10 Mar 2019
J marzo, 2019

Política y razón

Baltasar Rodero

Política y razón. Son todos representantes del estado, todos ostentan responsabilidades relevantes, de máximo nivel, todos son fruto de una organización social y democrática, estructurada, ordenada, y con el reconocimiento explícito internacional, de los máximos organismos políticos, sociales y cívicos en general. Pertenecen al mismo estado, todos en el fondo representan a todos, porque son autoridades del estado legalmente elegidas, y así reconocidas, coinciden en un acto social de relevancia para el estado, y para el mundo, y con el desprecio mas obsceno, hacia quien son y lo que representan, ordenan un escenario, entre patético, penoso e insensato y repulsivo, enormemente triste, muy lejos de la dignidad del cargo que han jurado representar.

Es realmente insólito, además de torpe y zafio, es una  triste y miserable  bufonada, que desde la perspectiva de la razón, o de un razonamiento lógico, que responda a los principios de la lógica responsabilidad institucional, siempre presididos por la cortesía  y el respeto al cargo, no podemos explicar ni mucho menos compartir, ese conjunto de actitudes, fruto de mentes perversas, al estar impregnadas por emociones primitivas y acríticas.

En no pocas ocasiones, he comentado con personas que sufren, porque en el trabajo no se sienten satisfechos, especialmente con los argumentos de, “siento que me hacen el vacio“, “me siento solo en muchas ocasiones, y no consigo empatizar con alguien “, etc., que al trabajo se va a cumplir una función determinada, que descansa sobre un perfil de un conjunto de actividades, y por lo que nos dan un nómina pactada. Al trabajo no se va a conseguir amigos, a mantener amistades, nos podremos sentir más o menos cercanos, afectivamente, pero esto no es lo esencial, desde nuestro puesto de trabajo.

¿Qué pasa en política?, ¿cuáles son los sentimientos, o las emociones para que asistamos a situaciones, como la comentada, u otras como los cordones sanitarios, por ejemplo?. Un político es un individuo ideologizado, un ser que bebe de sus creencias, de las que recibe vida, y las corporeiza, haciéndolas pétreas en el itinerario de su comportamiento, de tal forma que, su expresión es resuelta, categórica, irrefutable a cualquier argumentación, siendo estéril cualquier tipo de razonamiento, que solo  serviría para la búsqueda de nuevos argumentos, con los que convencer al contrincante, desde su perversión emocional.

Esta visión de la realidad, sin embargo, no se corresponde con su perfil de trabajadores o gestores de lo social, se han olvidado que en el fondo se les paga como servidores públicos, servidores de la sociedad a la que representan, piensan o se parapetan en un esquema emocional acrítico, rígido e inquebrantable, y su lucha es la de fortalecerse cada día en su papel, por lo que subrayan, más que sus ideas, las distancias que les separan de los otros, pues con ello las distancias crecen, y sus argumentos se hacen más sólidos.

Esta situación se cronifica, socialmente, por la educación social y familiar, cada individuo viene estructurado por unos principios, que normalmente, salvo traumatismos, se van perfilando definiendo y adueñando de la conciencia, por lo que se perpetua una forma de ser o estar en política, en economía o en religión, en la medida que las emociones suponen la impresión generadora.

Puede darse una bolsa de individuos, que por las circunstancias que fueran, se hayan situado fuera del redil, sintiéndose así mas liberados, han presenciado o realizado otros actos que les han solicitado su atención, y que junto a los tibios, a los que no han encontrado en sus coordenadas satisfacción alguna, forman la gran bolsa de personas, que pueden transitar de un partido a otro, formar uno nuevo, o volverle a formar, situándose entre ellos  los anárquicos, los que carecen de normas y referentes, los que funcionan sin más objetivos que el de oponerse.

Ante esta situación, nuestro objetivo es el de destacar las emociones, como motor de las ideas de los políticos, ello hace que estas sean irreversibles e irrefutables, y cada día supongan  una mayor identificación con las mismas, una autoafirmación, especialmente mediante el distanciamiento del otro, para lo que destacan más que sus deseos u objetivos, las diferencias que los separan de los demás.

Es imposible por lo tanto el establecimiento o pretensión de un diálogo, pues diálogo se corresponde con razonamiento, y éste con la razón, que solo puede ser fruto de una persona mentalmente no contaminada, abierta,  y por ello crítica, hecho que supone la antítesis de las emociones, que se suscitan desde el interior de la conciencia, o de nuestro ser, como consecuencia de nuestros deseos o necesidades, sin reflexión, ni sentimiento crítico previo alguno, y que además tienen como fruto, por su vigor y diafanidad, un componente de contagio ambiental y familiar.                     

Las emociones han de abrir el portón principal al juicio, al razonamiento, la rigidez previa y cosificante,  a la flexibilidad y a la reflexión; la verdad única, a la suma de muchas otras verdades, que a lo largo del tiempo han sembrado nuestros caminos; a una perspectiva solitaria excluyente, una visión de un horizonte celeste infinito; a la sola idea de una matriz envolvente, un vivero de esperanza de otras muchas, en las que sin esfuerzo, se puedan compartir en su mayoría por todos los ciudadanos; abramos este camino.    

 

Fuente: Dr. Baltasar Rodero. Psiquiatra. Marzo 2019