11 Oct 2016
J octubre, 2016

¿Por qué tenemos miedo?

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El miedo es una emoción primaria, básica, propia de todos los animales, incluido el hombre, cuyo fundamento específico es la aversión natural a todo lo que signifique amenaza. El peligro puede estar presente o pertenecer al pasado, o incluso estar situado en el futuro. Obviamente esto implica, que existe un miedo real, provocado por un acontecimiento desagradable y que visionamos como un peligro inminente, y un miedo figurado fruto de la imaginación.

Desde esta perspectiva el miedo es un mecanismo de defensa, incluso de supervivencia, pues nos permite entrenarnos en el enfrentamiento a cualquier estímulo amenazante, a la vez que nos exige cierta prudencia ante situaciones que sentimos con cierto riesgo. La respuesta del individuo a una real o supuesta amenaza nace en el cerebro, y se expresa bajo dos patrones. Como una paralización, o como una huída con movimientos repetitivos y rápidos «temblaba como las hojas de los árboles».

Fisiológicamente adoptamos la posición de alerta, aumenta la actividad cerebral y cardiaca, junto a una dilatación de pupilas, además se observa un incremento de neurotransmisores, fundamentalmente la dopamina.

El miedo puede percibirse intensamente, como un ataque de pánico, de tal forma que nuestra atención sufre una grave restricción al concentrarse de forma exclusiva en el objeto perturbador, comprometiendo gravemente nuestra capacidad volitiva, de aquí, su reconocimiento en los códigos civil y penal, como eximente.

Es un mecanismo de supervivencia, sin el que no podemos vivir, nos alerta ante el peligro, nos pone en guardia, etc., además de  un fenómeno político, social y religioso. El miedo a la muerte provoca en el individuo una gran cantidad de angustia, inspirando la necesidad de un mundo trascendental, ello hace que se nos eduque en la angustia frente al pecado.

El totalitarismo es en sí el miedo, a través de éste se consigue la cohesión social al servicio del tirano, que se refuerza con el señalamiento de enemigos, chivos expiatorios: judíos, masones, etc., justificándose  toda clase de limitaciones. Y es que en el fondo, el ejercicio de la libertad implica enfrentarse al miedo, miedo en ocasiones a quedarse solo, a ser señalado por el grupo, a ser diferente, etc., y muy pocas personas aceptan tal riesgo. Miedo a la libertad de E. From

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El miedo solo se supera mediante una serie de emociones concatenadas en una sola dirección, la valentía. No es valiente el que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo. Nelson Mandela. La valentía respondería a la búsqueda de la libertad, de la justicia, incluso de la felicidad, es una forma de afrontar las diferentes circunstancias que nos presenta la vida.

Para Epicuro existen cuatro tipos de miedos, a los dioses, a la muerte, al dolor y al fracaso, proponiendo una filosofía basada en el disfrute de los placeres.

Hobbes da al miedo una dimensión positiva, el miedo es lo que mueve a los seres humanos a someterse a la autoridad. Habitamos un mundo donde rige la ley del más fuerte, y las personas ceden sus derechos al Estado.

Espinoza, con enorme lucidez, subraya que la base de la convivencia no es el miedo, sino el deseo de ser más libre. La autoridad no significa coacción, sino la facilitación de una vida en concordia, sin imposición. En una sociedad plena y sana, todos se comportan de una forma honesta y justa.

Los miedos son normales cuando se observa un correlato entre el objeto del miedo y la respuesta, además de que no anula la capacidad de control. El miedo patológico es un miedo exagerado, de intensidad elevada y no permite la pluralidad de modularle convirtiéndose en pánico.

En definitiva, es una emoción básica que sirve al individuo para estar prevenido frente a situaciones temidas. En su desarrollo normal se convertirá en prudencia, algo esencial ante el enfrentamiento a los diversos peligros, y en consecuencia básico para nuestra supervivencia y progreso. El ser  humano desde la prudencia y la valentía podrá seguir siendo lo que es frente a algo que quiere dejar que sea, o alejarse del riesgo de someterse, a cambio de seguir existiendo.

Desde el miedo se bloquea, se paraliza, desde la prudencia y la valentía, se elige.

Se pensó en un origen genético, no obstante el aprendizaje es esencial en cuanto a su génesis. El niño configura en su desarrollo un mundo de creencias, valores, etc., a lo que  sumará la aportación derivada de la educación, en cuya metodología siempre está presente el miedo, que se posiciona frente a la razón, la lógica y el dialogo, y que  puede provocar con el tiempo: escepticismo, desconfianza, agresividad, resentimiento, etc., como fruto de un pensamiento angustioso.

El miedo infantil es un fenómeno evolutivo normal, cumple una función adaptativa, pues nos alerta y nos ayuda a protegernos del peligro. Es normal en determinados momentos evolutivos, por ejemplo el miedo a la oscuridad, desapareciendo con el tiempo, no obstante puede cronificarse cuando es la familia la que le fomenta como motivo de dominio o manipulación.

Los niños aprenden más de lo que escuchan que de lo que ven, lo interiorizan más claramente, reduplicando las actitudes de los padres, especialmente de la madre , de aquí, primero no crear disarmonias en el desarrollo del niño introduciendo algo irracional en ausencia de dialogo y razonamiento, y después pensemos cuales son nuestros miedos y tratemos de enfrentarnos a ellos.

Ante la presencia de un miedo es beneficioso hablar de él, dialogar en voz alta, e iniciar una confrontación. La resolución de conflictos al final elimina el miedo y provoca la felicidad, y con ello la seguridad. E. Punset.

Baltasar Rodero

Psiquiatra