Una joven que vive en pareja, universitaria, con excelente puesto de trabajo, me comenta un viernes a última hora y con carácter de urgencia, “no puedo más”, no aguanto más esta situación», “todo es sufrimiento”, “no me encuentro a gusto, satisfecha, llena, relajada, etc. jamás”, “siempre tengo pendiente algún contencioso”.
En el trabajo no discurren las cosas como deben, falta orden, rigor, seriedad, implicación, responsabilidad etc., y con muy pocas excepciones todos se manifiestan pasotas, nadie se implica, todos pasan, existen tertulias, comentarios en grupo, que nada tienen que ver con las obligaciones de cada uno, se vive todo con cierto distanciamiento.
No sé cómo salen los resultados, no sé cómo conseguimos realizar el trabajo habitual, en ocasiones cuando lo pienso serenamente, creo que estoy frente a un milagro.
Ocurre parecido con los amigos, la lealtad, responsabilidad, confianza, cercanía, etc., ha desaparecido, todos o casi todos piensan en lo suyo, en sus propios intereses, sin que de alguna forma incluyan dentro de sus itinerarios la posibilidad de compartir, o si lo hacen, generalmente es por pura conveniencia.
No se puede contar con nadie, cada día los sientes más lejos, mas fríos y egoístas, me cuesta mucho pedir algo cuando lo necesito, sin embargo, cuando me necesitan se acercan sin pudor, acuden a mi despacho sonriendo, dispuestos a una charla, a un café, o te ofrecen una invitación que generalmente no se cumple.
La situación en la familia tiene el mismo perfil, somos cuatro hermanos y cada uno vive en una provincia, nos vemos ocasionalmente, aunque pienso que no es del todo negativo, porque los encuentros se convierten frecuentemente en enfrentamientos, discusiones en ocasiones agrias y desagradables, sin que por otra parte tengamos pendiente contencioso alguno. Yo siento una pena especial, profunda, de tal forma que en ocasiones me falta la energía, quedándome sin ganas de nada, refugiándome en el sollozo, en la queja y en el desánimo.
Ante esta situación acudo a esta consulta, porque la verdad no sé cómo actuar, no sé qué hacer, no se cual es y donde está mi verdadero camino. Me siento perdida y desnortada, incluso vacía, me falta la energía que tuve, la vitalidad, incluso la ilusión, y lo que es peor, últimamente me falta la esperanza, circunstancia que me ha empujado a consultar.
La semana pasada me di cuenta que estaba al borde del precipicio, una compañera en el trabajo que se sitúa a mi lado, observé cómo atendía irrespetuosamente a un usuario, incluso se mostró grosera e inadecuada, según mi criterio. ¡No pude callarme, no pude ahogar la contrariedad que sentí y se lo comenté, consecuencia! Una compañera más que se ha sumado a las que viven lejos de mí, incluso me atrevería a decir que se ha convertido en mi enemiga, algo que aun no comprendo.
Esta situación la he vivido como una señal significativa, de que tanta presión vivida en mi alrededor, tanto desapegamiento sentido de mis familiares y amigos, me está provocando un daño, por el que lenta, pero progresivamente estoy perdiendo la paciencia, la estabilidad, y lo que es fundamental, la alegría y la esperanza.
Actualmente ya sufro por casi todo, porque no llego a la meta deseada, mi nivel de exigencia es muy alto, porque hay compañeros que hacen de la participación en el trabajo un pasatiempo, y lo que es peor, sufro porque la gestión empresarial es en muchos casos, según mi criterio, ineficaz e ineficiente, por falta de un compromiso adecuado. Este sufrimiento se hace extensible a la familia, amistades, etc., por el grado de rigor y exigencia, que demanda mi comportamiento. Todo tiene que ser adecuado y con escrupuloso respeto al orden.
Esta exposición, de un relato de una paciente que solicita ayuda, es frecuente en nuestra cotidianidad, no tiene nada de singular, y por ello no hemos de sorprendernos. Personas rigurosas, autoexigentes, ordenadas, laboriosas, puntuales, ejemplares en el quehacer, en definitiva que toman con enorme seriedad el trabajo, y el comportamiento en general, son sujetos que potencialmente pueden sufrir mucho.
¿Qué es lo que ocurre? ¿Dónde está la génesis del proceso? El rendimiento normal de un trabajador le permite cierto relax, cierto nivel de distensión, de relación con los otros, con los demás, de convivencia en definitiva. No es necesario llegar a la obsesión, al rigor y rectitud, a sentir la necesidad de rematar hasta la perfección todo, incluso a llevárselo a casa física o mentalmente, alejándose así de las obligaciones que tiene contraídas con su familia.
En este caso se trata de personalidades con un perfil determinado de control, exigencia y perfección, que enfrentados a un mundo normal, en el que abunda la despreocupación, se exponen a sufrir reiteradas frustraciones, que lentamente les van agotando, hasta llegar a quedar sin ganas, sin humor, y como consecuencia, en aislamiento y soledad, junto a ciertos niveles de amargura.
Este tipo singular de comportamiento, se va a poder observar a lo largo de la vida del estudiante, en la vida de relaciones sociales, y de forma singular en la cotidianidad de la relación de pareja.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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