La incorporación al trabajo, la vuelta al cole de los niños, los reencuentros con la vida cotidiana… Septiembre está cargado de actividad y también de cierto nerviosismo por parte de muchos padres que tienen que hacer ‘encaje de bolillos’ para adaptar su horario laboral al periodo de adaptación que se establece en la mayoría de las escuelas y centros educativos infantiles (antes de primaria, hasta los cinco años). Dependiendo de cada colegio o guardería, se opta por jornadas reducidas, la asistencia de los progenitores en el aula, incorporación a la clase por turnos…

El objetivo es facilitar una transición importante a estas edades. «Se hace principalmente porque hay mucho contraste entre estar con los padres o abuelos el 100% del tiempo y pasar al horario completo de la guardería o el colegio, donde todo es nuevo», explica Tamara Diana Rodríguez Rabadán, psicóloga de uno de los colegios consultados por EL MUNDO, Sagrada Familia San José de Getafe.

Los niños se enfrentan a nuevos espacios, tiempos, materiales, personas… Se trata de un contexto diferente, en el que «dejan de ser el centro de atención, que es a lo que están acostumbrados en casa», puntualiza Marino Pérez, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo.

La primera vez que el niño se enfrenta a este entorno escolar, la adaptación es fundamental, coinciden en señalar los expertos que hablan con este periódico, especialmente cuando el pequeño es menor de dos años. «Se rompe la fase de apego en la que el bebé está muy unido a sus progenitores», argumenta Esther Pérez Sánchez, del Colegio de Psicólogos de Andalucía. En estos casos, convendría «empezar, como mucho, con dos horas diarias e ir aumentando paulatinamente según evolucione el menor». Después de los dos años, agrega la experta, los niños «comienzan a tener más habilidades sociales y la adaptación no resulta tan compleja».

Una vez que el pequeño se ha ‘bautizado’ en el contexto escolar, «seguramente ya no sea necesario ese periodo de adaptación en los siguientes años, al menos no requerirá una acomodación tan suave. Tras las vacaciones de verano, probablemente en una mañana se adapten de nuevo a su rutina», opina el catedrático. En este punto, añade Esther Pérez, «no es necesaria una incorporación gradual, que además produce en muchos casos desajustes familiares por la dificultad que supone compatibilizar los horarios laborales con dicha adaptación».

También es cierto que no conviene someter a los niños al horario completo en septiembre. Lo ideal serían unas cinco horas para después, comenzar definitivamente con la jornada completa. Esto les ayudará a establecer una imagen positiva de la escuela. Entre los tres y los cinco años, expone la psicóloga Rodríguez Rabadán, «ya los niños tienen que permanecer durante un tiempo sentados, dedicar cierto espacio a la pintura, a atender a la profesora… Se trabaja de forma distinta que en la guardería» y esas cinco horas durante el primer mes después de las vacaciones, les ayuda a que el cambio sea menos brusco.

Este tipo de medidas empezaron a instaurarse hace unos 20 años, apunta Mara Cuadrado, psicóloga infanto juvenil, pero no duraban más allá de una semana. Actualmente, hay muchos colegios que han ampliado dicho sistema hasta el mes completo. «En mi opinión, con una semana es suficiente. A los dos días, salvo escasas excepciones, dejan de llorar, y enseguida se acostumbran a su profesor, sus amigos, su ritmo de sueño, etc.». En cuanto a los pequeños que ya han superado la primera separación con sus padres, «no requieren especial adaptación en los siguientes cursos». En este grupo, el hecho de ir los primeros días dos horas no tiene demasiado sentido. «Hay colegios en lo que los niños acuden sólo una hora durante una semana entera», apunta Cuadrado.

Sin embargo, y dado que esta etapa no es un periodo escolar obligatorio, tanto en la guardería como en primero, segundo y tercero de infantil, puede haber pequeños que se enfrenten a la escuela por primera vez. Esa es la razón que lleva a la mayoría de los colegios y los centros a incorporar planes de adaptación en sus programas.

En cuanto al desajuste que pueda producir esto en la familia por la incompatibilidad con los horarios laborales de los padres, recomienda la psicóloga del colegio Sagrada Familia San José de Getafe, recomienda, en la medida de lo posible, «intentar no trasmitir ese nerviosismo y ansiedad a los hijos, porque ellos lo perciben y lo reflejan todo». En la misma línea, Mara Cuadrado recuerda que conviene «dar al niño seguridad, consolarle e intentar que lo pase bien».

Fuente El Mundo: Laura Tardón