30 Jun 2022
J junio, 2022

La soledad

Baltasar Rodero

La soledad para todos nosotros implica marginación, exclusión, alejamiento de la norma, incluso desprecio de ésta, en definitiva ausencia de implicación en el palpitar de la vida. Se trata de una enfermedad social como el estrés o la depresión. Freud hablaba de enfermedad destructiva.

Diferentes  estudios (Cacioppo), nos indican que uno de cada cuatro individuos se queja de soledad, incluso en alguna otra encuesta se habla de uno de cada tres, es decir, que más de un 25% de la población sufre de soledad. Dos millones y medio de personas viven solas, 70% mujeres.

Es un fenómeno natural, que surge a lo largo de nuestro tránsito en la vida, por la desconexión del grupo con el que estamos identificados, desaparecen los  referentes, surge la desconfianza como defensa, y se incrementa el sistema de alerta, con la disminución de las defensas fruto del esfuerzo, incrementándose el índice de mortalidad un 26%.

El modo de convivencia social,  favorece el sentimiento de soledad, fundamentalmente por los movimientos migratorios, así como por lo prolijo y sofisticado de las múltiples redes sociales. Aquella provocando desarraigos, y ésta propiciando acercamientos ficticios, que al final provocan vaciamiento emocional.

Por otra parte la soledad impuesta, conlleva siempre desconexión, amputación de todo tipo de raíces. Supongamos la situación de un condenado a cadena perpetua, para su supervivencia ha de recurrir a la fantasía, para seguir conectado a la vida aunque sea ficticiamente, es una actitud puramente defensiva, a la que nos asimos, utilizada como soporte de nuestra existencia.

Existe una soledad buscada, deseada, incluso trabajada, es aquella que nos permite estar con nosotros, desarrollar cierta actividad intelectual, es una soledad positiva, creadora, dinámica, que nos insufla bienestar, actitud positiva.

La soledad no tiene sexo, afecta a hombres y mujeres, no se corresponde con raza o cultura, es un hecho natural que se desarrolla por la desconexión con el grupo con el que nos hemos identificado, y que el barrido de los referentes exige la necesidad del reencuentro con otros nuevos, en cuya búsqueda hemos de desplegar todas nuestras energías. Pascal comenta que todas las desdichas del hombre derivan de no saber estar solo.

Es un esfuerzo, que mantenido en el tiempo, provoca enorme desgaste, disminuye nuestras capacidades intelectuales al atender a más requerimientos como la defensa de nuestro equilibrio, disminuye la resistencia al esfuerzo, aumenta la tensión emocional, controlamos peor nuestros impulsos, disminuyen las defensas inmunitarias, y la expectativa de vida se acorta.

Al ser nuestro perfil de personalidad diferente, se da la circunstancia que no todos los individuos tienen la misma respuesta frente a la soledad, los hay que se adaptan mejor al disponer de unos recursos emocionales que facilitan su implicación y participación en el grupo.

Por otra parte existen otros individuos más inseguros, menos empáticos, más desconfiados y suspicaces, que les cuesta más, incluso les es imposible adquirir el sentimiento de pertenencia. Es tan grande el miedo y el dolor frente al rechazo, que de forma lenta se van construyendo su mundo desde donde otean los avatares de la vida, y desarrollan a la vez un relato de justificaciones de su alejamiento, para no sentirse culpables. “No merece la pena», “es un mundo inhumano y destructor”, “sólo importa el poder, el rango social».

Estos razonamientos, enmascaramiento de su impotencia y de sus limitaciones en el campo de las habilidades sociales, les llevan a implicarse más, y más, en su esfuerzo productivo, pudiendo llegar al logro de grandes objetivos. La literatura está repleta de personas solitarias, que fueron grandes poetas, pintores, investigadores, etc.

Para una mejor integración y comprensión del proceso de la soledad, tenemos que pensar que el mundo no está articulado para facilitar una vida armoniosa, su formato sólo permite crecer al que produce más interesadamente, al mejor situado socialmente, y esto exige competir, rivalizar, etc., actitudes que en el fondo generan lejanía, desconfianza, la composición de alianzas interesadas, el juego con las mentiras o medias verdades, la insolidaridad y con ello la injusticia y la insatisfacción permanente.

Un animal que le llega la hora de su comida le damos su ración y queda plenamente satisfecho. Un individuo desea algo, lo obtiene, y se genera de inmediato otra nueva necesidad, que engendrará otra sin solución de continuidad.

El individuo es así, ése es su comportamiento normal, enmascarándole ocasionalmente con alguna obra que le serene o le propicie algo de paz, y además no es fácil el cambio aunque no imposible, dado que en circunstancias extremas, cuando vemos de cerca la finitud, nuestros protocolos se revisan.

Fuente Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022