La percepción en principio puede impresionar de caprichosa, pero respeta unos patrones de comportamiento al fijarse y retener, aquellas imágenes que son más familiares, más cercanas, que conmueven y nos emocionan, marcando nuestro estado de ánimo.
Una joven normal, trabajadora, que tiene su vida ordenada, de la que se siente satisfecha, y que carece de pareja, lo normal es que no se dé cuenta si se cruza con una mujer embarazada, sin embargo, esta mujer trabajadora, con pareja y embarazada, se dará perfecta cuenta de esta visión, incluso contará cada día cuantas embarazadas ha visto, de tal forma que le parecerá una cantidad enorme, porque jamás se detuvo en contarlas cuando ni estaba embarazada, ni contaba con embarazarse.
Yo últimamente, y no sin saber porque, dado que soy, a la vez que me siento y ejerzo de abuelo, me estoy mirando sin quererlo ni buscarlo en los abuelos, y de forma especial en las relaciones con sus nietos. Los jueves generalmente acerco a mis nietas al cole, y en la puerta del colegio coincido con un grupo de abuelos, los padres están trabajando, y nos toca, como alternativa, o porque lo buscamos como es mi caso, recoger a los nietos en el coche, y llevarles al cole.
Es un momento precioso cuando lo realizas con tiempo, cuando lo buscas, cuando lo deseas, ya en el coche surgen comentarios que se pueden dirigir, llegando con ello a la información de su estado de ánimo, de sus pensamientos frente al colegio, de su opinión de los compañeros, de la dinámica de clase, de cómo lo pasan en el recreo, de los amigos que tienen, de cuál es su juego preferido, o sus compañeros más cercanos, así como de los padres de alguno de ellos…información enormemente valiosa a la hora de orientar, corregir, o subrayar comportamientos.
Esta situación me trae al presente las relaciones que yo tenía con mis abuelos, digo con mis abuelos, porque a una abuela no la conocí, y a la otra la traté puntualmente. El contacto o conocimiento de ellos, se fue elaborando lentamente, como es lógico, yendo con el tiempo naciendo en mi sin darme cuenta, tres tipos de sensaciones, una de cariño, de cercanía de ternura, otra de respeto, especialmente hacia mi abuelo materno, y otra la de admiración, los sentía altos, fuertes, resueltos capaces de casi todo.
Mi abuelo materno, era muy serio, riguroso, laborioso, activo, ahora le siento competitivo. Disponía de un importante patrimonio, situado en nuestro pueblo, muy pequeño, con casas de adobe y calles polvorientas, su lenguaje era resuelto, con imposición pero amable, siempre el argumento era el rigor, el esfuerzo, el trabajo, la constancia, el hacer bien las cosas.
El abuelo paterno, era más cercano, más amable y sonriente, más humilde, pendiente más de las necesidades de los demás, que de las suyas, que las tenía, sus conversaciones eran cuentos rebuscados en su inconsciente, el argumento era el juego, el amor, la solidaridad, la cercanía y la amistad, el compañerismo y la justicia, siempre estaban presentes.
La verdad que visto en la distancia, eran dos visiones alejadas, pero complementarias, el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, el cumplimiento de la norma, y el rigor, junto con el cariño, respeto, consideración, flexibilidad, compañerismo, colaboración y complementariedad, además, entre ellos se llevaban bien, uno hacía sonreír al otro.
De ellos aprendí todo lo que he señalado, que la verdad, la naturaleza de los hechos se da en la mediana, entre el rigor y la flexibilidad, entre el sacrificio, y el disfrute tierno y amable de las cosas, entre la honestidad y el rigor y la aceptación y disculpas, entre el esfuerzo personal y la solidaridad o el compromiso con los otros.
Estos son los valores que hoy nosotros hemos de trasmitir a nuestros nietos, y solo lo podemos hacer desde la práctica de los mismos, desde la ejemplaridad, este será el referente que interiorizarán, y que podrán ejercer en su vida, cumpliendo así su papel heredado, que trasmitirán algún día a los suyos.
Cuando falta esto, se desvirtúa, se perturba, se disocia, o por pereza no se ejecuta, nacen seres alejados del cumplimiento de la norma, cuyo guión está marcado por sus caprichos, por sus simples deseos, por sus egoísmos, por sus impulsividades primitivas, por sus ambiciones, por sus deseos de destrucción, por sus resentimientos.
Hoy estamos sufriendo lo que significa un asocial, una persona que odia a los otros, que desea la muerte de colectivos con responsabilidades sociales y solidarias, que desea el sufrimiento al que caprichosamente le parece, pero que incluso llega a expresar odio, y agresividad física, que difama e injuria de forma gratuita, que atenta contra el honor de personas y grupos, que propone la comisión de delitos, que incita al odio y a la destrucción de personas y colectivos, que ensalzan el terrorismo, fascinándose con sus efectos.
Solo los que aniden como ratas en el subsuelo, lo pueden entender, compartir o defender. Librémonos de las ratas, de la carcoma que corroe el armazón social de nuestra convivencia, defendámosla.
Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander marzo 2021.
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