El individuo como ser social, dispone para el ejercicio de su integración y participación de un mecanismo, cuya señal se dispara en la amígdala cerebral ante cualquier amenaza, provocando, para la defensa de su existencia, un conjunto de señales de alerta: tensión muscular, incremento del ritmo cardiaco, aceleración del pulso, presión en el pecho, etc. que al final le permitirán la huida o el enfrentamiento, y con ello la posibilidad de sobrevivir.

Este tipo de defensa que es una reacción normal, se puede convertir en patológica, cuando se da sin la presencia de una amenaza, o cuando se prolonga en el tiempo después de la superación de ésta, convirtiéndose así en un cuadro clínico, que hoy podemos decir que es epidémico, por su alta incidencia, y que se llama ansiedad.

Esta respuesta es singular y específica de cada individuo, interviniendo en la misma el factor genético, las diversas circunstancias sociales que nos envuelven, amén de las peculiaridades de la vida de cada uno, trabajos competitivos y estresantes, relaciones tóxicas, problemas económicos o convivenciales, expectativas sociales o personales frustradas, y de forma especial una enfermedad con evolución incierta, como la provocada por el covid-19etc.

De su importancia habla que en España, somos líderes en el consumo de ansiolíticos, según la OMS uno de cada diez personas sufre este tipo de síntomas, habiendo sufrido un alto incremento, siendo el problema, dentro del campo de la salud mental, más citado por los españoles. Pero además, es un importante problema económico, al representar un gasto, entre los días no trabajados, gastos sanitarios y por incapacidades, del 2% del PIB.

Es la enfermedad del siglo XXI, como la depresión lo fue del siglo XX, siendo buscada en google diez veces más que la depresión, se dice por ello, que los milenial es la generación de la ansiedad, por la alta prevalencia entre ellos, pues las estadísticas muestran que, el 88% de los menores de treinta años se encuentran insatisfechos, presentando el 34% altos niveles de ansiedad. Su prevalencia es el doble que la depresión, y se cree que una de cada cinco personas en España está en riesgo de sufrirla, en el 2019 fue el sexto problema de salud, el quinto en las mujeres.

Lo que impresiona es que no se han incrementado la prevalencia de los casos graves, esos que son permanentes, y que se expresan con mil caras, como fobias múltiples amén de otros trastornos. Lo que ha sufrido un enorme incremento son los casos leves, los que provocan un malestar permanente, discretamente limitativo, surgiendo en ocasiones exabruptos, o ataques de miedo o de pánico. Tienen además, el carácter de reactivo, a cambios surgidos en nuestro caminar y que no aceptamos, que no interiorizamos, que no asumimos, y aunque no alcancen la categoría de enfermedad, suponen más del 50% de las consultas en los centros de atención primaria, y en las consultas de salud mental.

Este proceso es especialmente visible, por la presencia de crisis de miedo, cuya sintomatología es plural, afectando de forma especial al área cardiorrespiratoria, e impresionando como el final de la vida por ahogo o infarto, crisis que especialmente son consecuencia de una vida marcada por la aceleración para todo, el estrés, el bajo umbral a la frustración, etc.

Atrapados por la ausencia de serenidad, frente a cualquier problema real o imaginario, se incrementa nuestra inestabilidad emocional, nos tensionamos, se acelera el pulso y el ritmo cardiaco, y surge una sensación de presión en el pecho con dificultad respiratoria, y la proximidad de la muerte, aceptando como respuesta la pastilla o la huida, aturdimiento, sensación de falta de equilibrio físico y emocional.

Esta situación de paralización ha sido una constante histórica, ya Hipócrates habló de ello como de un terror, por miedo profundo frente a la existencia, pero la enmascarócomo fobia. Hoy sabemos que estos episodios pueden surgir por múltiples causas, incluso ser fruto de la imaginación, por ejemplo recordar un grave error, un despido en un momento económico difícil, una ruptura de pareja inesperada, la expectativa de una enfermedad grave de un hijo, la soledad impuesta, pueden ser la causa de lapresentación de un episodio.

Todas son situaciones, que nos exigen un esfuerzo de adaptación, que en ocasiones no sabemos gestionar, y cuyas repercusiones especialmente de sensación de muerte, inestabilidad emocional, intranquilidad y miedo, tratamos de mitigar con el consumo de ansiolíticos, de tal forma que hoy somos líderes en Europa, especialmente del consumoorfidal y trankimazin.

Es esencial incidir en la prevención, señalando los factores precipitantes, siempre situados alrededor de la capacidad de aceptación del individuo, que ha de entender que todo puede ocurrir, incluso que todo puede empeorar, de tal forma que la aceptación, ha de ser la esencia de nuestro comportamiento, y cuando éste se descompone, el abordaje terapéutico ha de ser mixto, psicológico y psiquiátrico.

Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2021.