¿Pero quién sale en estas circunstancias? La pereza, la desgana, la apatía, y la falta de motivación se ha universalizado, de tal forma que, el ímpetu, la fuerza y el empuje que dejamos allá, al final del 2019, ni en la sombra asoma, aunque se nos indique de forma puntual de algún progreso, alguna mejora, todo sigue en estado de incertidumbre, estado destructor por el desgaste que ocasiona.
Porque si queremos progresar, si nuestro deseo es seguir sin parar, y conseguir aquella meta que definimos en su momento como ideal para nosotros, obviamente la presencia de la perseveración y constancia ha de estar siempre presente, a pesar de los nubarrones que dificulten nuestra visión, seguir a oscuras, pero seguir.
No obstante, en ocasiones no es fácil, nosotros como seres vivos y dotados de unas capacidades determinadas, disponemos de unos recursos que están siempre alerta, y que podemos en un momento crucial, recurrir a ellos. Vamos andando, observamos que un automóvil se acerca a nosotros de forma amenazante, y echamos mano de estos recursos y aceleramos nuestro paso, o simplemente nos disponemos a ponernos a salvo, pero ¿y si este episodio tan singular, ocurre de forma permanente?, ¿o si esta u otra circunstancia parecida surge amenazante y se queda entre nosotros?, la respuesta es la misma, acelerar el paso, correr, pero al final llegará el tiempo de la presencia de la fatiga, en el que no podemos ser tan rápidos, y claudicamos sin desearlo, nos rendimos al faltarnos las fuerzas, cuando la energía física y emocional se han agotado.
Algo parecido está ocurriendo en esta época, y sin darnos cuenta al tratarse de un hecho casi inconsciente. Salimos todos del año 2019 bien situados, con el abrigo de nuestros proyectos, deseos, expectativas y nuestros sueños, en la esperanza de conseguir algo, cada uno aquello que más necesitaba, siendo la esperanza el motor de nuestras vidas, abre las puertas el 2020, y surge un ambiente con ciertos nubarrones, que finalizan con una enorme granizada que arrasa y destruye todo cuanto toca, comenzando con el confinamiento, como portalón de un largo proceso, en el que en el fondo ya se vislumbra una cordillera, montículos más o menos altos que se suceden, y que al ignorar su recorrido además de su fin, además de estar salpicados de obstáculos, nos van desconcertando lentamente.
Surgen brotes de una enfermedad que sin impresionar de grave es muy contagiosa, se procede a los aislamientos de los ciudadanos, los ingresos hospitalarios aumentan, los cuadros infecciosos se agravan, comienzan a contabilizarse los fallecimientos, cierran las industrias y los diferentes servicios de hostelería… y al final surge cierto desconcierto en unos, desorientación en otros, e irritación, enfado y contrariedad en muchos, y en algunas bolsas de población la pena, la tristeza y el cansancio. Estos sentimientos como es obvio, tienen su repercusiones en la convivencia social y familiar, haciéndose más tensa, y con más confrontaciones, además de con la presencia de más patologías.
Nuestro esfuerzo es especialmente el seguir, aunque algunos se quedan en el camino instalados en la queja, seguir aunque no siempre se sepa donde, además de esperar, aunque no se sabe muy bien que, “seguir luchando, y esperar una mejor situación son los elementos que nos mueven”, porque la queja nacida de la impotencia, al carecer de recursos emocionales que nos impulsen, no es positiva, como no lo es la entrega, ni la rendición, nuestra salvación esta en la perseverancia, en encontrar sentido al sinsentido. Ha sido destructora esta curva, ha causado grandes y graves accidentes, tengamos cuidado, seamos prudentes, vayamos en estado de extrema alerta, y seguramente al final la podremos superar.
Nuestras capacidades están al límite, las hemos ido poniendo lentamente al servicio de nuestras defensas, hasta casi agotar sus reservas, y la fatiga nos acorrala, estamos casi sin poder hablar por la dificultad respiratoria fruto de nuestro esfuerzo, cada día que nace tenemos que cargar nuestras vacías pilas, para seguir en la brecha, para acogernos a la esperanza, y es que es nuestra obligación, nuestra necesidad, por nosotros y por los que nos acompañan, la queja no cambia más que nuestro estado de ánimo, generando más negatividad, interioricemos la realidad, aceptémosla, sigamos luchando, ya falta menos, lo que comienza se acaba, nos lo ha enseñado la historia, se trata de uno de tantos episodios que la naturaleza nos ofrece, y que nos ha ofrecido periódicamente, a la largo de nuestro itinerario vital, plantemos cara, no nos repleguemos, cumplamos con lo que dicen nuestras autoridades, vayamos todos a una, es la mejor forma de conseguir el objetivo deseado por cada uno.
Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Enero 2022.
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