03 Oct 2019
J octubre, 2019

Machismo

Baltasar Rodero

El machismo hace referencia a la forma de pensar del varón, considerado como jefe de familia, responsable y protector de la misma. Es pues una ideología, en la que se engloba el conjunto de actitudes, creencias y conductas, siempre destinadas a la negación de la mujer.

Este comportamiento se da en todos los ámbitos de la vida, mediante una concepción patriarcal de la familia, en la que la mujer ocupa un lugar secundario, a través de una infravaloración sexual, tratándolas como sujetos pasivos, infravalorando su actividad laboral, sintiéndolas como trabajadoras de segunda clase con sueldos inferiores, no legitimándolas jurídicamente como ciudadanas de pleno derecho, despreciándolas intelectualmente al tener una inteligencia inferior al varón, o culturalmente representándolas como un objeto.

El machismo además de la discriminación, desprecio e infravaloración de la mujer, menosprecia y discrimina otros grupos sociales, como los correspondientes al LGTBI. Esta actitud ideológica, además de ancestral, por lo que está incrustada en la totalidad de las sociedades y culturas, también está presente en todas las religiones.

En algunas de las cuales la mujer es objeto que se puede mercadear o coleccionar, habiéndose institucionalizado en el tiempo, perpetuando así su opresión y sumisión, mediante las correspondientes leyes, en las que se consagra su pertenencia al varón, o mediante la cultura y costumbres, en las que además de figurar, cuando figuran, en las clases más inferiores y sin derechos, se cargan con la obligación de servir.

Es cierto que se ha evolucionado en el crecimiento y desarrollo social y cultural de la mujer, y en algunos países ya pueden conducir un automóvil o ir al futbol, que aunque impresione de increíble, si no fuera tan dramático, sería irrisorio, pero si pensamos, que en algunos lugares tienen el valor de una cabra, es un paso de gigante.

Esta situación supone nuestro punto de partida, el que señala a la mujer como objeto. En la Biblia, como ejemplo, se dice «no desearás la mujer de tu prójimo», o simplemente no se la señala, hablando, por ejemplo, «la esposa de Noé» o «la suegra de Pedro». O en Pablo a Timoteo, epístola I. 2:11-12, «la mujer oiga la instrucción en silencio, con toda sumisión. O en el Islam, cuando reciben la mitad de la herencia del hombre, o en el Hinduismo, que se paga una dote por casar a una hija, con lo que queda la familia empobrecida, de aquí que sean no deseadas.

De todas formas se ha evolucionado mucho, especialmente en el primer mundo, la mujer se ha incorporado a la sociedad, participa, se implica, toma decisiones como líder, organiza empresas y familias, de tal forma que es un individuo más con igualdad de derechos, tanto en el ámbito de la familia, como en el laboral el del deporte o el ocio.

Hoy tiene presencia en todos los ámbitos sociales, culturales, universitarios de la judicatura, del ejército o del gobierno, p.e, su presencia se ha normalizado, y su labor como la de los varones es esencial para el desarrollo y crecimiento de las sociedades.

No obstante, no en todos lugares se ha conseguido alcanzar esa visibilidad, que además de justa es necesaria, incluso esencial para el crecimiento efectivo e intelectual de las personas. Existen aun individuos que por su ignorancia o dificultad de adaptación social, por sus prejuicios y complejos, fruto de una perversa educación, por su maldad y agresividad, nacida frecuentemente como consecuencia de haber recibido malos tratos, por haber convivido entre modelos perversos, por fanatismo o perversiones, contaminados por patologías ligadas al consumo de tóxicos, por la agresividad que provoca cierta marginalidad, por la ira, irritación y vileza, que surge de un fracaso brusco y no digerido, o porque sencillamente genéticamente sea malvado, perverso, tirano, o agresivo, pues existen los tipos zafios, burdos, groseros, ciegos de ira, y además mezquinos y malvados.

Son aquellos que no poseen nada, ni a ellos mismos, porque son titiriteros o marionetas de la vida, y de las circunstancias que les rodean, y que generalmente se acercan astutamente a una mujer, en un momento en la que esta, ésta necesita afecto y aceptación por su soledad, carente de apoyos, por su desconexión social, o por falta de trama de esta, aislada emocionalmente, carentes de personas con las que compartir sus sentimientos.

La seducción no es difícil, porque en principio la necesidad es de afecto, cercanía, protección y compañía, es lo que necesitan y se lo brindan, se lo exponen, se lo ofrecen, de aquí la fácil y además agradecida aceptación. En muy poco tiempo y como correlato del afecto, llega lo que jamás falta, la ausencia de respeto, vestida como demanda o exigencia, con manifestaciones en principio sutiles a propósito de, los escotes, el largo de las faldas, las compañías, amigos, compañeros , pasando al final a las críticas explícitas de todos ellos que lo “ que buscan es separarnos “, se va haciendo más dueño de la relación, va ocupando más espacios, desplazando a todas las personas que la rodean, hasta caer solitaria en brazos del depredador.

Dueño y señor de la pieza, interiorizada como esclava, ella obedece, en principio suavemente, para después de forma despótica llegar la imposición, la demanda la exigencia, las órdenes permanentes, pero al carecer de un itinerario, además de no tener un criterio formado al respecto de la convivencia, vuelca su frustración en la imposición, en mandar, con permanentes cambios, provocando en ella graves desorientaciones, estrategia que le sirve como escusa de los primeros golpes o palizas, sobre el epígrafe de que, “es que no entiendes nada, no sirves para nada”.

Una vez se ha iniciado este camino, de perversión, sintiéndose cada día mas dueño, señor y amo, sabiendo que dispone y organiza a su capricho, vive con cierta libertad su autoridad de propietario, comenzando el trato circense, como si de animal se tratara, educándola a su caprichosa medida, nada entonces tiene límites, todo le está permitido, utilizando todos los argumento a su alcance, para modelar a un objeto, que utiliza a su antojo, y que con solo una mirada lo entiende, contentándola puntualmente con un azucarillo.

Esta parte de la relación es muy delicada, al poder presentarse cierto tipo de peligros de muerte. Una noche de juerga de alcohol y drogas, él regresa inestable o con bajo nivel de conciencia, pudiendo surgir algún momento, en el que se imponga la brutalidad sin censura, o llega el día de una denuncia, en medio de una concepción patrimonialista de la relación, «es mía y solo mía, es para mí o para nadie», pudiendo fácilmente surgir la brutalidad de la muerte, o también cuando ella, animada de cierta fortaleza denuncia su situación de maltrato, vejación, y ensañamiento, difícil de entender por él, dado que se cree que le avalan todos los derechos, al ser propietario y señor.

Fuente: Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Octubre 2019