El ejercicio de mi profesión, desde la jefatura del servicio de Salud Mental del Gobierno de Cantabria, me permitió, incluso me exigió, vivir muy cercanamente, la preocupación, el deseo, las ilusiones y el optimismo, además del esfuerzo y dedicación, de muchos profesionales de la educación, especialmente con ejercicio en colegios e institutos.

En ellos, como en todos los individuos, los estados de ánimo fluctuaban, dependiendo del momento, del proyecto a perfilar, de alguna situación singular, del simple cansancio, pero el nexo común que yo observé siempre en todos, y que siempre me empujó, fue el espíritu de ilusión que les animaba, además del de esperanza, junto al de la perseveración.

Nosotros tratamos pedagógicamente, diferentes temas, cercanos siempre al concepto del comportamiento, y desde una perspectiva preventiva, a la vez que nos implicábamos siempre a su solicitud, en el campo del rendimiento escolar, al fin y al cabo, era y sigue siendo el objetivo que alimentaba, aunque no de forma exclusiva, el esfuerzo del profesor, de aquí los exámenes, la sobrecarga de los deberes, e incluso los diferente informes Pisa.

Hay que objetivar lo que se sabe, hay que evaluar la eficacia de nuestro trabajo, hay que subrayar el esfuerzo de los que se superan, de los que saben, incluso publicitarlo en notas, que sirvan de acicate y motivación.

Pero el nivel de conocimiento que muestra una simple evaluación, hemos de convenir que no es muy significativo, al no tener en cuenta e incluso despreciar, la capacidad intelectual del niño, así como sus actitudes y competencias. Se evalúa lo que se ha memorizado del estudio de un tema, no la integridad intelectual ni las capacidades del alumno.

Obviamente, tiene su interés, además de que por su transformación numérica, nos indica el nivel del alumno con respecto al resto de alumnos de la clase, porque nos de una perspectiva del análisis, de la situación docente del centro respectivo.

El rendimiento académico, sin embargo, es más amplio, y por ello más complejo, produce mayor información, al tener en cuenta los esfuerzos de todos los factores materiales y personales implicados en el esfuerzo, de imprimir conocimientos, hábitos y comportamiento, circunstancia en la que participan, además del alumno y el profesor, toda la estructura y estrategia educativa, familia, sociedad a través de sus representantes, y la estructura directiva educativa.

El rendimiento escolar es lineal, voy a clase, atiendo, interiorizo lo que escucho, lo memorizo y evoco en los exámenes, representando el rendimiento, la calificación del producto, no va más allá, se implica exclusivamente en el recuerdo que el alumno tiene de la materia, premiándose en ocasiones, el hecho de repetir textualmente lo escuchado. El conocimiento es pues, directamente proporcional, a la modalidad de la repetición.

Es por ello muy parcial, al no considerar el aspecto intelectual del niño, porque el conocimiento se expresa además de por la obtención de un número objetivo, obtenido en una prueba, en una determinada conducta, en un comportamiento, fruto de la totalidad de la aportación del ambiente educativo, no se trata de memorizar solamente, sino de la obtención de la riqueza de nuevas visiones, que insuflen hábitos, habilidades, formas de ser y de estar, así como aptitudes más maduras, reflexivas, respetuosas y responsables.

Esto implica una colaboración cercana, fluida y exigente, especialmente entre padres y responsables educativos, porque la familia es el lugar donde se pasa más tiempo, de forma serena, despreocupada y relajada, con la apertura de todos los sentidos, por eso los padres han de sumarse a la función de, gestual y verbalmente, expresar especialmente, todo lo que al niño le permita realizar mejor su función, trasmitiendo, tranquilidad, serenidad, cercanía, amor, cariño, comprensión, respeto, orden, rigor, seriedad, honestidad, lealtad, y de forma especial, saber estar con los demás, desde la aceptación y el respeto, sabiendo que son diferentes, además de compañeros.

Obviamente, ambas concepciones, el rendimiento académico o visión lineal, y el rendimiento escolar, o visión holística, son complementarias, y lo deseable es una perspectiva integradora, que supere el significado empobrecedor del cociente numérico, y más en estos momentos, donde las influencias externas, son tantas, tan diversas, y en ocasiones tan solapadas.

La superación del número, por la reflexión crítica, el análisis, las discusiones, el contraste de criterios, la apertura en principio sin límites, es lo que nos va a permitir algún día alcanzar, el honor de seres libres, autónomos, de no ser uno más entre los demás, de ser yo.

Sumemos esfuerzos, dialoguemos, propongamos objetivos que respondan a sumas, participemos, sacudámonos la esclerosis, arriesguemos, incluso equivoquémonos por querer llegar lejos, porque aunque la meta quede fuera de nuestro alcance, habremos andado parte del camino.

Enseñemos el concepto tan manido como empobrecedor, de la motivación, cuyo cierto protagonismo aunque agonizante persiste. Me encanta la frase de Picasso, cuando dice, “cuando me llegue la motivación que me coja trabajando”. Puede ser ciertamente positiva, en los comienzos de una tarea como la “zanahoria”, pero su efecto es transitorio, y en consecuencia débil, es por ello debilitante, al no mantener los valores que al principio despierta, e incluso debilitarlos por congelación. Subrayamos el esfuerzo, disciplina, trabajo, sacrificio, renuncia, constancia, pues la suma de todos ellos nos va a trasladar sensaciones, de alegría, esperanza, amor a lo que hacemos, integración, y sentido de utilidad.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023