13 Ago 2020
J agosto, 2020

Somos conscientes

Baltasar Rodero

¿De qué España ocupa el privilegio de encabezar la lista de países europeos con más contagiados por el coronavirus?, la cifra supera los 300.000 pacientes, y es que después de suspendido el estado de alarma, han seguido los contagios por la presencia de brotes permanentes, que han salpicado toda nuestra geografía, y en algunos casos contagios comunitarios, exigiendo confinamientos quirúrgicos de edificios, barrios, pueblos, o zonas de de ciudades, y como consecuencia provocando ingresos hospitalarios en porcentaje del 5,4% de los contagiados, necesitando la UCI el 0,4% de los mismos, representando esta misma cifra, el número de fallecidos.

Parece que suspendido el estado de alarma, y superado el confinamiento, todo había quedado atrás, teníamos la impresión de que la nueva normalidad era equivalente a la vivida anteriormente, pero diferentes acontecimientos, entre los que destaca como fundamental, la presencia del virus que nos sigue acompañando, que no nos ha abandonado, y que de forma sutil, y como enemigo peligroso, ha ido caminando para mantenerse y desarrollarse entre nosotros.

El primer descuido por nuestra parte fue el encuentro de las familias separadas por el confinamiento, todos los esperábamos con verdadera ansiedad, incluso todos lo necesitábamos, de tal forma que el contacto deseado, y la energía afectiva puesta a su servicio, nos hicieron perder el control, “al fin y al cabo un abrazo cuidadosamente dado, o un beso ansiosamente amoroso, o un tocamientos por todos los lugares del cuerpo, dado que no entendíamos como el nieto había dado ese estirón, los recién nacidos nos parecían que casi hablaban, o que la hermana pequeña que había superado el curso con buenas notas, o el hermano que saldría pronto por Erasmus al extranjero, además había que hacer proyectos para las vacaciones. Doy por hecho que, distancia de seguridad, mascarillas, e higiene especialmente de manos, no se necesitaban, estábamos en casa”.

¿Qué decir de los jóvenes y no tan jóvenes, de los adolescentes de, 13, 15, 25, 47, 63, o 70 años?, “Tenemos que celebrarlo, hace mucho que no nos vemos, se hace necesario un encuentro por todo lo alto, además a nosotros, que nos va a pasar, somos jóvenes, sanos y fuertes, y podemos con todo. No hay límites, todo es un invento de la sociedad ordenada para limitar nuestra libertad, es cosa de ellos, no tiene porque pasar nada”. Así dieron comienzo los hechos vitales para el abono del contagio, botellones y fiestas familiares, no teniendo en cuenta distancia de seguridad, mascarilla ni higiene de manos, algo por otra parte normal.

Somos jóvenes y podemos con todo, somos familia y como nos queremos, con el amor como antídoto, no puede ocurrir nada, no tiene porque pasar nada, “a nosotros no nos esclavizan, la libertad es esencial, y nadie nos impone nada, además yo no creo nada, vivo feliz y sé que no me pasará nada, porque todo es un cuento”, (comentario del adolescente de cuatro o cinco o más décadas ).

Estos encuentros familiares o grupos, son más peligrosos, cuando ocurren como fruto de movimientos interprovinciales, obviamente cada uno vive en su ambiente, y dispone de sus propios virus, que sin querer son nuestra compañía, de tal forma que los movemos geográficamente, y como se da la circunstancia que alrededor del 60% somos asintomáticos, podemos fácilmente contagiar a cuantos se sitúen en nuestro alrededor.

Esta situación se vive con frecuencia en terrazas, bares, y centros de ocio diurnos y nocturnos, donde no se respetan en términos generales las mínimas exigencias, pudiendo surgir un brote fácilmente. También se viven en los encuentros patológicos, reclamados por sociópatas, crueles y despiadados, con el objeto de contagiar.

Otro foco es el provocado por los temporeros migrantes, que llegan desde lejos a realizar las tareas que los lugareños no quieren, viviendo sin techo ni agua corriente, no observando ni las mínimas normas higiénicas, y trabajando en la mayor precariedad. Obviamente si se contagian, evitan comunicarlo, porque ello les exige aislamiento, que conlleva la carencia de ingresos, para ellos y sus familias.

Si sumamos además el hacinamiento, todo ello necesita un tratamiento exquisito e inteligente, que no pasa por cerrarles las puertas, (les necesitamos si no queremos desaparecer), sino el de adquirir sus servicios, con unas mínimas exigencias por ambas partes. Recuerdo de niño, que cuando los españoles y demás mediterráneos caminaban a Suiza o Alemania, lo hacían con contrato en origen, sabían dónde iban, y residían en lugares higiénicos.

Muy importante es saber, incluso solamente por respeto a los demás, que el virus sigue entre nosotros, que nosotros somos sus portadores, y que necesitamos respetar una mínimas normas para evitar contagiar, pero además va a seguir entre nosotros años, más allá del descubrimiento de la vacuna.

Es además un virus letal para el individuo, no haciendo distinciones de edad, sexo, raza, edad, o cultura, puede afectar a cualquiera en cualquier lugar, por esto se impone la cordura, la sensatez, la responsabilidad, porque al final todos podemos necesitar cuidados sanitarios, y estos se ofrecen desde el sistema de salud, actualmente mejor pertrechado, pero con un personal fatigado por el enorme trabajo realizado, al exigirles servicios de guardias permanentes, por la escasez de plantillas, y además frustrados, porque no se sienten considerados ni respetados, estando sobrecargados especialmente por la ligereza y el capricho, de parte de la ciudadanía.

Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander Agosto 2020