«Papá, mamá: Qué aburrimiento. ¿Qué hago?». Seguro que la frase le resulta familiar, que la ha oído por boca de su hijo cientos de veces. Pero no debemos satisfacer sus deseos, ni darles algo con lo que jugar o pasar el rato. Que investiguen ellos, que averigüen e inventen qué hacer cuando no tienen nada qué hacer.

«Si los niños tienen periodos de aburrimiento en que no están haciendo nada que les satisfaga, deberán utilizar sus propios recursos para que eso no ocurra. Y ahí entra en juego la creatividad, porque el aburrimiento es la antesala de la creatividad», afirma a EL MUNDO Carme Crespo, psicóloga infantojuvenil. «El poder conectar con uno mismo y buscar actividades o acciones que puedan sacarlos del tedio tiene ventajas. Harán que sean más flexibles cognitivamente, más tolerantes, más creativos, y por tanto más resolutivos«.

Pensemos por un momento cómo han surgido en nosotros los mejores proyectos. Probablemente, fue cuando no estábamos ocupando nuestro tiempo en nada. Y esto es porque «la creatividad necesita tiempo, y muchas de las grandes ideas han surgido en momentos de relax, como en unas vacaciones, en la bañera…», aseguran Mª Teresa Rodríguez de Castro y Mariola Lorente Arroyo, investigadoras de la Fundación Universidad de Padres.

Según ambas expertas, el cerebro está siempre funcionando y produciendo ocurrencias, aunque no seamos conscientes de todas ellas. Y puede suceder que, cuando no estamos pensando en eso que nos preocupa, de repente se nos ocurra una solución. Es una estupenda estrategia cuando hemos dedicado mucho tiempo a un problema y nos atascamos. Hay que dar libertad a nuestro pensamiento, dejarlo fluir, escucharnos a nosotros mismos, pues de ahí surgen proyectos, ideas y deseos.

Además, es importante que comprendamos que todos somos creativos. Esa es una de las conclusiones del trabajo ‘Creatividad en la educación’. Elaborado para los Cuadernos Faros del Hospital Sant Joan de Déu, en el que ambas expertas han participado. «La creatividad no es algo que se relacione sólo con el arte o los inventos. Juega un papel muy importante en nuestra vida diaria, pues nos ayuda mucho a resolver todo tipo de problemas, empezando por los más cotidianos. La creatividad puede desarrollarse como un hábito», dicen.

Por eso es tan importante que los niños no tengan todo su ocio programado. Porque en la libertad del tiempo libre pueden aprender y desarrollar infinitas capacidades positivas para su crecimiento. «Aburrirse desarrolla la autonomía personal, el pensamiento propio, la imaginación… Si un niño se aburre y nadie le dice qué hacer, él mismo acabará dando con una forma de entretenerse». Por ello, mantienen que «los niños necesitan la oportunidad de hacer cosas por sí mismos, de ponerse sus propias metas, inventarse planes y proyectos. Experimentar todo esto es la mejor manera de adquirir estas habilidades».

 

Pero no sólo los niños. También los adultos debemos ser conscientes de que no pasa nada por no tener nuestra agenda ocupada todo el tiempo. «Vivimos en una sociedad en la que hay un afán por hacer cosas todo el rato. Parece que si no se tiene una actividad entre manos se estuviera perdiendo el tiempo. El ‘no hacer nada’ está muy mal valorado socialmente, y esto sin darnos cuenta se lo inculcamos a nuestros hijos. Siempre tienen actividades que hacer, agendas muy marcadas y estructuradas», dice Leire Iriarte Elejalde, psicóloga y vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA).

Los niños durante el curso no paran. Cuando terminan su jornada escolar tienen deberes y después, actividades extraescolares. Casi no tienen tiempo para jugar o para, simplemente, no hacer nada.

Igual pasa en verano. Se intenta que los niños tengan todo el tiempo ocupado. Pero no conviene que los niños tengan todo su ocio dirigido, es importante que aprendan a valorar el tiempo y a gestionarlo. A veces podemos ayudarles, pero en otras ocasiones es mejor que sean ellos solos quienes averigüen cómo hacerlo. Vencer el aburrimiento implica esfuerzo. Por ello, no debemos darles todo hecho: ayudarles (a veces) sí, pero no darles la solución.

La clave es: ¿cómo podemos ayudarles? Los padres deben dejar a los niños tiempo para crear e inventar, por ello según Iriarte. «Es muy positivo que los pequeños tengan a su alcance medios y posibilidades de hacer cosas«. Es decir, material de manualidades, juegos de construcción o cosas que puedan potenciar esa libertad y creatividad, para que no recurran siempre a la tele o a los videojuegos.

«No es negativo que los niños jueguen con dispositivos móviles, pero sí cuando les quita tiempo para otras cosas, y por supuesto cuando juegan en exceso», aclara Iriarte. Es fundamental que durante su crecimiento los padres les enseñen de forma progresiva y natural cosas para fomentar su creatividad y capacidad de juego. Un ejemplo de Crespo: Se le da un palo al niño y se le pregunta: «¿Qué podemos hacer con él?». Y que el niño diga mil cosas, no sólo una. Hay que hacer que los pequeños disfruten aparte de los juguetes, los juegos de mesa o los dispositivos electrónicos. Hay que darles las herramientas para que aprendan, en relación con su edad y capacidad.

La clave es el juego libre

Es clave que los padres «les acompañemos a realizar actividades solos, buscando en su mundo interior aspectos que les serán beneficiosos en su futuro, fomentando la creatividad, la sorpresa, la autonomía», asiente Crespo. Si cuando sueltan ‘Me aburro’ les damos opciones rápidas (el móvil) o les indicamos qué hacer, se lo estamos dando todo hecho y no aprenderan.

Es fundamental que padres e hijos pasen tiempo juntos, aunque el ritmo de vida actual lo haga difícil. Y que el tiempo que se comparta sea de calidad. «Los padres debemos conectar con el aquí y el ahora de estar con ellos, no mirar continuamente el móvil, no tener de fondo la televisión y ayudarles a que creen actividades en las que podamos participar», sostiene Crespo. Es fundamental «generar espacios estimulantes para la creación y el juego en familia, y oportunidades para poder practicarlos. El juego libre, imaginativo y no estructurado es esencial para el desarrollo infantil«, concluyen Rodríguez de Castro y Lorente.

Fuente.El Mundo. Beatriz G. Portalatín