Los centros escolares son lugares de encuentro de niños, jóvenes y adolescentes, cuyos objetivos esenciales han de ser dos, fundamentalmente, aprender conocimientos que algún día les permitan el acceso a escuelas superiores, y el aprender a vivir, a estar con los otros, a socializarse.

Las áreas de conocimiento, metodología, de enseñanza, etc. siempre han estado de plena actualidad, y es lógico por lo que significan, lo que no es lógico es que cuando yo hice bachiller ya convivían tres o más planes de estudio, y en algo tan esencial, casi vital para el individuo y la sociedad, sorprende que aún no haya habido un acuerdo.

Tiene que llegar un día en el que una de las propuestas medulares de todos los partidos polí¬ticos sea el de codificar una formula común, y si en un tiempo determinado no lo consiguieran, comprometerse a quitarse del medio dando paso a otros, y así hasta que se consiga.

Hay muchos ejemplos, muchos países en los que la metodología de la formación funciona bien, plagiemos hasta donde sea posible, y el resto, propio de nuestra idiosincrasia pongámonos de acuerdo, siempre respetando como objetivo el progreso.

Aunque este no es el centro de la discusión que pretendo, sí que tiene mucho que ver con el con el acoso.

Se comenta permanentemente áreas de conocimiento, si aumentan más horas en distintas áreas en detrimento de otras, del número de niños por aula, de si es o no positivo las clases mixtas, del número de alumnos por profesor o por aula, etc.

No relato todos los comentarios posibles porque no es mi tema, aunque tengo un enorme interés en él, pero en ningún comentario he leído algo sobre el recreo. Número de horas, organización de alumnos, actividades por edades, sexo, etc., oferta de posibilidades de acuerdo con los deseos y beneficios de los escolares, etc.

Es obvio que la clase se rige por ciertas normas: hora de entrada, compostura y comportamiento respeto a profesores, compañeros, y material y método de enseñanza especifico, tiempo en el que se escucha, en el que se participa, hora de salida, comportamiento en la salida y entrada en clase, etc., así como partes de mal comportamiento firmados por el profesor cuando se atropella alguna norma.

En definitiva, los alumnos tienen, o deben de tener, cierto control en clase, además de sentir cierta satisfacción por lo que se les ofrece, esto debe de ser tan interesante que pueda ocupar toda su atención.

Ocurre todo lo contrario en los recreos, los escolares se desinhiben, se liberan, aspectos ambos positivos cuando lo que se pretende en la relajación de un esfuerzo provechoso, se desconecta conectando con otras alternativas. ¿Pero qué alternativas se les ofrece? ¿Está algo programado con cierto encanto? ¿Hay alguna actividad a desarrollar que implique un acicate, como mejorar nota u otro tipo de ofertas?. Se recurre espontáneamente a la conformación de grupos por identidades, y al cotilleo en muchas ocasiones estéril.

Así las cosas, pensemos seguidamente que hay niños líderes, habilidosos, de verbo fácil, como los hay tímidos, retraídos, muy poco asertivos, inseguros, pasivos en los que está el caldo de cultivo del principio de exclusión, del desprecio gestual y verbal y del maltrato al final.

No digamos, si se trata de un niño con algún problema físico, más bajo o más alto, dificultad de verbo, escaso vocabulario, macro o micro cefálico, etc., se pueden apuntar mil aspectos normales pero que se viven como diferentes. Ello es un acicate para ser objeto de mofa, que es el comienzo.

Yo sé que hay en el recreo profesores que cuidan, vigilan, están atentos a los niños, pero cuidar y proponer actividades lúdicas y atractivas que permitan descargar tensiones de forma positiva, además de una convivencia que nos acerque a un mejor conocimiento y con ello respeto mutuo es algo aún no desarrollado.

De todas formas los niños, profesores y padres, cuando se inicia un acto de desprecio o segregación, lo saben, lo tienen que saber, es su obligación. Además la propia naturaleza lo facilita, es consustancial al maltrato de la sociedad.

Los padres conviven con sus hijos, saben como son, si tienen o no problemas, cual es su temperamento, forma de ser, si tiene o no algún problema frente a ellos, a los hermanos y hacia la familia Si los padres se identifican con sus responsabilidades de estar atentos y participar y compartir con los hijos en su formación, detectan de forma inmediata cualquier anomalí¬a. Esto lo saben todos los padres que departen permanentemente con sus hijos.

Ocurre lo mismo con los profesores, saben el alumno que se implica, que participa, que está atento, que tiene interés, etc., así como el que pasa, el que vive alejado de la realidad, el que no se preocupa, el que tiene su interés puesto en otro lugar, el que molesta en clase. En este grupo hay niños agresivos que no sólo no participan, protestan, contestan, se enfrentan a las normas. En el fondo lo que ocurre es que lo están pasando mal, están sufriendo, les hace daño la vida diaria, su disgusto es permanente y tienen que liberarlo. Es como la pataleta del bebe, pero obviamente, en este caso mucho más peligroso.

Junto a este grupo se sitúa el tibio, el que carece de criterio, el que pasaba por allí,¬ el que quiere ser o estar y no sabe, no descubre sus cualidades, este grupo es carne de cañón, les invitan a una representación en la que son protagonistas, no saben decir no, incluso se pueden sentir halagados, al final han encontrado cierto protagonismo, la representación sigue, y lo malo es que en ocasiones no existen límites.

Como colofón, el acoso es un mal, una perversión en la que es cómplice una sociedad dormida, anestesiada y enferma. El acosador, individuo lleno de agresividad, ni se quiere ni se siente querido, el acosado, como un individuo con ciertos rasgos que le hacen susceptible de ser referente, los profesores cuya atención, sobre todo con los seres más débiles e indefensos, debe de ser constante, las autoridades educativas atendiendo mas puntualmente a los requerimientos de padres y profesores, y especialmente de los representantes comunitarios.

Hoy se considera que el mayor lujo que se puede permitir una pareja es la de tener un hijo. Tiempo, permanente dedicación completa, economía, ropa, alimento, además de cariño, ternura y calor sin límites. Esta responsabilidad, buscada en ocasiones, no se ejerce con el rigor necesario, quizás por ignorancia, o por una interpretación incorrecta, no es raro ver la discusión de padres por una jugada mejor o peor de alguno de sus hijos, de los que son testigos presenciales los hijos, y que terminan en ocasiones, en agresiones incluso al árbitro.

Por favor, permitamos que los hijos compitan, que aprendan a encontrar respuestas a sus conflictos, esto les madura a la vez que nos enseña “cultura postgenerativa” a aprender de los niños.

Fdo.: Dr. Baltasar Rodero Vicente
Psiquiatra