Una persona conocida desde hace años, adulto, lleno de vida y esperanza, que ha sufrido a lo largo de su vida, algún problema en el terreno laboral, y cuyas repercusiones llegaron a decodificar su matrimonio, que consiguió, después de un periodo de cierta convulsión estabilizar, dentro de los parámetros de un entendimiento respetuoso, acude en busca de mi ayuda. Me llama y me comenta con gruesas pinceladas, cierta sensación de incertidumbre.

Inicia su exposición, manifestando que conserva la serenidad, que no ha perdido el sueño, aunque entiende que no es tan reparador como lo era, porque se levanta algo cansado, pero lo que más le preocupa, es realmente el sentimiento de cierta desorientación, además de una sensación de inseguridad, y de falta de convicción, “como si me faltara la brújula”, voy de un lugar hacia otro cual veleta, y cuando llego, cuando finalizo el camino andado, en la dirección determinada y llego al objetivo pretendido, me invade como un vacio, al ignorar porque elegí ese camino y no otro.

Ando completamente despistado, como desorientado, careciendo de aquellos objetivos, que me exigieron siempre cierto tipo de comportamiento, huyo de forma consciente de conocidos y amigos, incluso me encuentro con ellos y eludo la conversación, el intercambio de opiniones, la posibilidad de una conversación, me hace sentir muy inseguro.

Cumpliendo el confinamiento siempre encontré entretenimiento, tengo en casa un bicicleta estática, el periódico, me gusta la lectura, tengo una familia extensa con la que estoy en contacto, todo eso unido a la T.V. y las continuas noticias, me llenaba, especialmente al principio, pero en las etapas finales fui bajando el ánimo, y mi actividad decreció lentamente, sin darme cuenta fui perdiendo fuelle, y al final, incluso con la añorada apertura del confinamiento, y la posibilidad de ponerme en contacto con la vida real, comencé a tener un sentimiento de temor, me sentía como incapaz, me sentía sin las fuerzas suficientes, como para enfrentarme a la cotidianidad, que siempre había disfrutado.

Porque tengo amigos verdaderos, no muchos, pero de calidad, tengo amigos y compañeros del trabajo, con los que siempre me he llevado muy bien, tengo muchos conocidos porque mi trabajo, me ha exigido mantener contactos públicos permanentes, además tengo aquí en Santander, casi toda la familia con la que tengo buena relación, me siento además hombre comunicativo, de verbo fácil, que busca y aprecia los contactos, por lo que todo esto me parece raro.

El cambio de ánimo y actitud ha sido brusco, aunque lo presentía, porque comencé en la última etapa del confinamiento, a sentir miedo a la salida, al inicio de una vida normal, a pasear por la calle y comenzar a disfrutar de mis contactos, situación que se ha confirmado, incluso de forma exagerada, al ordenar el desconfinamiento, y esto realmente me preocupa e incluso me asusta.

Por todo lo expuesto, y porque además va a mas, pues las limitaciones que siento son cada día mayores, y mi preocupación crece, he querido comentarlo, porque realmente entiendo que se trata de algo que no es normal, y que además no sé, ni puedo dominar, y por último, su intensidad cada día me ahoga un poco más.

Hemos de intentar entender, que se trata de algo que ocurre con frecuencia, y que responde a un sentimiento de limitación, de falta de libertad, de falta de realización personal, incluso de cambio de hábitos, de carácter impuesto, no deseado ni demandado, que no hemos elegido, y que nadie nos ha preguntado, que si bien es cierto que obedece a un hecho concreto, que comprendemos, no es menos cierto que el correlato, o relación de lo que yo entiendo, y lo que me piden, quizás se pueda inferir que no requiera tanto sacrificio.

Este pensamiento correcto, (aunque no real) y común, no es único, está compartido, y provoca en nosotros una lucha interna, entre lo que me imponen, sin darse cuenta de mi forma de vida, y las circunstancias con lo que lo quieren justificar, de aquí que la primera idea es la de no aceptarlo, o salir corriendo, o tirarlo todo por la ventana, pero como ello implica desobediencia legal, y falta de civismo, y es algo de lo que yo incluso presumo, me reprimo, me congelo, me atomizo, y así ralentizo toda mi actividad, cognitiva; memoria, atención, razonamiento, física; más mermado en mis fuerzas, más lento, menos preciso, y emocionales; peor control de mis impulsos y sentimientos, más ira e irritabilidad e impaciencia, circulo que no se puede cerrar, sino contamos con la ayuda profesional.

En el fondo has ido perdiendo la seguridad que tenías, aquella capacidad de convicción, de resolución, de toma de decisiones, de dirigir el tren de tu vida, de saber estar con los otros en plena satisfacción, estas como injertado en el mundo, carente de raíces, de aquí la necesidad de una ayuda profesional, que te permita encontrar los carriles propios de tu vida.

Fuente Dr Baltasar Rodero Psiquiatra, Santander Mayo 2020