14 Jul 2022
J julio, 2022

Las becas

Baltasar Rodero

En alguna otra ocasión de forma puntual, he traído al presente el pueblo donde vi por primera vez la luz, polvoriento, con casas de adobe y tapial, casas casi uniformes de pequeñas dimensiones, donde se convivía con los animales, generalmente mulas dedicada a las labores del campo, presididas por puertas de dos hojas, siempre abierta la de arriba como invitando a pasar al transeúnte, hogares romanos, a ras del suelo, calentados por madera de almendros o pino, pequeñas cocinas donde se realizaban, además de las viandas, las reuniones familiares, hacían  lo que hoy denominamos salón comedor, junto a ella se entraba por una puerta a dos o tres habitaciones, y por la otra a las cuadra propiedad de los animales.

Teníamos dos escuelas, con un maestro para los niños, y una maestra para las niñas, los sexos estaban separados, cuyas ventanas no ajustaban,  amén de que los cristales estaban muchos rotos y otros había desaparecido en parte, y la puerta de entrada, vieja, deteriorada por pintadas o señales groseras realizadas a punta de navajas. El frio en el invierno era el que había en la calle, llegando en ocasiones a 10 grados bajo cero, que con calzado viejo e inadecuado como la ropa, y a pesar de poner en los pies una lata grande de sardinas con el rescoldo y brasas que restábamos del hogar de casa , en ocasiones era muy difícil escribir, leer, o simplemente sentarse, estábamos congelados.

El maestro que ejercía cuando yo estaba escolarizado, era muy inquieto, muy temperamental, muy exigente y trabajador, quizás sin darse cuenta de nuestra realidad, en ocasiones no se había ordeñado a la cabra cuya leche nos alimentaba por la mañana, y nos sentíamos hipoglucémicos, hasta que no llegaba el recreo, que te daba tiempo de ir a casa corriendo, tomar una tazón de leche con pan, de 10 o más días, que reconfortaba.

Inteligente, y entendiendo la situación de la comunidad, sin agua, más que la que emanaba de dos pozos, a donde las mujeres se dirigían cada mañana a cargar sus cántaros, y con muy escasos recursos, ya nos hablaba de las becas, ello significaba que uno después de la escolarización normal, hasta la edad de los 14 años, podía seguir estudiando o formándose, en escuelas superiores, siempre y cuando el expediente académico lo permitiera.

Recuerdo el empeño que él ponía en esta situación, “podéis seguir estudiando y salir de esta situación de pobreza, necesitáis notas altas, y solicitar al ministerio una ayuda económica para seguir vuestra formación”, era algo como fantasioso, nadie se podía imaginar salir de un pueblo, escondido y sin recursos, dirigirse a una ciudad, donde poder seguir estudiando y llegar a verse algún día como el médico del pueblo, única persona junto al maestro, que estaban en posesión de una carrera.

De ahí partimos los niños de aquel entonces, de esa oscura nebulosa, de ese infierno ciego y triste, de esa pena que ahogaba, de ese monstruo amenazante que oprimía especialmente, cuando la cabra no daba leche, o las gallinas no ponían los huevos necesarios, sé desde entonces que es una beca, se cómo nació la idea así como la energía que la alumbró, la miseria, la desgracia social, la ignorancia y especialmente la pobreza, no la falta de recursos, sino la ausencia de recursos, pues unos garbanzos en la era, que fueran pasto de una tormenta de verano, dejaban a mas de una familia viviendo un año de prestado, porque la solidaridad era el mayor elemento cohesionador, todos compartían todo, nadie se quedaba sin nada.

Desde estos antecedentes, desde la sabiduría y experiencia que te muestra la verdad, resulta cuando menos chirriante, escuchar aseveraciones como las pronunciadas por la Presidenta de la Autonomía de Madrid, cuando el 34% de los parados no tienen derecho a nada, cuando más de tres millones de ciudadanos viven en estado de exclusión social, cuando tantas y tantas familias  viven con sueldos de miseria, cualquier persona normal, sin prejuicios, tiene dificultad para entender, y menos para compartir,  que las becas pueden ser solicitadas y concedidas a jóvenes, cuyos padres obtienen rentas cuantiosas.

La esencia de las becas es, permitir que jóvenes brillantes, que cultivan el sacrificio y la constancia en el estudio,  obteniendo el premio de conseguir óptimas notas, pueda seguir formándose, a pesar de carecer de recursos económicos, circunstancia que no ha de excluir, a que estudiantes brillantes, hijos de familias acomodadas, puedan tener cierta compensación económica, al ser matriculados, en cuanquier de los centros públicos de enseñanza.  

Fuente: DR Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander, Julio 2022.