Al deporte de competición se llega superando fases, destacando y siendo mejor que los demás. Convertirse en una promesa deportiva es el objetivo de muchos jóvenes adolescentes que sueñan con alcanzar su éxito pero ¿qué cuidados hay que tener con las jóvenes promesas? Veamos algunos aspectos importantes.
Muchos padres con hijos posiblemente les hayan apuntado alguna actividad deportiva para la práctica de un deporte individual o colectivo. Tenga el carácter que tenga este deporte los adultos somos conscientes de la cantidad de niños que quieren alcanzar el “éxito” deportivo.
Por ejemplo en una escuela de karate con 100 alumnos, ¿cuántos niños pueden destacar y llegar a ser una figura del karate? O ¿que podemos decir del fútbol? un deporte masificado en todas las escuelas, colegios y clubs deportivos que cuentan con canteras de cientos de niños que aspiran ser los delanteros o porteros más importantes del fútbol nacional. ¿Cuántos lo logran? O mismamente, Las escuelas de tenis, o el golf, la Danza, deportes que, aunque no estén tan masificados, sufren casos similares.
¿Somos conscientes del porcentaje de pequeños deportistas que acaban triunfando?¿Preparamos psicológicamente a los niños para el éxito y el fracaso de igual manera?
Realizar una buena temporada en el deporte que se practica puede acarrear un cambio de vida para estos niños. Es lógico que si este cambio no es redirigido correctamente puede conllevar problemas importantes en un futuro. Problemas que repercuten en la autoestima, confianza, seguridad, y capacidades del niño al no haber sabido digerir un éxito o un fracaso dentro de su vida deportiva.
Es importante no convertir a un deportista que comienza a destacar en un juguete roto. Estos deportistas suelen sufrir una fuerte presión en sus entornos más cercanos (familia, amigos, clubs/escuelas, etc.) para ser mejores en el menor tiempo posible.
Sobrepasar los límites del propio cuerpo, de los entrenamientos, de los comentarios ajenos, de la exigencia personal puede echar abajo el trabajo de años atrás. Y es que como en todo, “las prisas no son buenas”.
Es el caso de la tenista española Paula Badosa de 22 años de edad que siendo muy joven comenzó a destacar en las competiciones y en los Gran Slam.
Su experiencia personal y deportiva puede servirnos a muchos como ejemplo para saber qué es lo que puede ocurrir y como poder evitar estas situaciones.
El año en el que Paula se convirtió en una pequeña estrella del tenis español comenzó su propio declive. Todas las presiones recayeron sobre ella. Era importante que la conociera todo el mundo, era importante ganar todos los partidos, era importante ganar a tenistas de mayor calidad que ella. Todo aquello la generó mucha ansiedad. No estaba preparada ni física ni mentalmente para saborear un éxito adolescente y cayó en una crisis personal. Se convirtió en un juguete roto que tardó mucho en arreglar.
Tanto los padres como los profesores de los deportistas tienen que saber el nivel de exigencia y de presión al que debe someterse un niño para que no sufran en silencio. Es vital explicarles cuál es su realidad y no inflarles la cabeza con futuros que nadie puede garantizarles.
Dejar evolucionar al deportista y entrenarle también como persona es un logro que pocas veces se sabe valorar y dar prioridad. Ahora ya sabes ¿qué cuidados hay que tener con las jóvenes promesas?.
Fuente: El País. Alejandro Ciriza.
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