particular importante, por su actitud de verdadera irresponsabilidad.
La impuntualidad, puede tener varios significados. Puede tratarse de un hábito, una actitud con connotaciones de asociabilidad; puede obedecer a que carezca de importancia o interés específico, no hay nada en juego, no es nada significativo; puede en otras ocasiones ser una forma enmascarada de rechazo, o a la persona con la que se ha citado, o al hecho para el que se cita; o una forma de castigo al que espera; o incluso una muestra de falta expresa de respeto; o una forma de pasar, de falta de motivación; en ocasiones se busca cierto protagonismo, fundamentalmente las personas con bajo nivel de autoestima.
La naturaleza nos recuerda diariamente la existencia de un orden, o de unos ritmos determinados, esenciales para nuestro discurrir normal, tanto a nivel interno o fisiológico, como a nivel externo o de convivencia con el resto de los seres y de las cosas, su respeto y aceptación favorece nuestra salud general, y de forma específica la referida a la salud mental.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023
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