Al hablar de sociedad contemporánea, quiero referirme a la sociedad occidental,  sociedad acomodada, o sociedad del bienestar, que ha superado la lucha de clases, y ha conseguido instalarse en el disfrute de unos bienes, que deberían hacerla feliz, soñadora e ilusionada, no obstante, y a pesar de la franca superación de la escasez, así como de las limitaciones de las necesidades básicas, nos encontramos con cierto sonido de quejas. ¡Demandas!, exigencias, protestas, movimientos reivindicativos, en ocasiones tumultuosos, trasmitiendo una sombría escarcha matutina, además de cierto grado de frialdad, y una impregnación de confusión generalizada, que fomenta el nacimiento y posterior maduración, de “pasiones tristes”, que lentamente envenenan, surgiendo el resentimiento, la frustración, la irritación, la contrariedad, el enfado, el hartazgo, la desazón…

En un momento histórico, “esta letal granizada”, surgió como consecuencia de los judíos, personajes que se definieron, oscuros, con visiones egoístas, cuyo fin era explotar y vivir del resto de la sociedad. En otro momento fueron los comunistas, enemigos de todos, destructores de la familia y la patria, cuyo deseo suponía una perversión del modelo social, colocando a esta al servicio de un individuo, tirano, codicioso, egoísta y sin alma. Hoy son los emigrantes nuestros enemigos comunes, su cultura, costumbres, religión, formas de ser, les hacen responsables de la delincuencia, de la destrucción de las familias, de la contaminación de las relaciones sociales, de la quiebra de nuestro bienestar, al crear problemas permanentes de seguridad. Son como reptiles que se arrastran, escrutando con ánimo destructor, y por ello responsables de nuestras diversas precariedades.

Se suscita como consecuencia un movimiento de salvación, un cóctel, cuyos condimentos son las múltiples falacias relatadas, se agita, y de inmediato, desde la asfixia existencial que provoca, se añora una renovación ambiental, pues la amenaza es peligrosa, de aquí que se preconice, amputar las libertades de ellos en favor de las nuestras, adquiriendo el racismo una violencia inusitada, subrayando tercamente además, todo aquello que nos aleje de la norma, de nuestra norma, de aquella nacida de la mayoría, la que nos da la seguridad que buscamos,  se retuerce la realidad, para hacer tan deseables como necesarios nuevos principios, incluso poniendo en duda los resultados electorales, buscando ansiosamente la necesidad de un partido hegemónico, incluso con el apoyo o connivencia de la creación de fuerzas paramilitares.

Ciertos comportamientos sociales se entienden, e incluso suelen responder a una explicación, en este caso a la larga trayectoria de la existencia de clases sociales, perfectamente delimitadas, de tal forma que, la ciudadanía entendía cual era su situación respecto a los demás, bien podría explicar esta situación la lucha, de aquellos que aspiran a un control total de la sociedad, en base al miedo, pero esta razón ha dejado de existir, la porosidad entre clases, la mezcla o combinación entre las mismas, la posibilidad de viajar en ambas direcciones nos indican que todos estamos en el mismo itinerario.

La causa en nuestro criterio, se sitúa en la ausencia de pensadores, ciudadanos cargados de sabiduría y experiencia, abiertos al mundo, a través de sus obras, llenas de pensamientos nobles, serenos y centrados, que pudieran marcar los diversos caminos. Actualmente estos han desaparecido, o si están, su ejemplo no es el deseable, al ser normalmente parciales, recordemos a Heidegger, el mejor filósofo de siglo XX, y el mayor representante de un pensamiento único y negro, o a Sartre, roles los de ambos, que en lugar de luchar por esclarecer itinerarios, y apuntalar aquellos que desde su inteligencia eran más propios para superar momentos de crisis, su visión, además de estrecha fue parcial.

La fría economía de la atención, hoy tan en boga, condiciona nuestra atención dirigiéndola fundamentalmente hacia los tertulianos, semillero de alaridos, dada la mezcla de su composición, y en los que predomina la emoción sobre la convicción, de tal forma que, arrastran sus discusiones, cargando cada uno sobre aquellos aspectos que más le afectan, cuya participación desarticulada, no siembra más que el desconcierto, al no marcar nada de forma concreta, alimentándose por la diferente visión parcial y sesgada de cada participante. Además son únicos en su portavocía u opinión, formando un semillero, cuyo crecimiento ha sido exponencial, entendiendo todos de todo, además de estar dispuestos a emitir una definición categorial, a cualquier hora del día.

Son en el fondo más protagonistas que los encargados de gestar las noticias, y publicitarlas, los políticos, desplazando a la totalidad de nuestros representantes, al entender y describir, no solo lo que dicen los responsables de decir, sino lo que quieren decir cuando no han dicho nada.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022