Cuando una pareja decide compartir sus vidas, con la aspiración de disfrutar un futuro en común, es porque su unión culmina un deseo, nacido de la empatía, comprensión, solidaridad, cariño, ternura e ilusión, sentimientos que se suscitan de forma espontánea, crecen, se desarrollan, y cristalizan en la aspiración compartida de unirse, siendo frente al resto de los individuos una realidad única.

Se conocieron, dialogaron, cada día se han sentido más cerca, más unidos, compartiendo más cosas, cada día han ido aspirando a estar más tiempo juntos, la lejanía siempre les ha evocado el recuerdo del otro, el deseo de verse se ha venido haciendo más intenso, surgiendo así la necesidad física y emocional de unirse, en un proyecto de vida en común.

Pero la vida no es una autopista ampulosa y plácida, tiene sus curvas, y en ocasiones éstas no están señalizadas, por lo que nos exige una enorme voluntad de alimentar el proyecto, renunciando a otras posibles alternativas, y apostar cada día más por nuestro futuro en común, esto implica esfuerzo, incluso sacrificio en ocasiones, además de perseverancia en el tránsito del camino elegido, no se nos regala nada, lo tenemos que ir conquistando diariamente.

A veces, los obstáculos pueden ser insalvables, y las discusiones y desencuentros hacen su presencia, ocasionando en principio, cierta incomprensión por parte de ambos, después cierta lejanía de uno, o de los dos, y posteriormente el deseo de alejarse en busca de otro camino, porque se hace imposible seguir, en el que estamos transitando.

Uno o ambos, desde el acuerdo, o sin acuerdo previo, plantean la separación, y el drama se suscita tanto en el núcleo, como en todo su entorno familiar y de amistades. Es un momento delicado, cada uno normalmente tiene su discurso, y los familiares participan, embarrando normalmente el diálogo, y con ello alejando el acuerdo. Es importante que este paso lo dé la pareja sola, o asistida por profesionales, esforzándose para poder realizar el acuerdo, ello siempre permite más serenidad a todos, mayor entendimiento, así como menor sufrimiento para ambos y para los hijos, que siempre, normalmente, han permanecido ausentes, cuando su criterio es vital.

Además, los hijos no lo van a querer entender, al sentir su seguridad amenazada, con lo que pondrán todos los obstáculos posibles para evitar la separación, aspecto que la pareja tendrá en cuenta, así como la opinión de los hijos, que cuando superan los siete años disciernen, quien les abrazó, les protegió, les bañó, les acarició, les acompañó al cole, les defendió… De todas formas, para los hijos es menos traumático asistir a una separación, que seguir en un ambiente irrespirable, donde la tensión se hace cotidiana, y la convivencia asfixiante.

Los padres, con las palabras más sencillas y claras, les explicarán que el amor entre los padres, se ha agotado, se ha apagado, dando paso a desacuerdos y discusiones, y que la solución ideal para todos es la separación, pero que a ellos no se les perjudica,  porque siempre van a seguir contando con sus padres, éstos no desaparecen, son eternos, como eterno es su amor, además contarán con dos viviendas, donde podrán pasar sus días de otra forma.

Los padres son eternos, esto ha de ser explicado extensamente, y siempre estarán a su lado queriéndoles y apoyándoles, a pesar de su distanciamiento o enfrentamiento, los hijos son comunes, son de ambos, con lo que ambos deberán de apoyarse en la educación y formación de los hijos.

Estos marcarán la pauta del comportamiento de los padres, sus necesidades, amor, y seguridad, será lo primero, ésta será la línea medular de la actitud de los padres, ellos son lo primero, recordemos que les trajimos libremente, y contrajimos con ello una obligación suprema, luego su atención ha de ser una de nuestras prioridades.

Ocasionalmente esto puede suponer esfuerzo, o distorsiones en el camino que los padres hayan elegido por separado, de aquí que su actitud sea flexible y de verdadera colaboración entre ambos, permitiendo un intercambio de obligaciones, cuando la realidad lo exija.

En definitiva, en la trayectoria definida por los padres en sus respectivas vidas, tendrán un lugar especial la presencia de los hijos, sus necesidades específicas, así como sus proyectos de vida, requiriendo para conseguirlo de dos realidades, de la colaboración desde el entendimiento de los padres, y de la adaptación de cada uno de éstos, a las necesidades educacionales, formativas y de ocio, de los hijos.

Todo lo que no signifique entendimiento, comprensión y apoyo, para un proyecto de vida maduro y feliz de los hijos, desde el respeto, a las vidas de cada uno de los padres, así como desde su independencia, va a resquebrajar la estabilidad y la felicidad de los hijos, que también han de entender y respetar las capacidades y la libertad de los padres, por esto, es esencial el diálogo permanente, que nos permitirá entender, y vivir la realidad de cada día.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023