Hace un tiempo acudió a consulta una señora recién jubilada, vivía sola, su marido hacía unos años que había fallecido tras una larga enfermedad. Después del transcurso de un tiempo en el que consiguió reponerse, inició una vida normal, donde participó de forma activa su perro.

Me relató las curiosidades del can y su relación con él, era rica, variada, y sobre todo afectuosa, “de nadie he recibido tanto cariño, me comentaba, jamás me sentí sola junto a él, pero además de acompañada, enfatizaba, me sentía segura, nada con él me podía ocurrir, entendía hasta que tipo de personas entraban en la escalera, su ladrido era diferente para el residente o sus familiares, y para el extraño, el ajeno a la casa”.

“Pero un vehículo, cuando paseaba una tarde con él, pues era mi eterno compañero, le atropelló y falleció en el acto. Desde entonces, estoy situada en una tristeza infinita, junto a una enorme soledad, me falta todo, me siento perdida, desorientada, como si desconociera el norte, nada me motiva, nada me estimula, mis sentimientos han desaparecido, me siento por dentro congelada”.

Me comentó, además, que no podía comer, que había perdido algo más de 5 kg en los últimos 6 meses, que no descansaba ni salía de casa, no podía ir a lugares que le eran familiares, donde acudía con su perro, la casa la sentía completamente vacía, como se sentía ella misma por dentro, y ante esta situación, una amiga la había obligada a realizar esta consulta, porque en el fondo entendía que no debía estar así, era solamente un perro, aunque un perro muy especial para ella.

Desde Aristóteles, sabemos, que el individuo es un ser social por naturaleza, que necesita a los otros para ser, para estar, para trascender en la vida, que la comunicación, el sentir a los demás, no es solo un deseo sino una necesidad, por ello su principal enemigo es la soledad, la desconexión del resto de los seres, y en este caso el perro es un ser vivo, que respira, acompaña, protege, y defiende hasta entregar su vida.

Desde esta necesidad sentida, y expresada mediante la búsqueda de compañía, se podría entender la relación del individuo, con los distintos animales domésticos que actualmente pueblan los hogares, son como una prolongación de éste, que alimenta sus sentimientos, ello les permite tener conversaciones, en las que la interpretación de los gestos permite hacer una lectura de cada respuesta,

En este sentido, no es extraño observar en la vía pública, al dueño de un perro dirigirse a él, en los términos que la circunstancia exija, e iniciar así un verdadero diálogo, que se suscita desde la necesidad del dueño, al observar un hecho que requiera una aclaración, tras la que obtendrá la gratificación buscada, dado que la respuesta del perro siempre generalmente es positiva, depende sólo de nuestra interpretación.

Cualquier animal de compañía, y especialmente el perro en este caso, nos permite todo tipo de expresiones, agradables, groseras, de gratitud, de halago, de esperanza, de deseo etc., y además guardan respeto y atención humilde y sincera. Sentimos la comunicación, no hablamos a una pared o a un saco, hablamos a un ser que respira y nos atiende, y además nos entiende. Entiende nuestra tristeza y la expresa con una actitud de congelación, quedándose inerte, también entiende nuestra alegría, se agita orgulloso, y entiende nuestros deseos de paz, con su quietud, o de levantarnos cada mañana, con sus avisos puntuales, o de alimentación, manifestada con sus movimientos persistentes, además, de con sus susurros de petición de consuelo, etc.

Todos los animales domésticos, pero de forma especial el perro, tienen enormes efectos positivos para el individuo en general. Al niño, le potencia su desarrollo emocional, se siente acompañado, querido, responde a sus necesidades, y además interioriza los límites de una convivencia normal, aprende a distinguir cuando hace daño y cuando halaga o quiere, porque la respuesta es diferente.

En términos generales, en las familias es un lubricante, si estamos tensos y dirigimos en su dirección los improperios, aguanta todo sin rechistar, y si estamos contentos, nos acompaña en nuestra alegría, es uno más en la expresión de cariño y ternura, y además lo expresa como nadie, sin reserva, y si nos cansa, le paramos sin que muestre enfado ni rencor.

En cuanto a las personas mayores, y aquellas que sufran alguna incapacidad, la entrega es absoluta, su compañía es fiel, se presta a todo, se regala permanentemente, en definitiva, da, en términos generales lo que el dueño necesite. En este caso, simplemente pensar en la ayuda que presta al ciego, es realmente sus ojos, ve a través de él, sin condicionamiento alguno, de forma altruista, con entrega fiel.

Es emocionante en grandes catástrofes, ver a los diferentes canes moverse hasta la extenuación, buscando vidas, olfateando la existencia de algún ser que respire, acto que realizan sin reserva alguna, poniendo su vida en verdadero peligro, incluso hasta entregarla. Lo mismo ocurre con aquellos cuyo objetivo es buscar artefactos explosivos, etc., cuanto, les tenemos que agradecer.

En general, el trato a los animales, es un fiel reflejo de la cultura de un pueblo, siempre han servido generosamente al individuo hasta entregar su vida, sirviéndole como alimento, o cazándolo para él, han sido su transporte, han colaborado en la realización de sus tareas, le han dado y le dan, compañía, seguridad, amor, sin que pidan nada a cambio, yo por lo menos propondría un agradecimiento que se llamara, respeto.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023