25 Sep 2018
J septiembre, 2018

Neuronas espejo. La empatía

Baltasar Rodero

La realidad virtual se puede significar como consustancial a nuestra cultura tecnológica, por lo que su breve historia contrasta con su gran carga sorpresiva, a la vez de excitante. En esencia se trata de reproducir mediante sistema sofisticado de neuroimagen, escenarios de apariencia real, y por lo tanto ficticios y artificiosos, de los que nos podemos hasta sentir protagonistas.

Lo cierto es que nos ha permitido grandes avances en la psicología, cirugía,  gastronomía, arquitectura, educación etc., al permitirnos simulaciones o reproducciones de escenarios hipotéticos.

El rol del cerebro

Esta función de simulación es propia del cerebro, de esa rugosa masa en forma de nuez, de kilo y medio de peso, y de 1.300 cc de volumen, que se alberga dentro de la caja craneal, y que se viene realizando desde el principio de los tiempos. Podemos por ello visionar, vestir cualquier hecho o circunstancia a nuestro gusto, podemos dar forma, color, incluso sabor a nuestras emociones, plantearnos hipotéticas situaciones, predecir o adelantarnos en el tiempo, etc.

Además nos permite simular el estado mental de los otros, podemos espontáneamente experimentar sus sentimientos, prever sus intenciones, tener conciencia de su realidad emocional, si se sienten serenos, irritados, si están alegres o enfadados, si tienen prisa, si están cansados, etc., facilitando así la comunicación, la convivencia, la interacción, la socialización.

Estamos así poniendo al servicio del contacto social, la información que obtenemos del estado mental de los demás, es una de las premisas para el logro de un diálogo fluido, fresco y rico, por el intercambio de mensajes.

Es una capacidad que hasta el día de la fecha, sigue siendo tan misteriosa, como útil, espontánea e interesante, y que desde siempre ha venido preocupando a científicos, y de forma especial a filósofos, fundamentalmente desde el siglo de las luces, o siglo XVIII.

Filosofía y empatía

David Hume fue el primero en aproximarse a este hecho, escribiendo que, “las mentes de los hombres son espejos de unos para los otros», intuía así una comunicación más allá del puro lenguaje. Adam Smith, habla de la compasión, como emoción que compartimos en determinadas circunstancias. Aristóteles 300 años a.C. comentó el efecto purificador de algunas escenas del drama griego, y en el siglo XIX, se acuñó el término de empatía, o hecho por el que un individuo es capaz de ponerse en el lugar  de otro, con toda su carga emocional, la base se sitúa especialmente en la interpretación gestual.

En el siglo pasado, se subrayó  la teoría de la mente cuyo significado es la capacidad que un individuo tiene para observar en el otro, emociones, sentimientos, deseos, expectativas, etc. e interpretarlas,  y actuar de acuerdo a la información  obtenida. Esta teoría estudiada en monos por distintos equipos de investigación, parece que es innata, desarrollándose con el transcurso del  tiempo. De esta forma, un niño solo es capaz de interpretar el gesto de un muñeco,  con el paso del tiempo.

El final del siglo XX, nos aportó grandes descubrimientos, permitiendo de forma casual descubrir e identificar el fundamento neurobiológico  del estado mental. Se trata básicamente de la existencia de unas neuronas muy singulares, denominadas espejo, que se activan, tanto cuando realizamos una determinada acción, como cuando la observamos. Se tiene constancia así de la base celular fundamental de la interacción social o empatía.

Neuronas espejo

El descubrimiento fue casual, a la vez de afortunado. Estamos en al año 1.996, y un equipo Italiano de investigadores,  estudia en monos  el sistema motor como ejecutor y controlador de movimientos, así como su relación con el sistema sensitivo, o receptor de sensaciones.  La idea de la que parte es que las células motoras pueden intervenir en procesos sofisticados, hecho que Descartes dos siglos antes había señalado, al sospechar que la actividad de la neurona, no solamente era motora, responsable de la realización y control de movimientos, sino que también disponía de capacidad sensorial, al recibir una información que significaba intencionalidad.

Con este supuesto, el equipo italiano dirigido por Giacomo Rizzoletti profesor de la Universidad de Parma, premio Príncipe de Asturias 2011, investigó con macacus, y observó  actividad eléctrica neuronal,  cuando éste tomaba un plátano con su mano. Pero de forma casual , en un descanso del equipo,  un miembro del mismos al coger un plátano,  pudo observar el mismo grado de actividad  eléctrica en el primate. La actividad eléctrica neuronal hacia su presencia cuando el primate cogía el plátano, y cuando percibía que se iba acoger por otro sujeto, naciendo así  la base neurobiológica de la comprensión de las acciones de los demás.

Imitar el modelo

Son las neurona espejo las que se excitan, siendo responsables p.e. de la imitación de abrir la boca, de la risa contagiosa etc., tú tienes un gesto, expresión,  movimiento o postura etc., yo interpreto el fundamento base de la comunicación, dado que mis neuronas espejo correspondientes, me lo están indicando.

Las neuronas espejo observadas en los primates son prácticamente iguales, fisiológica y anatómicamente, a la de los individuos, están distribuidas por toda la corteza cerebral, y permiten el fenómeno de la empatía y simulación. Sin ellas nadie podría dar respuestas de acuerdo con el estímulo recibido, no lloraría frente a una desgracia, ni se entristecería frente a una catástrofe humana.

Su aplicación es múltiple y muy positiva, para estimular o rehabilitar movimientos, comportamientos o actividades, al presenciar e imitar  por el usuario un modelo.  Pensemos en un autista, fóbico, lesionado medular, ictus , afásico, amputado, etc. sus células espejo tienden a imitar el modelo, por la  excitación de las neuronas espejo, iniciando así su posible recuperación.  

Fuente: Baltasar Rodero. Psiquiatra. Septiembre 2018