19 Feb 2024
J febrero, 2024

Una educación complaciente

Baltasar Rodero

Estábamos con unos amigos compartiendo sala en un aeropuerto, eran vacaciones, con lo que el público se agolpaba en determinados lugares, no era fácil el movimiento, aunque tampoco era imposible. A nuestro lado muy cerca, se situaba un matrimonio  joven, elegantemente pertrechados, con diferentes utensilios, viajaban con un niño de no más de siete años, vestimenta limpia y moderna, portaba un balón que mantenía entre sus brazos, pero que ocasionalmente dejaba escapar y le serbia de liberación, una carrera, unos empujones, unos comentarios no demasiados, y vuelta a coger el balón entre sus brazos. Esta escena se repitió de forma reiterada, y en la medida que el paso del tiempo provocó algo de fatiga, aumentaron los actos de liberación del balón. A los padres se les oía comentar “ten cuidado, te dijimos que no se puede jugar aquí”, este comentario se fue repitiendo, hasta que al final, al observar que había que cambiar de actitud, los padres con el mismo gesto, no más serios o enfadados, le comentaron, “si te comportas bien, si dejas el balón en la mochila, cuando lleguemos tendrás uno de los premios que tu sabes”.

Especialmente me llamó la atención; además de que no se diera algún gesto, expresión, o movimiento específico, por parte de los padres, de desaprobación hacia la actitud de su hijo, durante el tiempo de los hechos, observando además tan directamente las molestias, que de forma reiterada ocasionaba la actitud del niño; no se le hiciera ninguna indicación, a propósito de cejar en su actitud, ni mucho menos una prohibición absoluta de su actividad, de forma razonada, expresada con cariño pero con autoridad, pero actualmente, las relaciones educativas a nivel de algunos padres, es la de no frustrar, o herir la sensibilidad de los hijos, por lo que se dialoga, y dialoga, en ocasiones como compis, siendo excesivamente complacientes, situándose la intervención de la autoridad, responsable del establecimiento de unos límites, cada día más lejos. Estamos asistiendo cada día más, al campo de propuestas, como respuesta ante un hecho generador de enfrentamientos. Quiero estos zapatos, bueno si te parece… Esto nos permite manejar determinados chantajes, para conseguir salir de una situación compleja, huyendo de la responsabilidad, de tener que tomar la decisión que corresponda, desde la coherencia, además de responsabilizarnos hasta el final, de la actitud tomada. En definitiva, la tendencia actual no es confrontar, es la de evitar decir no, mediante el manejo de propuestas, que pueda aceptar el niño o niña.

Este comportamiento útil, práctico… y del que se viene abusando, que puede ser aceptado en unas circunstancias determinadas, no puede convertirse en una medida educativa, dado que el mundo en el que habitamos nos dirá de mil formas, “no”. El hijo crecerá, se desarrollará, saldrá al mundo donde competirá por un puesto de trabajo, por una pareja, por la adquisición de un piso… podrá presenciar la muerte, enfermedad… y en este camino ira acumulando frustraciones, reveses, portazos de todo tipo, en ocasiones esperados, y en otras no, su seguridad se irá debilitando, y la esperanza se hará cada día más difícil de mantener, no entenderá este tipo de respuestas a las que no está habituado, porque siempre sin esfuerzo, sin responsabilidades, por puro capricho, mantuvo  una vida cómoda, regalada, permisiva, en la que siempre se movió a su antojo y capricho.

Los términos en los que se mueve la dinámica educativa, han pasado, no en mucho tiempo, por un extraño camino, que naciendo en la exigencia, imposición y control, incluso con abundantes castigos; ha pasado a moverse en la familia, como en balsa de aceite, todo es líquido, fluye, no importa demasiado, el objetivo es que el niño se exprese en libertad, sin sufrir frustración alguna, sin contaminación social, pues sólo en este medio alcanzará su verdadero conocimiento, y se desarrollaran sus capacidades, de aquí que no sea raro observar que hay padres que prohíben a sus hijos estar con los abuelos, estos sin querer avalan ciertas libertades de los niños “y les perjudican”, incluso se aleja a los niños de todo lo que signifique; violencia, atropellos, enfrentamientos, luchas, peleas…, en definitiva de la dinámica de la vida normal, por lo que al final van a carecer de las defensas necesarias para aceptar los obstáculos propios de la vida, normalmente decimos, son más blandos.

La repoblación del parque de Kruger nos demuestra, algo que cada día se olvida más, el fenómeno de la “imitación”; quieren poblar de elefantes jóvenes el parque, para lo que trasladan unos cientos de otras latitudes, su comportamiento fue caótico y violento, entonces introdujeron unos cientos de adultos, que vivían en estado semidoméstico, los jóvenes los imitaron, y donde reinaba la anarquía y violencia, nació la paz.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024