La muerte. Nuestra finitud, hoy cuestionada en este mundo, la vivimos camuflada dentro de una incógnita o misterio, que siempre hemos tratado de eludir, o alejar, aparcándola de nuestra convivencia; incluso la hemos secuestrado cuando ha hecho acto de presencia, pero que en el fondo, excluyendo las enfermedades o desgracias, siempre representa el final del envejecimiento, como un proceso normal, proceso, en el que se están invirtiendo ingentes cantidades de dinero, además de muchos esfuerzos de todo tipo, en el deseo de conocer su mecanismo, e intervenir en el mismo, hasta llegar a torcer su trayectoria, intentando superar la muerte.

En principio se utilizaron procedimientos, sin base científica, que nos permitieran abrir un paréntesis, para que cuando surgiera algún descubrimiento, enchufarnos nuevamente a la vida, como los estudios criogénicos, a los que se han apuntado varias personalidades acaudaladas; una segunda propuesta nace de un sencilla reflexión, si un ratón con años, se rejuvenece al inyectarle plasma de un ratón joven, obviamente cabía la posibilidad de intentarlo en la raza humana, no hubo resultados positivos; también se pensó, si un animal con dieta restringida dura más, vamos a utilizar la Rapamicina, medicamento inmunosupresor, que se utiliza para evitar rechazos en caso de trasplantes, y que imita la restricción calórica, sin disminuir la dieta, pero al quedar más indefenso el individuo, gana en vulnerabilidad, por lo que se desestimó el proyecto; se pensó también en la telomerasa, que actúa sobre los telómeros disminuyendo su envejecimiento, y facilitando su multiplicación, pero su aplicación, de acuerdo con sus propiedades, puede multiplicar las células cancerosas, promoviendo el crecimiento del cáncer.

Hoy se sabe, que ese límite natural de 120 años, admitidos por los científicos, se puede superar, no hay ninguna circunstancia que lo impida, de aquí que los investigadores se hayan planteado como meta, no la lucha contra las enfermedades, sino la posibilidad de superar la muerte, deteniendo el proceso del envejecimiento. En este proceso se sabe que las células se van dañando, y con ello perdiendo la capacidad de funcionar, pierden la función esencial de dividirse, por lo que al final, por acumulo de daños y detritus van muriendo, y como no se reproducen o se desdoblan,  se produce una lenta ralentización de funciones, penetrando en la senescencia, proceso normalmente lento, pero que por un accidente se da un fracaso y surge súbitamente la muerte.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024