No son pocos los estudiantes cuyo perfil de personalidad: obsesivo, riguroso, serio, laborioso, amante del cumplimiento del orden, etc., acuden a consulta con verdaderos problemas de diversa índole. Porque el objetivo es hacerlo todo, y hacerlo bien, ordenando su tiempo en este sentido. No se permiten fracasos, no soportan una mala nota, están preparados para ser los primeros, o mejor, para saber todo, el problema es el coste de la falta de participación en la vida, no se complican en la trama social, se alejan del camino del grupo, y lo que es peor, con el auxilio, apoyo, e incluso exigencia de los padres.
Salen menos de casa, se dedican más al estudio, disponen de menos tiempo libre, y son criticados por ello con cierta facilidad. Además, siempre asisten a una descompensación, entre lo que son capaz de dar y lo que reciben, que provoca cierto sentimiento de frustración, y cuando colaboran en grupo, se cargan con su total responsabilidad porque quieren hacerlo bien, y en manos de los compañeros no lo van a conseguir.
El camino que recorremos en la vida, o de otra forma, el camino que la vida nos invita a recorrer, y es el mismo para todos, y es el de formarnos en algo de lo que poder vivir, el meollo es poder vivir, formándose como fontanero, periodista, médico, etc., teniendo como objetivo alcanzar una vida digna.
Este mundo economicista nos exige el tránsito de este camino, no obstante, éste es normalmente dificultoso, no es todo autopista, por ello la perseveración, constancia y flexibilidad es vital. Con cierta frecuencia asistimos a individuos que cuando consiguen el objetivo, p.e. ser directivos, se quedan instalados en su exclusiva ejecución, olvidándose que se trataba de un medio por el que apostamos, para poder vivir.
Conocí a un director de una empresa de tamaño medio, que comía diariamente en la misma, y en ocasiones también cenaba, no se dio cuenta de que se quedó instalado en el camino, su formación por la que luchó para poder vivir de ella, le sirvió de atadura de oro, se olvidó de las actividades familiares, de las amistades y de la sociedad, convirtiéndose en un fracasado social.
En cuanto a la relación de pareja, se pueden observar muchas aristas. No disponen de tiempo, en el que poder disfrutar, vivir, ser ellos mismos, con sus cualidades y defectos, les falta tiempo, y los enfrentamientos y rupturas son frecuentes y normales.
En ocasiones, el tiempo del que dicen carecer, aspiran a suplirlo aplicando una mayor intensidad al tiempo de vida en común del que disponen, pero el amor, la amistad, y el intercambio de ternura, etc. no requiere de prisas, pues ésta puede crear tensiones que aumentarían las ya existentes.
En la familia, como con los amigos, el tema discurre en la misma dirección, lo más destacable es la gran expectativa que provoca en la familia, y que esta sin darse cuenta alimenta.
El joven estudia, se ordena escrupulosamente, consigue notas altas, y surge la euforia e incontinencia de padres y familia cercana, «tenemos un hijo maravilloso, aplicado, ordenado, que es un ejemplo de virtudes», esto obviamente, incrementa primero, y cronifica después la actitud del joven. Más esclavo cada día, más retraído y solitario, pierde amigos, desconecta de su grupo social, y además, aumenta su replegamiento.
La familia, es obvio que ha de apoyar el estudio, es esencial como método para adquirir conocimientos, de los que además de aportarle la alegría del saber, le concede la posibilidad de adquirir una formación de la que poder vivir, le enseña a participar con la familia, amigos y sociedad, a degustar el ambiente de la vida, en definitiva a vivir.
Pensemos que ningún trabajo se realiza en soledad, todos generalmente requieren el concurso de un grupo, de un equipo, tenemos por ello que desde niños inculcarles el sentido y lo positivo de la convivencia, como señal de felicidad.
Por otra parte es bueno y positivo alegrarse de las buenas notas de nuestros hijos, felicitarles y expresarles nuestra satisfacción, pero que esta actitud debe de ser acorde con otras muestras de aprobación, al fin y al cabo ha hecho lo que le corresponde, trabajar como los padres, no sirve de nada aprender a hacer los mejores puentes, si a la hora de su contemplación nos sentimos solos.
Con los amigos, la familia y la sociedad, el comportamiento rígido y exigente que como tal viven, les aleja de una mayor implicación, menor intensidad en la participación, siendo mayor el grado de retraimiento, junto a un nivel de discusión mayor.
El objetivo es saber todo, esto les da seguridad, y el grado de exigencia es muy alto, de tal forma que en ocasiones le supera y se descompensan, no ha dado la talla, y corre el riesgo de fracasar, de no llegar a identificarse con el sentido de su vida.
Generalmente son personas que interpretan el mundo de forma equivocada, desde un sentimiento de competitividad extremo, alimentándose por referentes que le sobrevaloran, de aquí que los padres tenemos que ser transmisores de aciertos, pero también de limitaciones y errores, eso los humaniza permitiéndoles un mayor nivel de satisfacción. Actuemos como seres normales.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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