Viejos, mayores, ancianos, personas pertenecientes a la tercera edad… son todas formas de definir, al colectivo de individuos situados en la etapa final de la vida, cuya concepción social, a lo largo de la historia, ha sufrido un cambio sustancial, pasando de ser venerados, a llegar a representar en no pocas ocasiones una carga, familiar y social. Una mirada a la historia, desde sus inicios, nos permitirá observarles en la cúspide de la misma, reyes, profetas, sabios, referentes de experiencia y sabiduría, costumbres y hábitos, ejemplo de honestidad y cultura, depositario de tradiciones, sumos sacerdotes, patriarcas o reyes, espejo en el que la tendencia exigía que se miraran los jóvenes. Siempre fueron objeto de reverencia, por su visión llena de experiencia y sabiduría del futuro. Eran la sabiduría viva, ejemplo permanente, la reflexión y pureza, el crisol del saber, los depositarios de conocimientos y culturas, su voz, sus consejos, sus orientaciones, siempre fueron atendidas, tanto en la familia, como en cualquier foro e incluso en la sociedad en general.
Este papel de protector, de sabio y maestro de saberes, ha ido a lo largo de los últimos tiempos desapareciendo de forma lenta, primero manteniendo socialmente la idea, de que merecían un descanso; su dedicación, esfuerzo y trabajo había sido agotador, así como sus casi infinitas responsabilidades, tantas, que se habían ganado un papel presidido por el bienestar, por la inactividad, por la despreocupación, por el descanso… siendo lentamente desposeídos de aquel halo que siempre les definió. Así fueron expulsados sutilmente de la vida pública, incluso de la influencia social y familiar, pasando a ser, primero, desocupados, y después recluidos, en lugares residenciales, donde son retirados como rémoras, de tal forma que, en muy poco tiempo, de significar una referencia esencial y ejemplar a respetar y seguir para el disfrute de un orden en la vida, pasaron a convertirse en un lastre, señalados especialmente por el gasto sanitario que sus limitaciones demandan, a la vez de utilizados, por los mismos que les han ido desplazando del lugar que siempre mantuvieron, a la hora de recoger un voto. Por ello, su irrelevancia es cada día mayor, de tal forma, que la sociedad no puede mirar hacia atrás, para proyectarse en el futuro.
Por otra parte, aparece como compensación, un alargamiento desmesurado y llamativo del periodo de adolescencia, pudiendo observar adolescentes de más de cincuenta años, a la vez que la etapa de la madurez del adulto, se extiende hasta introducirse con el periodo que correspondería al mayor, es una lucha clara contra un orden establecido, por lo que entre otras cosas, llegada la hora final, el mayor se siente incompleto, su tarea no ha terminado, sabe hacer, es dueño de sus actos, se sienten vivos, en plenitud de fuerza física, y con un mayor entendimiento y conocimiento emocional, pero es igual, falta el apoyo, y la posibilidad de organizarse, y la fuerza que surge para su traslado a los morideros, con total impunidad, es mayor, con lo que se van, aunque aquí se queda su rebeldía, fruto de unas energías despreciadas.
Esta lucha, acaba de encontrar un hilo de esperanza, el director de la facultad de medicina de la Universidad de George Washington, ha evidenciado, que el cerebro de una persona mayor, es mucho más plástico que lo que siempre se pensó. Estudios recientes llevados a cabo, han demostrado una gran interacción entre hemisferios, además se observa una enorme fluidez, y la conectividad es mayor, de aquí el error que muchas empresas, en aplicación de unas normas hoy cuando menos discutidas, estén prescindiendo de trabajadores, que además de estar en posesión de todas las capacidades, su experiencia sea manifiestamente mayor, y por ello su eficiencia. Las décadas de los setenta y ochenta con salud, son las décadas de la sabiduría, se sabe lo que compensa, se aplica el esfuerzo correcto, se disfruta de lo que se gana, y se sabe aplicar las tareas con una mayor seguridad.
Es verdad que el cerebro no es tan rápido como en el de la persona joven, pero con los años gana en flexibilidad, por lo que es más fácil tomar soluciones correctas, por otra parte las neuronas en contra de lo que se pensaba no mueren por lo que como consecuencia de la conectividad interhemisférica persiste la creatividad. Como colofón en un estudio que se llevo a cabo entre personas jóvenes y personas mayores de 70 años, se puede observar, que el número de errores era mayor, entre los jóvenes, parece que esto obedece a que en los mayores, optan por los caminos neuronales más directos, consumiendo menos energía, y en el mismo tiempo aciertan más.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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