29 Ago 2019
J agosto, 2019

Una sociedad mezquina

Baltasar Rodero

Una sociedad mezquina. He recordado, en estos pasados días de lluvia torrencial y lodo, en la zona del Levante, con grandes inundaciones de viviendas, bajos comerciales, garajes, así como con graves destrucciones de mobiliario urbano, el caos y destrucción acaecido en Baleares, donde se pudo observar, inundaciones de barrios enteros, con una subida del agua nunca vista. Todos los vecinos como uno, solidarios, de la mano, bien organizados, “se tiraron a la calle”, e iniciaron una enorme obra de limpieza, superando el dolor y el sufrimiento, conjugaron su orgullo y su fuerza, y sin descanso, dieron comienzo a una gran obra.

Entre todos los vecinos, porque nadie se quedó en casa, que dispusiera de alguna facultad, se encontraba Nadal, como uno más, como lo que es, una persona normal, hijo del pueblo, e identificado con éste, lo vimos como a todos, con la pala en la mano, y con el lodo hasta las rodillas, sufriendo en silencio y empujando, a la vez que repartiendo ánimos.

Parece que a los mediocres no les pareció bien, su imagen era pura publicidad, que por cierto “la necesitaba”, era algo ficticio, con un valor negativo, porque se trataba de una impostura, de un acto hipócrita, algo que avergonzaría a cualquier persona normal, eso repetían los mezquinos, los envidiosos y las personas de mala fe. Sin embargo se trató de algo encomiable, no era su pueblo, era el de sus abuelos, algo que le quedaba a cierta distancia, pero que no le era ajeno, y pudiendo tener mil excusas explicables, pero cogió la herramienta adecuada, y vivió solidariamente una desgracia, la del pueblo de sus abuelos.

También esta imagen me evoca a otra persona, cuya labor es necesario subrayar, un hombre que aprende a coser en la cocina fría de una casa humilde, que crece y se desarrolla en el esfuerzo, la perseveración y negación del ocio, que se desvela, sufre, y se esfuerza cada día por superarse, dando así comienzo, a cuanto ha conseguido, realizar una de las más grandes obras del mundo, llegando al final, de ese titánico esfuerzo, la recompensa económica, el pago justo de su sacrificio, a un ciudadano normal, con domicilio en nuestro país, y en consecuencia al corriente de sus impuestos.

Este hombre, esta persona generosa, trabajadora, honesta, e irremplazable, decide, hacer partícipe de sus beneficios, al pueblo que le vio nacer, a través de la donación de la técnica más avanzada en radiología, con enormes beneficios a la hora del diagnóstico y tratamiento, de graves enfermedades, que de otro forma serían mortales.

Pero un grupo, no sé si numeroso, pero si ruidoso, ha venido rebuznando, manifestando que la caridad es propia de otras sociedades más injustas, y que nadie se puede engrandecer a su costa, dado que en la sociedad en la que vivimos, hay que hablar de justicia social, y en consecuencia, la gran obra realizado por D. Amancio Ortega, es inadecuada e inapropiada, en la que solo busca ventajas económicas, y relieve social.

No merece más comentario, que el de que existen individuos, que además de obtusos, burdos, e inadecuados a la vez de miserables, están impregnados de mala fe, de un resentimiento que les ahoga, porque nadie normal, con sentido crítico, puede despreciar una obra que a nivel nacional, está salvando cientos de vidas, gracias desde aquí al Sr. A. Ortega.

En esta línea me gustaría significar, lo que para Cantabria, y especialmente para Santander, ha supuesto y sigue suponiendo, el Sr Botín, o la familia Botín. Cuantos comentarios despectivos hemos tenido que escuchar, el día de la decisión de la construcción del Centro que lleva su nombre, teniendo que desplazar su ubicación por una inservible grúa. Esta discusión en ocasiones encendida, me recordó la historia de la abuela de uno de mis amigos, heredó un sillón donde siempre se sentó su padre, ocupándole de forma exclusiva, con el tiempo el deterioro le afectó, y la abuela cayó fracturándose la pelvis, y quedando en silla de ruedas, pero la causa fue el sillón de su padre, luego, todo carecía de importancia.

Cuanto desprecio, incluso ofensivo, “Botín cabrón trabaja de peón”, cuanta ruindad y sordidez, a un hombre que ha servido generosamente a su pueblo, y lo sigue haciendo, desde el mayor de los altruismos, cuanta tecnología cuenta el Hospital de Valdecilla, que lleva su nombre, cuantos cientos de pacientes se han beneficiado de la misma, y cuanta actividad puede desarrollar el Gobierno Autonómico, en su gestión económica, gracias a la domiciliación de la sede del banco que preside. ¿Quién conocería a Santander, sin la existencia del banco que lleva su nombre?.

Es increíble que en Santander, aún no se haya promovido algún tipo de reconocimiento a su enorme labor, quedando escrito para siempre, su actitud de generosidad y cariño, demostrada de infinitas y permanentes formas.
En estos momentos, otra figura nacional e internacional, viene siendo receptora de oscuros y malignos dardos, Plácido Domingo, de prestigio ilimitado, de reconocido cariño a su labor profesional, situado en la élite, comprometido, trabajador, generoso, en disposición permanente de servicio a los suyos, y en particular a su país, querido y admirado, situado desde siempre en la élite de sus múltiples facetas artísticas, colaborador incansable y solidario, promoviendo, gestionando, protagonizando homenajes de todo tipo, desde una actitud de servicio.

Unas personas que carecen de nombre y apellidos, hasta el día de la fecha, no sólo no lo ven así, ni lo sienten con estas actitudes, sino que tratan de embadurnar, enlodazar, ensuciar, sin ningún tipo de pruebas, toda su gran obra, así como lo ejemplar de su nombre.

Nuevamente surge la mezquindad y vileza, de nuevo, los buitres hacen su presencia, vuelan sobre nosotros, y al que ven más de cerca, porque está situado por encima de los demás, a mayor altura, tratan de picotearle, tratan de ensuciarle, limitando así y enturbiando, su nivel de altruismo, poniendo en su lugar la suciedad de sus bocas carroñeras.
Autor: Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Agosto 2019