En cierta ocasión asistí a un partido de futbol en el que participaba mi nieto de 11 años, era en sus comienzos de “futbolista”, y la ilusión de salir titular le ahogaba de alegría, por lo que le quise acompañar, estar a su lado, y compartir con él ese momento de alegría.

Era un enorme acontecimiento, vivido con una ilusión que se contagiaba. Padres, abuelos, tíos y demás familia, se movían alrededor del campo, esperando la hora del“pitido” del árbitro, y todo en un ambiente de distensión, felicitaciones, y vivencias de satisfacción y júbilo.

Los aplausos, el ánimo, la locuacidad y el placer que sentíamos todos eran manifiestamente insuperables. Todo se iba sucediendo tal y como se espera en estos partidos, gritos de ánimo, de orientación de jugadas, de posicionamientos en el campo, de gestos y formas de moverse, cuando llega el primer gol, un tanto raro al ser doble el autor, el que disparó, y el que mediante la posición de su cuerpo, metió la pelota.

Se suscita entonces cierta discusión, a cerca de quien fue el autor real, y con ello quien merece los honores del público, discusión que va en aumento, y en la que intervienen, primero los familiares más cercanos y amigos, para ir incorporándose más personas, exponiendo cada una su opinión.

El hecho fue agravándose, especialmente entre los padres, cuyos gritos, gestos e incluso amenazas se hacían más explicitas,interviniendo entonces el resto de los asistentes, además del árbitro, que después de un espacio de tiempo, supieron conseguir la serenidad pérdida.

Mientras, los niños asustados, tensos y tristes, sin entender lo que ocurría, no sabían que hacer ni dónde situarse, unos lloraban, esencialmente los hijos de los padres protagonistas, y el resto les rodeaban y animaban, manifestando su solidaridad y su apoyo, porque nada era tan importante como la amistad, el compañerismo, la solidaridad y así lo vivieron.

Un juego de niños, en el que participan con el mayor grado de ilusión, en el que se implican en el deseo de disfrutar, de pasarlo bien, de tener un rato de convivencia, sabiendo que es un juego entre iguales, en el que hoy mete uno más goles, para mañanameterlos los otro, ha sido torticeramente manipulado, por los instintos primitivos de unos padres inadecuados, que desconocen cuál es su lugar con respecto a sus hijos.

El contenido de este relato le he vuelto a vivir hace unos días, con la proyección de las imágenes desde el Parlamento,  todos los telediarios captaron una estampa análoga a la descrita, personas adultas, con serias responsabilidades, elegidas para representarnos a todos, tratando de ponerse de acuerdo, dentro del recinto sagrado del congreso de los diputados, sobre el sistema educativo nacional, y después de muchas “dietas” de encuentros y desencuentros, no lo consiguen, circunstancia que al proceder a la votación, y al dar cuenta la presidenta del hemiciclo del resultado, unos, los vencedores, aplauden entusiásticamente, y los otros, los perdedores, gritan rabiosamente. La imagen penosa y triste, que se ofreció, fue una ofensa grave para todas las personas con capacidad de crítica.

Después de un embarazo doloroso y muy prolongado, de muchos años, y de un parto patológico con final feliz, se abre el periodo democrático, iniciamos un camino que se decía de entendimiento, de cooperación, de colaboración, de diálogo, algo que en este caso como en casi todos, no solo no se ha dado, sino que se ha mantenido de forma consciente y deliberada el desencuentro, desde el que se ha alimentado además el enfrentamiento tan feroz como esterilizador.

¿Qué se puede pensar, cuando cada gobierno habido hasta el día de la fecha, ha venido promoviendo desde el primer día que pisa la Moncloa, la elaboración de una ley educativa, para conseguir, después de enmascaradas, y más o menos dilatadas  discusiones, cada uno la suya?, ¿dónde está situada la causa de tal anomalía?, ¿realmente se aspira a la obtención de una ley justa, eficaz, homologable, y universal, que profundice en las entrañas de una enseñanza, accesible y de incuestionable calidad?, o al diseño y defensa de “mi” ley, de la mía, de aquella que responda a mis intereses de partido, sin pensar, ni mirar, ni tener en cuenta al verdadero protagonista, que es el niño y el joven, que está perdido y desorientado en el campo de juego?. 

La impresión es que estos personajes, no saben diferenciar sus criterios, o formas de ser como personas, de aquellos que les corresponden representar como cargos públicos, elegidos por el pueblo, cuya primera obligación es la de dialogar, y de forma especial dialogar hasta llegar a acuerdos, cuando el asunto se refiere a algo tan importante como la formación de nuestros hijos y nietos, de la sabia que alimentará el vigor de nuestro futuro, que es la esencia del individuo, alintegrar sus capacidades, habilidades, visión del mundo, adecuación y saber estar, que en su conjunto le dotarán de un perfil de personalidad, libre, y autónomo, capaz de ser desde la igualdad, con los otros.

Autor: Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander. Diciembre 2020.