Hace unos días he visto por tercera vez, a una joven de 18 años, amable, cercana, empática, sin estridencia alguna, coherente en su exposición y locuaz, que en compañía de sus padres manifiesta que de momento no quiere seguir los estudios, que de acuerdo a su edad y circunstancia la corresponde.
Buena estudiante, aplicada, seria y responsable, ha ido superando los diferentes cursos de primaria, bachiller y el acceso a la universidad, su currículo es envidiable, además de en cuanto a rendimiento escolar, a la aplicación y responsabilidad como estudiante, jamás los padres han tenido queja de su aplicación como estudiante, ni de su comportamiento, mantiene amigas y amigos de siempre, sus relaciones son normales, no ha tenido nunca pareja aunque lo desea, manteniendo en conjunto una actitud rectilínea, normal y provechosa, incluso se podría decir que feliz.
Ante todos estos antecedentes, los padres no pueden entender su actitud de abandonar de momento su itinerario normal, no se niega a retomarlo más adelante, pero ahora se quiere sentir más relajada, distendida, sin que se sienta obligada a nada, quiere ser libre para hacer lo que quiera, aunque nada de lo que ha propuesto se puede considerar anormal, dormir, salir con amigos y amigas cuando lo desee, sin que la hora tenga que ser un impedimento, ir de visita algún lugar nacional o internacional para conocer el mundo y su gente, y de forma especial aumentar su relaciones sociales, y todo ello con cargo económico de sus padres.
Cuenta con un hermano mayor, ya con un título universitario, que trabaja en la empresa familiar, y obviamente no está de acuerdo, entiende que no la asiste derecho alguno, para además de no aportar nada a la familia, hacer que esta cargue con sus caprichos, con sus fantasías o sueños. La situación familiar es muy compleja, se está agravando las relaciones, incluso se dan enfrentamientos puntuales entre diferentes miembros, unos criticando incluso depreciando la actitud de la hija y otros más complacientes en el deseo de atraerla hacia unas relaciones normales como siempre han sido en la familia.
La hija mantiene desde su personalidad madura, que es una ampliación de su educación, que es como un máster adelantado en relaciones sociales y que los padres están obligados a proporcionárselo, no repara si pueden económicamente, ni en lo que piensa su hermano gerente de la empresa, ni tampoco en el trauma que una situación tan singular pueda tener en la convivencia matrimonial y familiar, asume que no es lo corriente pero no por ello hay que pedir perdón, no quiere seguir el camino clásico.
La singularidad del caso me hace traerle a esta columna en el deseo de que nuestra mirada se amplie observando situaciones para las que no estamos preparados pero que cada día se dan con más frecuencia, iguales o parecidas, y es que la vida evoluciona, y las personas han de observar estos cambios propios de esta evolución para buscar el mayor grado de adaptación al mismo y con ello el mayor grado de provecho.
La hija jamás ha dicho que deje de formarse, o que no la gusta formarse, o incluso que quiere formarse en otra área de conocimiento, su actitud hasta la fecha ha sido rectilínea, trabajadora, cumplidora, responsable, ni un mal ejemplo, integrada en la familia y con las amigas y amigos, y todo ello envuelto en una actitud de esperanza e incluso de felicidad, las relaciones con sus padres y hermanos normales y colaboradora en todo.
Antes de dar el gran paso, que es titularse en la universidad, quiere observar, palpar, entender la realidad que nos rodea, otros estilos de vida, otros métodos de estudio, otros movimientos sociales, otros lugares físicos, otras formas de pensar y de ser y de relacionarse, en definitiva, quiere enriquecerse emocionalmente, madurar, dar brillo a su actitud frente a la vida atesorando más recursos.
Esto dentro de nuestra planificación formativa global no tiene cabida, no es de extrañar que padres, hermano y demás familia, se muestren en contra, la critiquen y se enfrenten a la joven.
Situación, que en base a su personalidad la da más fuerza, fortaleciendo su decisión entendiendo que está en lo cierto y que no puede ceder, es una oportunidad que le da la vida y la tiene que aprovechar, sus padres, según su opinión tiene la obligación de darla la formación que ella desee, y como se la pueden dar, porque económicamente se lo pueden permitir han de hacerlo.
Después de varios contrastes de criterio con los padres, mi orientación fue, su hija es ejemplar, como persona, hija y estudiante, sabe lo que quiere, que es enriquecer su formación, apláudanla, y apóyenla es muy positivo lo que desea para su maduración como persona.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023
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