Confieso que solo en dos ocasiones en mi larga vida he ido a ver un partido de futbol en directo, y eso obligado por mi hijo menor de edad, que era un fan de Maradona y dominaba los nombres de los futbolistas, por esto no me atrevo a comentar y menos a discutir una alineación.
Es el futbol indiscutiblemente nuestro deporte rey, el que más personas y dinero mueve, y el que más pasiones provoca, recuerdo que en una de las dos ocasiones que asistí a un partido, una persona conocida, respetable, y respetada, mayor, muy conocida en despachos, y siempre y hasta donde yo sé con un comportamiento exquisito etc. , casi no le reconocí, me costó un esfuerzo, gritos ,gestos, actitudes propias de adolescencia, casi sin control, fue su comportamiento permanente durante todo el partido, sigo aun sorprendido.
Y es que el paraguas de la masa humana, junto al anonimato que nos permite el grupo, provoca nuestras expresiones emocionales en ausencia de crítica, además de con cierto eco, y por otra parte invitan ostensiblemente a la imitación, lo cual, desinhibición, borbotones de sentimientos y contagio, son elementos que se conjugan en esos actos, y en ocasiones tan intensamente que se llega hasta la provocación gestual, y posibles desencuentros dramáticos, y en ocasiones desgraciados.
En esta línea, en mi criterio se inscribe una situación actual muy comentada, y que tiene como siempre ocurre partidario y detractor.
Contábamos con el mejor portero del mundo, o uno de los mejores, yo lo leí en muchas ocasiones y escuche en medios profesionales además de ver sus milagrosas paradas. Era “San Casillas” para todos, no se observaba discordancia, se merece el Balón de Oro se decía, aunque esto fuera más propio del que mete los goles que del que los para.
Así la cosa, y con este nivel además de aceptación, de cariño y admiración, pues a sus cualidades profesionales unía cercanía, amabilidad, compañerismo, responsabilidad, humildad. Conservaba y cultivaba amigos y ambiente de su niñez.
Ocurre que de la noche a la mañana comienza a sentarse en el banquillo de los suplentes, a la vez de recibir pitos en ocasiones ensordecedores por parte de la grada.
¿Qué había ocurrido con una persona humilde, inteligente, madura, curtida en la vida, adecuada, adulta, gran compañero e identificado ejemplarmente con los colores de su equipo.
Se hace casi imposible encontrar una explicación que la puedan entender hasta aquellos que no pisan el campo pero que ven futbol.
Se dio la circunstancia que esta situación, se desencadena con la llegada de un nuevo entrenador, que por otra parte venía precedido de éxitos ( logro de tí-tulos ), aunque su comportamiento era objeto de discusión.
Sus ruedas de prensa eran como un ring en plena actividad, por las permanentes estridencias. Se le conocí¬a a él mucho más que a cualquiera de sus futbolistas, tenía mas pantalla y consumía más comentarios, provocaba mas desencuentros que cualquier persona del equipo, incluida la presidencia.
Son en el fondo personas que requieren protagonismo, que les gusta ser complacidos, ser referente, necesitan tener razón siempre. Quieren trasmitir que saben más que todos. Esto al final provoca en los subordinados cierto estado de desorden mental, fatiga por el esfuerzo psí¬quico y emocional, que se les exige, y margina e incluso excluye al que no se rinde y le jalea.
Los ocupantes de las gradas solo quieren, solo esperan goles, y el anonimato de la masa saca nuestros bajos sentimientos de lucha sin control, en ausencia de, crítica y cuando no se llega a cumplir con el objetivo, » meter goles » hay que buscar un culpable.
Se nos ha olvidado en un día, en horas, la felicidad que nos dio muchos años, somos meros objeto, la realidad nos cornea. Cada semana hay uno o dos encuentros que hay que ganar, y si no se consigue, nuestra rabia y frustración la tenemos que liberar, San Casillas no solo se quedó sin corona, le despojamos de la casa, e incluso de su pareja, porque es tan o más culpable que él.
El ocio es un bien conquistado en el siglo XX, de él se habla y se practica por muchos individuos, cada día disponemos de más tiempo libre, si nos entregamos a él mediante la práctica de una actividad sana, respetando las normas, nos hará fuertes, serenos, maduros y más felices, siempre que aspiremos no a la perfección que no existe, sino a la superación.
En la práctica del ocio cuya finalidad no es practicar una actividad, sino observarla, asistir a ella como espectadores, nuestra propuesta debe de ser la de superarnos, la de buscar lo mejor para mi equipo, que sea más habilidoso que el rival, que sus ejecuciones sean más productivas y, en consecuencia que consigamos el éxito mediante una práctica magistral e inigualable, no simplemente metiendo goles a cualquier precio, porque esto facilita un posible estado crepuscular de la conciencia, perdida de crítica, y como consecuencia, posibles actos cuando menos criticables e incluso delictivos.
Fdo.: Dr. Baltasar Rodero Vicente
Psiquiatra
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