De las muchas repercusiones que esta pandemia ha tenido en nosotros, en nuestras sociedad, hoy quiero destacar las que han incidido en las relaciones de amistad, en las relaciones con el otro yo, con todo aquel que comparte nuestros sentimientos, que vive nuestras pasiones e inquietudes, que está siempre a nuestro lado aun sin estarlo, porque le sentimos, porque sabemos de su existencia, porque no nos falla, porque es una prolongación de nosotros, porque nos comprende siempre, aunque no comparta nuestros mensajes, porque figura en nuestras entretelas emocionales, porque sabe todo de nosotros, porque le sentimos como una apéndice nuestra.
Nunca nos ha fallado, nunca jamás nos ha dicho que no, siempre ha sido nuestro apoyo, junto a él, a ella, o a ellos, nos hemos sentido y nos sentimos más seguros y estables, más serenos y optimistas, mas fuertes y resueltos, somos algo más o mucho más, las dudas se disipan, los titubeos desaparecen, la ansiedad se mitiga, no hay prisas, solo existe el presente.
En la niñez y adolescencia, ellos, los amigos, ocupan un lugar de privilegio, son nuestros referentes en todo y para todo, nos facilitan la cotidianidad y favorecen nuestro desarrollo, son relaciones que sanan literalmente el cuerpo. Bukowski, investigador del comportamiento humano, de la Universidad de Concordia, Canadá, afirma que la amistad disfrutada en la infancia, tiene muchos beneficios que se prolongan en la edad adulta, provocando especialmente un mayor grado de estabilidad emocional, a la vez que minimizan el impacto negativo de cualquier tipo de estresores, y es que cuando un niño disfruta de la compañía de sus amigos, disminuye el nivel de cortisol, en todas las situaciones estresantes.
En otro estudio desarrollado en la Universidad de Brigham Young, en EE.UU, se comprobó, a lo largo de un estudio desarrollado en más de siete años, que la amistad aumenta en más del 50%, las posibilidades de supervivencia. Por el contrario, una interacción social pobre, cercana a la soledad, es tan dañina para el niño, como fumar más de 15 cigarrillos al día, o un cuadro de obesidad mórbida.
En este sentido también se ha evidenciado, que cuando uno está conectado a un grupo, siente y vive sus inquietudes, participa de sus realidades, se da una corriente de colaboración y entendimiento, amén de una participación compartida, se cuida más, su responsabilidad aumenta, y los riesgos que corre siempre son menores y más y mejor controlados.
Otros estudios llevados a cabo en la Universidad de Carolina del norte, ha demostrado que, las relaciones de amistad, las relaciones cercanas, aceptadas, buscadas y deseadas, las relaciones con aquellas personas con la que nos sentimos auténticos, desapareciendo la necesidad de representar papel alguno, en la que se da la libertad, y se vive la verdad, no solo sin temor, sino desde el deseo de compartir, disminuye la tensión arterial, la relación con la dieta es más equilibrada, y por ello más normal, y disminuyen los procesos inflamatorios.
En las relaciones de amistad ocurre que, sin sentirlo, sin observarlo, de forma sencilla amable y brumosa, nos invade un proceso empático, que nos permite situarnos en homeostasis con el ambiente, no realizamos esfuerzo alguno, la empatía, el lenguaje gestual competido, el nivel supremo de aceptación, de identificación, facilita nuestro estado de felicidad.
A la vez surge emocionalmente, una necesidad de entrega, de servicio, de apoyo, de colaboración, de sustento, que sin buscarlo nos hace más fuertes, más seguros y más resueltos, es un intercambio o un flujo, que fluye de forma espontánea, provocando una mayor fortaleza a nuestra relación, y como consecuencia cierta cercanía física y emocional.
Es además, un sentimiento que se suscita de forma espontánea, que no se puede buscar, que no existe un método para conseguirlo, que nace sin darnos cuenta, sin sentirlo, sin observarlo, carente de aparatosidad, de forma silente, crece sin que sintamos su avance, y cada día es más fuerte, hasta sentirle necesario, incluso vital, ¡cuántos jóvenes encuentran más apoyos, comprensión y entendimiento en amigos que en familiares!.
De todas formas, una vez sentido e instalado como parte íntima nuestra, se hace necesario su cuidado, su observación diaria, sus retoques, para que no sufra ni se quiebre con el tiempo. En este caso el contacto responsable, siempre amable, cuidadoso, respetuoso, altruista, y cercano, es esencial. Hemos de permanecer guardianes de nuestros sentimientos, de su revitalización, de su actualización, de su puesta al día.
Esta pandemia nos ha permitido claramente, saber donde están nuestros intereses afectivos, nuestros otros yo, y por las diferentes redes sociales, poder seguir en la línea de apoyo, entendimiento, diálogo, y experiencias contrastadas y compartidas, que nos han ayudado a seguir sobre un itinerario impuesto, además de difícil.
Fuente: Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander, Febrero 2021.
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