La familia vendría a representar el anfiteatro de un campamento, donde los niños crecen, se desarrollan y aprenden a socializarse. Compiten, se pelean, elaboran alianzas, aprenden a encajar las derrotas y victorias, se comparan, se envidian, se quieren y apoyan… y así alcanzan la edad adulta, teniendo como modelos especialmente a los progenitores. La heredabilidad, la socialización, y las actitudes de los modelos, van a ser los factores que esculpen su personalidad, y todas las singularidades de la misma.

La violencia filio parental y vicaria, siempre han existido, comenzando su lento crecimiento desde los primeros años de este siglo, las relaciones intrafamiliares se han hechos más laxas, menos exigentes, y una sociedad competitiva les ha infringido alto castigo, por la dificultosa emancipación; si a esto unimos, el cambio habido en los modelos de familia, además de las grandes migraciones, y la trasmisión de conocimientos y saberes desde sus modelos, han surgido, grandes masas de movimientos juveniles, germen del desarrollo de la violencia, primero entre ellos, y después entre ellos y sus modelos. Las familias en muchos casos se desestructuran o anarquizan, y en ocasiones no saben ofrecer la seguridad y amor necesarios, para la seguridad del niño, además las actitudes educativas, en términos generales, en muchas ocasiones son inadecuadas, por lo permisivas, negligentes, y sobre protectoras. Y en otros casos, son represoras, controladoras y vigilantes.

Niños sin control, o que son objeto de excesivo rigor, que comienzan pronto a consumir tóxicos, o que por su heredabilidad, carecen de empatía y dificultad para controlar los impulsos, son capaces de ocasionar agresiones, verbales, psicológicas y físicas, tanto ascendentes, a sus progenitores, como a sus modelos; se sienten resentidos, enfrentados a la norma, como injertados en la vida, deambulan sin itinerario fijo, y lo mismo que son carne de cañón, por su impetuosidad, pueden ser una bomba andante por la dificultad de controlar los impulsos, en un mundo que le viven como obsceno, y al que están enfrentados de forma permanente.

Puede que en este recorrido, encuentren a alguna persona con la que consigan un contacto más estrecho, puede ser mujer o un hombre, este va a ser su apoyo, su confidente en su trayectoria tortuosa, y puede que, mujeres, especialmente jóvenes y generosas, pensando que le pueden “domar”, sigan a su lado de forma permanente intentándolo. El individuo al principio se puede mostrar no agradecido, pero si atraído por la capacidad de disfrute, porque le permite en ocasiones liberarse de su ira, no sin algún enfrentamiento. Puede por ello, y por la insistencia de ella, seguir en ese camino tortuoso y conflictivo, él, disfrutando, pues le permite todo tipo de juegos, y ella aceptando desde momentos de dulzura, pocos, hasta los desprecios, marginaciones, incluso momentos de odio más expresivos, pero ella insiste, cree que le puede educar, “porque cuando es bueno es muy bueno, la culpa de todo la tiene la vida”, pensamiento puramente romántico, cuya fantasía le impide observar con pragmatismo la realidad. Tampoco nadie le puede explicar, comentar, argumentar, nadie le puede señalar cuál es la meta de este camino que ha emprendido, sigue y sigue ciega.

Puede que en un momento puedan iniciar un tipo singular de convivencia, apoyados económicamente por los familiares de ella, que trate de formar una familia, incluso que consiga algún hijo, pero él nunca sentirá este hecho como propio, es algo anormal para él, ha sucedido y no sabe cómo, parece que lo acepta pero no se responsabiliza de hecho alguno, el persiste en su vida anárquica, y cada día más, porque ella está más cerca de los hijos, y se ha alejado de él, algo que no perdona, la situación entre la pareja empeora de forma ostensible, él no entiende este reparto de afectos por parte de ella, y la lucha, discusiones, insultos, vejaciones, empujones y golpes, dan comienzo; los padres de ella y sus familiares se dan cuenta, la mujer ya es consciente que ha perdido la batalla, trata de irse de casa pero con amenazas de muerte, al final denunciándole o no, se va cerca de los padres, él se enfurece, se irrita, se agita, pierde el control, “como siendo mía me abandona”, “si no es nada sin mí”, “si además me debe todo”, “con lo que yo he hecho por ella, no merece nada, y toda la culpa la han tenido los hijos, son los que la han alejado de mí, se va a acordar de lo que me ha hecho, no tiene derecho a disfrutar y pasarlo bien con sus hijos y yo solo”, haré DESAPARECER a los niños, para que ella sufra, y después a ella.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024