01 Mar 2022
J marzo, 2022

Rusia invade Ucrania

Baltasar Rodero

Una de las imágenes que en estos días estamos contemplando, en todos los canales televisivos, a propósito del atropello de Ucrania por el ejército ruso, me ha conmovido profundamente, incluso impactado por el enorme drama que representa.

Desde lo que impresionaba como un refugio, se podía observar un niño de entre 8 y 10 años, que apretaba sobre su pecho un pequeño muñeco, junto a una señora de mediana edad que no impresionaba de ser su madre, con actitud de estar muy asustado además de triste, lloraba sin encontrar consuelo alguno, a la vez que gritaba, ¡yo no quiero morir, no quiero que maten a nadie, no quiero morir!

Mientras, persistía el golpeo de los cañones, el chasquido de las metralletas y el estruendo de las bombas, cuya explosión, relativamente cercana, le hacía encogerse de forma intermitente, envolviéndose en cada uno de los movimientos en forma de feto, la imagen en su conjunto representa a ese oscuro infierno, con el que en alguna ocasión hemos pensado todos.

Carente del abrigo especial de su familia, cuya ausencia podría estar incrementando su dolor, la falta de cercanía de calor humano, tan especial a esa edad, la ausencia del alimento emocional que engendra toda esperanza, y la desesperación junto a la impotencia como fruto, supone una visión cercana a la de la muerte en soledad, siendo en su conjunto el mayor de los dramas con los que la vida nos puede sorprender. 

Es curioso, pero no nos acostumbramos a que el ser humano, que puede ser ejemplo de amor, cercanía, comprensión, solidaridad y fraternidad, ayuda y cercanía, colaboración desinteresada, hermandad y amistad infinita o regalo, pueda en otras ocasiones representar el odio, la codicia, la venganza, la envidia, la crueldad más refinada, la destrucción, el caos y el asesinato más espantoso, el desorden, la falta de respeto, el atropello, el desprecio a la vida, además de al resto de los seres y a la historia, ¡es como un huracán lleno de fuerza arrasando todo, sin conceder límites, normas, ni sospecha de esperanza!

Esto es lo que estamos presenciando en una nación amiga y cercana, en un pueblo pacífico y trabajador vecino, en una población laboriosa, ordenada, gozosa de un presente, y con un futuro cierto, un pueblo hermano del destructor, pueblos ambos eslavos, y que por representar al hermanos débil, el fuerte, el más soberbio y prepotente, porque no encuentra en él obediencia ciega, pleitesía a sus exigencias, le quiere exterminar, le quiere aniquilar, le quiere destruir con toda su maquinaria diabólica, que arrasa todo cuanto pisa.

Porque el pecado del hermano pequeño, es que sea más débil, apreciación subjetiva del hermano mayor y poderoso, que siendo más fuerte, ha buscado sin derechos alguno, imponerle sus criterios, ordenarle y exigirle aquellas normas que de forma caprichosa desea, no necesita su permiso ni el de nadie, se siente resuelto, dueño y señor, y como tal actúa, imponiendo por la fuerza de las armas, a este pueblo hermano, todo aquello que ya ha realizado con otros, no necesita justificación, es fruto de un capricho, que supone una demostración pública de fuerza.

Fueron muchos pueblos o naciones quienes se opusieron, quienes se desplazaron para tratar de convencer al dictador, cada uno iba con su mensaje aunque todos defendían la misma esencia, pero en tanto viaje, nadie se dio cuenta que el armazón de los hechos estaba diseñado hacia tiempo, el prepotente y soberbio, sabia como desarrollar su despliegue, que no será el último, incluso se había asegurado el compromiso externo, China, cuya fuerza y espíritu se conocen, para situaciones que pudieran surgir y molestar en su trayectoria, sabía lo que hacía, lo había realizado en otras varias ocasiones, Georgia, Crimea… y se aseguró su itinerario para culminar su hazaña.

Un día nació un hombre, cuyo abuelo fue un servidor cercano de Lenin, junto a él vio mentiras, extorsiones y asesinatos, lo que significa crueldad, muerte, destrucción y dominio, algo que enseñó a su nieto, y este, aventajado en los estudios al comenzar como espía, y con un perfil de personalidad, en el que el gesto, la actitud, la forma de entender el mundo, la relación con los otros, se define desde la frialdad más impertérrita, el egoísmo más inusitado, la prepotencia y necesidad de pleitesía y arrogancia casi vital… sintió la necesidad, de que su pueblo, que algún día se denomino, URSS pasando desde 1991 a llamarse Rusia, por la libertad e identidad que habían comenzado a disfrutar los pueblos periféricos, comenzara la reconquista nuevamente, barriendo naciones enteras y destruyendo pueblos, sin observar gesto alguno en su rostro, sin inmutarse.

Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022.