30 Jul 2020
J julio, 2020

Violencia de género

Baltasar Rodero

Esta mañana, una nota del periódico informaba, que 35.000 mujeres fueron víctimas de violencia de género en el primer trimestre, es un número importante, abultado, cuantioso, pero es un número, que como tal, al pasar página te invita a olvidar, a dejar en el recuerdo, en el camino, sin merecer una ligera reflexión, ¡estamos tan acostumbrados!

Se trata de uno de esos temas que tienen presencia permanente entre nosotros, que es cotidiano, y cuyo comentario y tratamiento, está en manos de los diferentes portavoces, que viven pendientes de los comportamientos sociales.

Eso sí, en ocasiones, una luz interior del lector, focaliza lo dilatado del número, conecta con él, y como ocurre con los fallecidos por accidente de circulación todos los fines de semana, a los que contamos de una forma superficial, pues siempre es lo mismo, pero cuando se trata de una incidencia singular, hacemos un stop en nuestra lectura, y nos permitimos pensar, segundos, minutos, u horas, por la importancia del hecho.

Lo primero que en este caso pensé, es que son muchos casos, casi infinitos, ¿cómo puede haber tantos?, parece un título de una película, pasando después, más seriamente, más sereno o sosegado, a reflexionar sobre el ¿por qué?, ¿por qué nuestras madres, hermanas y demás familiares femeninos, han sido, lo están siendo, o pueden en el futuro ser objeto de violencia de un hombre?, hombres en todos los casos, groseros, burdos, zafios, obtusos, perversos, ¿Por qué?

Porque uno piensa que, previo a la propia o específica violencia, han de darse algunos forcejeos. El itinerario normal que recorre una pareja es, nos conocemos, nos acercamos físicamente, empatizamos y compartimos, dándose en todo este recorrido un diálogo más o menos rico. Este en todo caso se perturbará, perderá fluidez y riqueza, se empobrecerá, surgirán exabruptos, comentarios intempestivos, y como consecuencia los desencuentros citados y forcejeos, previos a las fricciones físicas.

Hemos pues andado un camino, en el que hemos asistido a todo tipo de relieves, lleno de obstáculos y vicisitudes, habiendo por ello un tiempo de observación y análisis, que nos puede permitir observar la perspectiva del horizonte, pudiendo tomar una decisión de, seguir o no seguir por el mismo camino, sabiendo que seguir significa, caídas bruscas con lesiones, que pueden ser mortales.

¿Cómo podemos entender este tormentoso recorrido, plagado de espinas, que con el tiempo sus arañazos se hacen más dolorosos? La respuesta es, que solo sabemos andar por estos malos senderos, llenos de peligros, y arbustos peligrosos, hemos nacido, hemos sido criados, y ha llegado nuestro desarrollo en este tipo de ambientes, no estamos habituados a otra clase de itinerarios, de aquí que al carecer de referencias, pensamos que es el único posible, incluso el que merezco.

Nacen en familias que no se articulan como tal, en las que los comportamientos son absolutamente anárquicos, con enfrentamientos y contenciosos permanentes, instalados en un desorden, donde pocas cosas están vedadas, dándose contactos aberrantes entre hermanos y familiares cercanos, con compraventa de favores ilícitos, esto los estigmatiza, trasplantándolo con sus actos en la sociedad.

En otras ocasiones, nace en un nivel económico alto, incluso confortable, pero carente de principios, o viviéndolos con absoluta laxitud, por ausencia de patrones. Así nacen algunos jóvenes, sueltos, carentes de referentes, bien situados y con ansias de libertad, sin conocer límites y amantes del riesgo, por lo que tratan de vivir experiencias nuevas, bruscas, llamativas, rompientes, que provoquen grandes y graves consecuencias.

En un tercer lugar, podemos señalar al individuo algo solitario, tímido, sin escrúpulos, y con afán de poder alcanzar cierto relieve social, por lo que está dispuesto a casi todo. Está ansioso por encontrar una circunstancia que le saque del anonimato, por lo que sus límites son desconocidos, pudiendo llegar a cualquier lugar, o a realizar cualquier hecho, siempre que esto le permita salir en los carteles, esto le da la identidad que busca.

Por otra parte, la sociedad es más permisiva y flexible, mucho más relajada y abierta, permitiendo hechos que de ningún modo dos generaciones atrás lo aceptarían, serian rechazadas de un modo generalizado.

Entre otras cosas, podemos citar las redes sociales, que ponen al alcance de los niños ciertas imágenes, cuya visualización es de lo mas censurable, en las que el protagonismo es el sexo y la violencia de forma simultánea, o por separado, pudiéndose afirmar, de acuerdo con encuestas, que tres de cada cuatro niños y una de cada cuatro niñas, menores de 16 años, han visto y ven pornografía, adelantándose los primeros contactos a la edad de los ocho años. Lluís Ballester.

Una reflexión de lo expuesto, nos permite apuntar a la educación, y a los referentes ejemplarizantes sociales, como baluartes en la rectificación de este desfiladero de anarquismo y destrucción de la mujer, y con ello de la sociedad en su conjunto, en el que se han de encontrar el colegio, la familia, y los comportamientos sociales, subrayando las virtudes clásicas, entre las que destacan, el respeto, la solidaridad, la empatía, la justicia y la igualdad.

Al depredador le delata su ansia de control y posesión, pongamos lupa a su comportamiento, y aprendamos a decir no, yo no soy tu, soy diferente y compatible, no quiero pertenecerte, no quiero penetrar en tu redil, soy como soy, única y diferente, ni mejor ni peor, pero mi libertad es mi tesoro.

Autor: Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander, Julio 2020