Cualquier familia con hijos, llegados estos a la etapa de la preadolescencia, van a tener un contencioso con sus salidas vespertinas. Son una constante las discusiones a propósito de los horarios, especialmente el del regreso. Los padres hacen una indicación, los hijos no están de acuerdo, y la discusión es inevitable. El joven se contraría, se irrita, se mete en su habitación ofuscado, y los padres se sienten intimidados, por no decir culpables. Comienzan las llamadas preceptivas a los padres de los amigos de nuestro hijo, para la obtención de información, pero resulta que están situados en el mismo escenario; en la discusión, en la exigencia, y en ocasiones en la pérdida de control emocional, del niño, de la niña, del padre o de la madre.
Hemos de entender que es casi preceptivo, que el preadolescente salga con sus amigos el fin de semana, lo indicado, es que se siga alimentando ese nivel de convivencia social, para que nuestro aprendizaje sea lo más completo posible. Además en esta edad comienza el coqueteo con el sexo opuesto, y es necesario ese tipo de contacto, que nos ira madurando sexualmente, tanto a las niñas como a los niños. Es un proceso madurativo esencial, en el que se inicia una fase afectiva desconocida, así como de las diferentes incidencias que en ésta se pueden presentar. Comprensión, cercanía, confidencialidad, intimidad, desencuentros, discusiones, desprecios, en definitiva, sonrisas en ocasiones, y lágrimas en otras.
Como está indicada la salida de los jóvenes, que incluso hemos acordado es obligada, lo deseable es que ésta sea fruto de un acuerdo con el hijo, en el que se han de incluir todos los pormenores posibles del plan de ocio en su conjunto. El ideal, es acordar con los padres de los amigos, “con los que podamos”, un rango de horario de salida, así como la zona de esparcimiento, lugares por donde circulan, pues lógicamente no tienen porque ser conocedores de los mismos, y necesitarán puntualizaciones, incluso si es posible, tener conocimiento de con quién salen. Esto, cuando se da una convivencia normal en la familia, cuando se desayuna, se come, y se cena, en ausencia de, TV, y móviles, se sabe, porque la vía del entendimiento es el diálogo, y en este medio normalmente se practica. Él es además el nexo de unión con, profesores, tutores, dirección del colegio, y el resto de la familia, conjunto de personas, desde la que debemos asesorar a nuestros hijos, aunque en el caso que nos ocupa, la responsabilidad principal descansa especialmente en los padres. Estos siempre han de ser los protagonistas del acuerdo, sin que éste suponga jamás inmiscuirse, en el desarrollo del disfrute del hijo, por lo que ha de ser respetuoso y cercano.
La dificultad puede surgir en tres ocasiones; cuando nuestro contacto no es cercano, como consecuencia de una convivencia pobre, y limitada, en la que la vivienda es comparable a la que se tiene en un hotel, en el que cada individuo realiza una vida singular o particular, bien porque trabajen ambos miembros de la pareja, con los horarios incompatibles… y cuando se llega a casa se ha perdido la frescura emocional; en otras ocasiones, se vive cierta tensión dentro de la relación de la pareja, los desencuentros, discusiones, son permanentes, o a veces asistimos a una separación tensa, con fuertes enfrentamientos, que no permiten margen para la paciencia, siendo la confianza y la cercanía, requisitos imprescindibles para el ejercicio de esta travesía de los hijos.
En otras ocasiones, podemos estar frente a jóvenes que no han conocido límites, que se les ha permitido casi todo, bien por padres permisivos, o con escaso tiempo libre, o porque las circunstancias han exigido, que convivan bastante tiempo con los abuelos, el ambiente de relajación y por ello de permisividad, ha sido el dominante, de aquí que el “cumplimiento” por parte del joven, de las exigencias de una nueva y atractiva actividad de ocio nocturno, sea casi imposible respetar, contaminando incluso al resto de jóvenes, y con ello haciendo más tortuosa una actividad tan necesaria.
Todo lo comentado, ofrecería una cara más amable y serena, evitando que nuestro suelo, sirviera de patio de celebraciones para la juventud europea, es sabido que todos los jóvenes europeos se dan cita aquí, cuando desean disfrutar de la noche, pues cuando en el centro y norte de Europa cenan, aquí iniciamos nuestro paseo nocturno, y cuando ellos duermen, aquí vemos la TV, y la fiesta persiste en la calle, siendo el país en el que menos se duerme. Apaguemos las luces.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023
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