LOS FANTASMAS DE LA PSIQUIATRÍA. La percepción que en general se tiene de la psiquiatría, ha sufrido profundos cambios en las dos o tres últimas décadas, no obstante queda una gran bolsa de población, que aún se sigue moviendo entre diferentes fantasmas.

Falsas ideas

Quizás la primera y más importante sea, aquella por la que se mantiene el concepto, de ser una especialidad para locos. Aún no es raro asistir al inicio de una consulta, al comentario por parte del paciente, “mire Vd., me trae la familia pero yo no estoy loca». Con paciencia y con tiempo, hemos de ir acercándonos emocionalmente al paciente, hasta llegar hacerle entender que a nuestra consulta, generalmente no acude ningún loco, que responda a la concepción social de locura, y sí, nos visitan personas que sufren, que lo están pasando mal.

Otra idea falsa enraizada en cierta población, se corresponde con aquellos que claramente expresan,  “no creo en la especialidad de psiquiatría», “no puedo entender que el sufrimiento, fruto de un problema grave, p.e. el fallecimiento de un ser querido, vaya a mejorar o curar , por el consumo de unas pastillas, o unas charlas». “ Me parece cuando menos extraño».

Esta situación encierra dos premisas que se solapan, y cuya base es la ignorancia por falta de información.  La medicación específica va a permitir un reequilibrio de los neurotrasmisores o sustancias bioquímicas, que por el efecto del trauma, han perdido la armonía o equilibrio.

Miedo a los fármacos

Es lo que ocurre cuando nos enfrentamos a un examen, o a una pregunta del maestro, algo puramente psicológico como el miedo al examen, o al comentario del maestro, se transforma, por la alteración de las sustancias indicadas, en síntomas físicos, como temblor, sudor, micciones frecuentes, etc.

Por otra parte el diálogo dirigido y estructurado (psicoterapia), no es algo tan simplista, en un proceso cuyo objetivo  es, el de integrar el problema, emocionalmente, como algo consustancial, a la vida ordinaria.  

Se da con frecuencia, incluso en personas con cierto nivel cultural, incluso universitario, cierta reticencia frente al tratamiento farmacológico,  primero porque dudan de su eficacia, y segundo por la enorme importancia que para ellos tienen los efectos secundarios. Se leen todos los prospectos, y el miedo puede ser incluso paralizante.

Puede ocurrir algo insólito, y es que vengan consumiendo unas  hierbas que les han recomendado, aquellos que admiten que les resolvió el problema, no observando el significado y trascendencia del hecho. Hemos de tener en cuenta, que el control sanitario de la producción y comercialización de un fármaco, exige años de trabajo, y son los garantes de su seguridad. Aspecto que no se tiene en cuenta en la producción y consumo de las hierbas, amén de que estas tengan sus propias incompatibilidades, con el consumo simultaneo de otros medicamentos por patologías concomitantes, así como sus propios efectos secundarios, no siempre conocidos.

Miedo a la adicción

Tras ese miedo, en ocasiones imposible de superar, también  se añade el temor  a la adicción, en reiteradas ocasiones nos exponen esa posibilidad, al entender que no podrán dejar el tratamiento, porque ello implicaría la recaída.

En otras ocasiones, aluden a que ellos no quieren cambiar su personalidad, que están contentos como son, y que la medicación les dará una distinta visión de la vida. En resumen, se trata de una falta de información fiable, que unida al miedo a lo desconocido, provoca enormes dosis de inseguridad, dudas, e incluso rechazo, cuando en la realidad es uno de los pilares de nuestra longevidad,  junto a la higiene y a la alimentación equilibrada.

La antítesis de este genérico problema, sería el de la psiquiatrización, que se suscita entre otros argumentos por nuestro bajo umbral al dolor, junto a nuestro hipersensible nivel de frustración, presente, siempre que cualquier cosa no da el resultado esperado. La capacidad de sufrimiento es mínima, de tal forma que ante situaciones que son consecuencias normales de una vida, inmediatamente solicitamos ayuda, sin darnos cuenta que estamos frente a una situación normal y cotidiana.

Ocurre p.e., con el enfrentamiento al duelo, obviamente podemos asistir en ocasiones a un cuadro de duelo patológico. Pero el duelo en sí, es un proceso doloroso, quizá incluso dramático en sus primeros estadios, pero lo normal es que el transcurso del tiempo permita su superación. Primero lo negamos, no queremos aceptarlo, después nos resistimos y nos enfadamos, y al final lo integramos y aceptamos, la vida sigue, y no nos podemos apear en la estación que deseemos.

Otros casos

El comportamiento infantil, en ambiente de cierta permisividad, y desdibujados  referentes, ofrece en ocasiones expresiones con connotaciones singulares, destacando el bajo rendimiento escolar, al vivir en un medio poco motivador, y para lo que se pretende en ocasiones una respuesta profesional.

O el joven, que contrae por su voluntad cierta responsabilidad o compromiso, que le exige, disciplina, orden y capacidad de renuncia, y busca en una consulta lo que solo él puede dar. 

Y qué decir de ciertas personas mayores, donde por la biología se subrayan ciertos rasgos de personalidad, que el ambiente familiar prohíbe, porque rompe la comodidad familiar y son dirigidos a consulta, buscando una solución profesional.

O del adolescente, que subido a la ola de las quejas ante un fracaso en el estudio, aduce falta de concentración como causa, para lo que busca soluciones profesionales, despreciando los conceptos de motivación, constancia y renuncia.

Esta actitud, por parte de una demanda cada día más plural, y nacida siempre de la vivencia de cierto grado de irresponsabilidad, o de falta de maduración cívica, presiona en ocasiones a profesionales con tiempo muy limitado, provocando que el consumo de psicofármacos en España, represente el 48% del total del gasto farmacéutico, y que en la consulta de atención primaria, hasta el 60% de los usuarios, lo son por reales o supuestos problemas mentales.

Fdo. Dr. Baltasar Rodero. Psiquiatra. Agosto 2018.