Al siglo XIX, se le conoce especialmente por la aparición de diversos ismos, entre los que destaca el correspondiente al del nacionalismo, como movimiento político que reivindica una nacionalidad. Con más frecuencia de la deseada, y de forma especial en los últimos tiempos, también se le utiliza como autoafirmación de una personalidad, por la identificación con unos principios que respeta y ejerce, y que dan forma y expresión a su pensamiento.
Su uso floreció especialmente, como consecuencia de la nueva definición de fronteras, fruto de ambas guerras mundiales. Recordemos la enorme transformación que sufrió Europa central, durante la primera guerra, así como la redefinición de fronteras, al final de la segunda, pasando el concepto de nacionalismo, después de la conferencia de Yalta en 1945, tras la que se consiguió cierta estabilización o equilibrio entre los diferentes estados, al cajón de los recuerdos, para quedar como un sentimiento de identidad o pertenencia, a unas ideas o criterios determinados, que nos diferencian de los otros.
Es y debe ser un término positivo, cuando nace del amor hacia una forma de vida, que liga un espacio físico o lugar geográfico, a la cultura, historia, costumbres, etc., de sus habitantes, propiciando primero, su pertenecía e identificación, junto al recuerdo de nuestros ancestros, y segundo, un enorme enriquecimiento, por el aporte amable y ennoblecedor, de cuantos individuos albergan algún sentimiento afín.
Es pues un sentimiento abierto, altruista y generoso, que aglutina, refuerza y enriquece, provocando seguridad, al prestar, por una parte un estatus, y por otra cierta cohesión de grupo, amén de un futuro alegre y esperanzador, como fruto de una expectativa común.
En ocasiones, se da una traslocación en su concepción, y pasa de altruismo y generosidad, a ingratitud y egoísmo, su concepto se hace así raquítico y negativo, el grupo se cierra, se contrae, y se enquista, se hace más compacto buscando seguridad, se refuerza hasta carecer de ventilación, se hace impenetrable, lentamente se fortifica, y el enquistamiento se cancerifica, como consecuencia de la búsqueda de fortalecimiento, mediante una cohesión que ahoga, e incluso asfixia.
Esta vivencia del nacionalismo suele ser dinámica, por lo que va dando pasos siempre que las circunstancias lo permiten, pudiendo cristalizar en principio, en un nacionalismo excluyente, estableciendo de forma clara y concreta, no solo las singularidades de la concepción de un grupo cohesionado, sino definiendo un proceso calculado y metódico de marginación, mediante el cual, se excluye a los otros, a los que no forman parte del nosotros, a ellos, al resto, a los demás, estas suelen ser actitudes de general aplicación.
Lo normal es que este tránsito lento pero claro, culmine dando forma a un nacionalismo violento, inflexible y agresivo, que nace, cuando con la aplicación de las normas básicas, no se ha consumado el objetivo final, que en este caso se concretará, en conseguir ser los dueños, los amos, los exclusivos y únicos, en definitiva, los diferentes, por su superioridad intelectual y de rango.
La violencia tiene normalmente un largo recorrido, que puede ir, desde la simple violencia verbal, llena de reproches, improperios, y ofensas, en las que se subraya la inferioridad de los otros, frente al nosotros, hasta la física, en principio puntual y específica, y dirigida hacia los símbolos, para pasar después a ser dirigida hacia las personas, identificadas como “los otros”.
Junto a este itinerario, simultáneamente se abre el portón del camino universal, a través del cual trascender lo injusto de la situación, definiendo los hechos como una sustracción o robo, de lo que nos pertenece, de lo que es de nosotros y para nosotros, de lo que nos da identidad presente y futura, en definitiva, de lo que supone nuestra historia, como fuente de energía.
No puede darse nada peor ni de mayor gravedad, aquí el yo individual se ensombrece, incluso se oscurece, frente a la preponderancia del yo colectivo, y desde la inconsciencia de esa nebulosa, junto a la fuerza nacida del anonimato del grupo, no solo podemos asistir a una simple pérdida de libertad, la presión, el empuje colectivo, puede ser tan violento, ciego y exaltado, que potencialmente puede provocar verdaderos atropellos humanos, situándonos así en el fanatismo perverso.
No se nos olvide que hay un aliciente o un caldo de cultivo, cuidadosamente atendido por espurios intereses, con capacidad para remover todos los cimientos, de aquí la facilidad para conseguir, una senda falsa y baldía, para una sociedad trabajadora, necesitada de creer, llena de ideales, y aspirando a mejores expectativas y destino.
La élite se juega mucho, aspira a situarse en la estela de los que les precedieron, y que tantos frutos consiguieron, utilizando el silencio, la teatralización, y la impostura, pero el quiste ha crecido, y se ha malignizado, además se ha metastatizado, y vehiculándose a través de una gran red, se ha dispersado, suscitando la aparición de células afines dispersas, naciendo desde esta trama, tupida y extensa, un sentimiento de impunidad, que permite la vivencia de cierto grado de fantasía, cegando y posibilitando la fácil penetración en diversos charcos, es el nacionalismo “ciego”.
Todo ello va a exigir, después de un depurado filtraje, sereno y sosegado, de los antecedentes del proceso y de su evolución, una repuesta, que sepa conjugar los diferente criterios o normas, fruto de la voluntad de” ellos”, los otros, que puedan permitir una convivencia amable, pacífica y próspera de todos, normas que tienen la obligación de defender su cumplimiento, las diferentes estructuras del estado, a través de sus representantes, normas de las que se derivarán la luz, la paz y la tranquilidad.
Pasemos pues de la expectación y la pasividad, a la acción, manifestémonos públicamente, seamos conscientes de que existen enemigos, que pueden ir desde la existencia de individuos neutros, pasivos, que deambulan sin objetivos, y son objeto de manipulación, a otros activos, que “atacan”, cuando la ocasión lo permite, y los menos, pero los más peligrosos, son los que con la batuta en mano marcan el paso, los hay de todos los colores, de aquí que desde el parlamento, pasando por los diferentes partidos políticos, hasta llegar al gobierno, contando con el hombro del individuo de la calle, hagamos saber que, esta es nuestra tierra, donde nuestra vida ha sido alumbrada, y donde algún día volverá, que no nos la hurten, la necesitamos, también es nuestra.
Autor: Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Octubre 2019
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