Estamos en el último trimestre del curso académico, lentamente y sin darnos cuenta nos vamos acercando a su final, y con ello al enfrentamiento con los exámenes como acto supremo, ellos nos indicarán, el cumplimiento de nuestras responsabilidades como estudiantes, nuestra dedicación, nuestro esfuerzo, en definitiva nuestra actitud frente al compromiso que adquirimos en octubre.
Porque, lo cierto es que, en este mes más o menos, se abren las matrículas en los diferentes centros educativos, y nosotros de forma libre y voluntaria, adquirimos un compromiso en algún área de conocimientos, en la que nos matriculamos, en el ánimo de superar aquellas asignaturas en las que nos hemos comprometido.
Hace unos días acudió a consulta un alumno, está cursando el segundo curso de un grado, repite curso, él expone muy disgustado que repite porque se descuidó, no prestó la atención debida al estudio, se confió, como repetía pensaba que sus conocimientos eran superiores a lo que después le ha demostrado la realidad, porque en los últimos exámenes ha suspendido el sesenta por cien de las asignaturas, y esto le ha desmotivado.
Acude muy triste, razona muy espesamente, no tiene nada claro, alude a circunstancias banales para justificar su, en principio, fracaso, y su objetivo final, así se lo ha expuesto a sus padres, es cambiar de grado, cree que éste se le ha atravesado y que no va a ser capaz de superarle, pone para avalarlo ejemplos de algunos compañeros que les ha pasado lo mismo, y la solución según él ha sido el cambio de grado.
Analizando con cierto tiempo y más tranquilidad, la primera conclusión es, que el grado que cursa lo eligió él porque le gusta y además le sigue gustando, no refiere como negativo ningún aspecto, ni profesores, ni asignaturas, ni compañeros, ni ambiente, no hay nada que le disguste, no tiene enfrentamiento alguno, por lo que concluimos que la causa era la falta de esfuerzo, la falta de dedicación, la ausencia de la responsabilidad que contrajo libremente.
Si esto es así, y lo es, si gustándole algo como él admite, no lo ha sabido resolver, le expuse, ¿cómo nos atrevemos a pensar que, en otro grado te vas a sentir tan bien, que se va a producir un cambio en tu actitud? El problema, concluimos, que estaba en él, en su desresponsabilidad, en su ausencia de interés, en su falta de motivación.
El alumno tan interesado como desconcertado, comprendió donde estaba el problema, y aceptó el reto de seguir su curso, cambiando enteramente su comportamiento, para poderse centrar en lo que realmente le interesa, que es superar los exámenes, se dio cuenta de su falta de implicación, de lo lejos que sentía todo, tanto que incluso en ocasiones pensaba que no iba con él, se sintió tan lejos que se perdió, y la solución es encontrarse no seguir perdido.
No es el primer alumno ni espero que sea el último, que acuda a consulta con un argumento parecido, baja la guardia, permite que pase el tiempo sin hacer casi nada, y repentinamente llega el final de curso y fracasamos, la respuesta más fácil, es el cambio, me voy a otro lugar, seguro que me irá mejor, seguro que lo conseguiré, enmascarando la realidad de la causa del fracaso, que es nuestra falta de esfuerzo, trabajo y dedicación.
La verdad es que vivimos como mecánicamente o automáticamente, sin darnos cuenta en muchas ocasiones de la naturaleza y responsabilidad de nuestros actos, comentamos, hablamos con amigos, e informamos a los padres de nuestras posibles preferencias, se establece un diálogo en la familia, y se accede con mayor o menor sacrificio económico, a matricularnos, adquiriendo en ese acto un profundo compromiso, y es que al final de curso, he de rentabilizar la matrícula, con la adquisición de los conocimientos de los que un día deseo vivir.
En ocasiones, como en ésta, pasa el tiempo relativamente deprisa, los meses se hacen semanas, y como todo es nuevo o casi nuevo, es fácil el descuido o el despiste, pasando a pertenecer al grupo de los extraviados, cosa que los padres no pueden hacer, obviamente serian despedidos de su trabajo, por esto la cuestión es, ¿por qué el hijo tiene este derecho que se le niega a los padres? ¿Por qué él se puede permitir el lujo de desatender sus responsabilidades, y los padres no pueden hacerlo jamás?
La formación, el estudio, es una forma de trabajo, una forma singular de trabajar, pero es en esencia esfuerzo, dedicación, constancia, perseveración, y renuncia de otras actividades, como el cine, paseo, u otro tipo de disfrute. Requiere de una específica estrategia, fundamentada en un programa y un método, nada se puede dejar al arbitrio del tiempo, o de cualquier otra circunstancia, el objetivo ha de ser claro, y la constancia y dedicación suprema, es nuestro itinerario, es el camino que libremente hemos elegido, y sin mirar atrás, sin titubeo, con total seguridad, le hemos de recorrer con resolución y alegría.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023
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