26 Sep 2022
J septiembre, 2022

Los despistes

Baltasar Rodero

Quizás se trate de una de las quejas más frecuentes de nuestra sociedad, incluyendo a los ciudadanos de todas las edades, razas y clases sociales, “eres un despistado”, frase que se repite de forma continua, entre la madre y el hijo, entre amigos, en el matrimonio… y es que en la vida se pueden dar personas despistadas, que no ponen  atención en la observación de los hechos, al carecer de curiosidad, aunque también los hay que sufren de un trastorno de déficit de atención, no tratado en la edad infantil, y cuyo síntoma fundamental, déficit de atención, persiste, incluso en ocasiones, junto a otras patologías.

Dejarse las llaves en casa, olvidar el paraguas en el restaurante, el sombrero en el comercio que acabamos de visitar, o incluso olvidar el cumpleaños de un hermano o hijo… son acontecimientos cotidianos, corrientes entre todos nosotros, que no tienen más significado en principio, que ser un despistado, por lo que no es malo ni preocupante, incluso parece que es consecuencia de una alta inteligencia.

Una investigación realizada en los procesos mentales implicados en la memoria, como almacenamiento de información, indica que las personas despistadas u olvidadizas, no lo son en realidad, simplemente disponen de una capacidad especial, para deshacerse de lo insignificante, según el mundo de sus intereses, reteniendo exclusivamente lo relevante, aquello que les permite lograr sus deseos o aspiraciones.

Para otros autores, no se trataría de que dispusieran de una inteligencia superior a la media, más bien respondería a la capacidad de regirse por aquello que les interesa, de aquí que las personas olvidadizas, disponen de un proceso atencional diferente del habitual, al estar más centrado en el campo de su conveniencia. El cerebro necesita olvidar, para aprender o adquirir conocimientos nuevos, lo que ocurre es que estos los selecciona y ordena, porque la memoria es un proceso activo, proceso en el que tiene especial protagonismo la atención, la utilidad y las necesidades de cada uno.

Blake Richards apunta, que la información se queda obsoleta con demasiada brevedad, de aquí que la necesidad de recordar, exige una regularización de la información adquirida, buscando un orden y las relaciones entre los conceptos aprendidos, dejando en el camino todo aquello que impresione de aleatorio, dentro del proceso de selección, al priorizar la información esencial, por esto se dice que estas personas disponen de una atención selectiva, base de los recuerdos posteriores.

El despistado, tiene que ver en ocasiones con sus rasgos de personalidad, los obsesivos, rígidos e inflexibles, son incapaces de flexibilizar la información recibida, son como estructuras rígidas e impenetrable, no adquirirán con demasiada frecuencia conocimientos nuevos, y su lenguaje y actitud será muy estructurada y yerta. De igual forma, aunque la base sea diferente, ocurre con las personas impulsivas, no se adaptan, ni reflexionan sobre la realidad, disponen de un discurso abrupto y rectilíneo, y se dejan en el camino la riqueza de una lectura más sosegada.

En ocasiones, con el transcurso del tiempo, la memoria ha ido perdiendo capacidades, surgiendo como consecuencia la aparición de despistes u olvidos. No recordar el nombre de un conocido, olvidarse lo que se iba a hacer, utilizar esa expresión tan manida, “lo tengo a la punta de la lengua”, estar ausente, o con falta absoluta de interés en reuniones satisfactorias… son todas situaciones que nos indican en principio, la presencia de cierto tímido deterioro.

La memoria según los neurólogos, y de forma especial Andrew Budson, profesor de neurología de la universidad de Boston, alcanza su mayor rendimiento a los 20 años, para empezar a descender a los 40 o 50 años, y a necesitar que nos repitan las cosas, pasar más tiempo hasta encontrar la expresión o el concepto deseado, o incluso en ocasiones, a sugerir la necesidad de una ayuda, que nos ponga en la pista de lo que buscamos… porque muchos comienzan a perder u olvidar cosas. Pero, ¿cuándo se trata de una mera distracción o cuándo de un problema de salud?

Cuando la información obtenida y correctamente almacenada, no consigue ser recuperada, incluso contando con ayudas externas, el profesor Budson considera, que se trata de un despiste patológico, o deterioro cognitivo. Por otra parte hemos de tener en cuenta, que hay procesos emocionales, depresión, ansiedad… en los que la memoria puede estar temporalmente disminuida.

En esta línea, se considera recomendable solicitar la orientación de un neurólogo, y de forma especial, cuando empecemos a repetir machaconamente historias pasadas, cuando utilicemos permanentemente el mismo discurso, o siempre que reiteremos de forma insistente las mismas preguntas, dirigidas incluso a distintas personas, o cuando el campo de nuestros intereses haya mermado.

 

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022